Capítulo Siete.

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Harry pensaba que el odio, la ira y la envidia eran cosas que debía mantener muy lejos de sí mismo. Él siempre vio a sus tíos amar a Dudley y consentirlo, siempre intentó pasarlo por alto, sentir envidia no haría que ellos lo mirasen como alguien que valía la pena, como algo más que el fenómeno. Enojarse, gritar y patalear, tampoco haría mucho, quizás le golpearían con la cuchara de madera y acabaría encerrado en su alacena, llorando solo. Y odiarlos… Harry no podía odiarlos, sabía que no estaba bien lo que le hacían y Morag le repetía en cada una de las sesiones que sus familiares eran algo más allá del mal, pero seguían siendo la única familia que tenía y los amaba un poquito.

Sin embargo, por muchos intentos de comportarse como un niño grande y alejar esos sentimientos feos de su corazón, era un niño. Y cuando vio a Santa Claus entrar por la chimenea vestido de púrpura y naranjo, no pudo controlarlo.

¡Santa era malvado! ¡Peor que la tía Marge! Y eso que ella mataba perritos, ¡perritos!, recién nacidos. Porque Santa llenaba el calcetín de Dudley con las cosas más asombrosas y dejaba vacío el de Harry. Hacía que Harry se sintiese el peor niño de todos porque ni siquiera le dejaba carbón, le hubiera gustado que le importara al menos un poquito al Señor de la sonrisa amable que dejaba regalos para los niños de todo el mundo en una sola noche. Harry envidiaba los niños que sí recibían algo, aunque fuese carbón y odiaba muchísimo a Santa.

Potter se movió rápido para que nadie pudiera detenerlo y pateó una de las piernas del hombre que había salido de la chimenea, tiró de su barba con todas sus fuerzas y le sacó la lengua, la mayor ofensa de todas.

— ¡Viejo malo narizón! ¡Tiene que jubilarse ya! ¡Loco! ¡Yo soy bueno y no me tiene en su lista! ¡Malo! — sintió como unos brazos lo tomaban con delicadeza, el olor a chocolate hizo que parase su discurso y miró a Regulus, que intentaba contener la sonrisa.

— Vamos a dejar que el profesor Dumbledore y Severus hablen solos, tú y yo iremos con los Malfoy a dar un paseo — dijo el mayor mirándolo a los ojos, Harry sabía que no estaba en problemas porque seguían igual de brillantes que siempre.

Se dejó llevar por flu, mirando aún molesto al señor barbón que nunca le dio regalos. ¡Él era bueno y hacía sus tareas! ¡Debió recibir al menos un dulce! Le sacó la lengua de nuevo cerrando los ojos y sintió como daban vueltas y vueltas cuando Reg gritó “Lovegood Harvest”.

Parpadeó sorprendido a su alrededor, estaban en una especie de chimenea al aire libre, estaba conectada a una casa alta como una torre de ajedrez negra y tenían el jardín de forma muy rara, parecía las plantaciones de una granja. Había más personas que ellos, caminando entre los árboles con canastas hablando y riendo.

— ¿Dónde estamos? — preguntó Harry cuando no reconoció ninguna de las frutas.

— En Lovegood Harvest, por supuesto — respondió Draco mirándolo desde abajo con una sonrisita que prometía horas jugando en ese jardín, Regulus le bajó con suavidad y colocó su ropa, tenía suerte de no haberse quitado el abrigo cuando volvió a entrar después de jugar con Draco —. Es una tradición. El día antes de año nuevo tenemos que comer Carambolos de Salvia y Algodón de Miel, así que mamá siempre me trae con los Lovegood para conseguir todo porque es algo muy delicado para mandar a los elfos.


— Además, tendrás un año lleno de torposoplos metiéndose por tus orejas si no lo haces tú — dijo una voz soñadora justo detrás de su hombro, pegó un brinco antes de mirar a la niña más bonita y rara. Era pequeña y muy delgada, con cabello rubio trenzado con acebo y ojos saltones de un gris profundo y brillante, solo llevaba un vestido blanco sin zapatos, como si la nieve y el frío no la molestasen —. Pero este año hay luna llena, así que deben hacer collares de acebo y abeto para que la guardiana de la noche pueda bendecirlos.

Ella sonreía, les dio una canasta a Draco y él antes de irse dando saltitos. Harry Sacudió la cabeza sin entender, mirando hacia la señora Malfoy que era la mejor explicando cosas.

— Ella era Luna Lovegood, es hija de los dueños, su madre es una bruja italiana descendiente de elfos del bosque así que el clima no le afecta — le sonrió y apartó el cabello negro de su rostro —. Muchos dicen que ella y su madre, Stella, son extrañas, pero simplemente son más inteligentes que el promedio y los magos y brujas corrientes no podemos seguir su pensamiento.

Harry pasó el resto de la mañana recogiendo Carambolos de Salvia (unos cristales azules que se formaban con la salvia de un árbol extraño, eran salados y explotaban en la boca haciendo cosquillas) y Algodón de Miel (un algodón formado por Torposoplos – o hadas de invierno, como las llamaba Regulus –, parecía algodón de azúcar rosado y se sentía como tomar una taza de chocolate caliente frente a la chimenea), hicieron collares con ramas y bayas con Stella Lovegood mientras ella contaba como celebraban la gente mágica hace muchísimo tiempo ayudada por figuras de nieve y humo de colores.

Y aunque fue un día de Navidad muy bonito lleno de magia nueva y le gustó mucho cuando una de las diminutas hadas se quedó dormida sobre el cabello del señor Malfoy, Harry disfrutó mucho más cuando llegó a la casa con el Profesor Snape. Porque Severus Snape le sonreía y escuchaba todo lo que decía mientras tomaban el té con las galletas especiales de la Señora Lovegood.

Harry no sabía mucho de Navidad, pero sabía que sentir calorcito desde dentro y cosquillas en la pancita por las risas era la mejor manera de pasar las fiestas.

Cortito porque me están saliendo las muelas del juicio y no me da la vida para más u.u

HARRY CUMPLE 40, WTF, YO- VOY A LLORAR.

Ojitos de Ciervo » severitus. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora