Capítulo 04

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Rey tardó un minuto en darse cuenta de que estaba despierta. Tenía los ojos abiertos, pero la oscuridad era total. Una negrura que casi pesaba sobre la piel como una losa. El aire olía a humedad y a algo dulzón que escocía en la nariz y en la garganta. Era un aroma sutil pero que Rey casi sentía pegajoso contra la piel en el ambiente cargado y cálido, uno que supo reconocer en el acto. Podredumbre y descomposición.


Estaba tumbada de lado, la mejilla contra un suelo pedregoso, las piernas encogidas en posición fetal. Aún tenía las manos pegadas contra el pecho. El eco lejano de un dolor insoportable aún vibrando en su interior. Dejó escapar un tembloroso suspiro y apoyó las manos en el suelo para empezar a incorporarse. Tenía los músculos rígidos, doloridos. Debía de llevar allí horas. Fuera el lugar que fuera.


Las piernas le tambalearon inestables pero consiguió mantenerse en pie. Miró a su alrededor, pero fue inútil. Ni siquiera era capaz de verse a si misma y mucho menos ver donde se encontraba. Se llevó las manos al cinto en busca de la espada láser y con un movimiento fluido la encendió.


El brillo dorado del sable llenó su entorno y por fin pudo ver el lugar. Estaba en un pasillo que se extendía infinito delante de ella y a su espalda, con paredes de piedra lisa del color rojizo de la tierra de Dathomir, sin fisura o hendidura. Parecía estar bajo tierra, pero el calor le dejaba claro que estaba a mucha más profundidad que el templo de Murdi'ra donde se había desmayado. Era igual de ancho que de alto, dando la sensación de que estaba metida en un cubo sin final. No veía ninguna puerta ni ventana, pero habían tenido que llevarla allí de alguna forma. No podían haberla arrastrado muy lejos de la entrada solo para confundirla, ¿verdad?


Pero entonces recordó la risa de Murdi'ra y el destello de sus ojos esmeralda. La condescendencia en su voz, en como parecía saber mucho mejor que ella la razón de su llegada. Y ya no supo que pensar. Cuando saliera de allí se las iba a ver con esa maldita bruja y sus acertijos. Solo esperaba no tardar demasiado, y que Rose estuviera a salvo.


Para eso tenía que ponerse en marcha. Al avanzar, sus pasos sonaban blandos contra el suelo mojado, produciendo un eco extraño. Manteniendo firmemente el sable ante ella, alargó la mano para tocar la pared. Estaba cálida y húmeda, resbaladiza bajos los dedos, pero sin marcas ni nada que pudiera identificar.


Al poco rato, el pasillo se abría ligeramente y Rey se encontró ante una bifurcación. Delante de ella había otros dos pasillos idénticos al de su espalda, al menos hasta donde podía alcanzar la vista. Dos bocas negras esperando a devorarla.


Rey se quedó allí paralizada, mirando las dos opciones, comprendiendo por fin donde estaba. Un laberinto. Esas brujas la habían metido en un laberinto. Sintió el corazón acelerarse en su pecho, la sombra del miedo nublando sus sentidos. No podía dejar que eso pasara. Necesitaba estar centrada. Alejar la oscuridad que ya reptaba en los bordes de su consciencia.

Y temblarán las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora