Capítulo Nueve.

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Una cosa que Harry nunca entendería era su razón para complicar las cosas más simples del universo, empezando por sus ganas de quedarse atascados en la Edad Media con túnicas, pergamino, plumas y antorchas. Pero lo más ridículo de todo era el viaje en tren hacia Hogwarts.  ¿Quién tuvo la brillante idea de que juntar todas las familias mágicas con hijos entre los once y dieciocho años en un pequeño andén cuya única entrada y salida era una pared que da a una estación muggle? ¿Tenían tantas ganas de que volvieran las cazas de brujas?

Soltó un suspiro mirando por la ventana como pasaban campos y pueblos, debían estar sentados durante ocho horas viendo el paisaje pasar porque a los magos no se les pudo ocurrir un sistema de entretenimiento para momentos como estos donde alrededor de trescientos y pico de estudiantes se aburrían y tenían a su disposición una varita mágica, ¡con solo la bruja del carrito y el maquinista como adultos supervisando!

Negó con la cabeza y volvió la vista hacia los dos niños que le acompañaban, Draco y Theodore, quienes estaban inmersos en una partida del violento ajedrez que tanto disfrutaban. Nuevamente, magos y sus ganas de complicar absolutamente todo.

Se recostó de largo sobre el asiento del tren, con su mochila llena de sandwiches de pepinillo y libros de coloridos animales mágicos bajo su cabeza. No tenía muchas ganas de ir a la escuela, había tenido suficiente cuando los Dursley le mandaron al jardín de infancia, con montones de niños chillones y maestros que le miraban con lástima pero no movían un dedo para ayudarlo.

Cerró los ojos tras sus gafas de marco dorado, contando sus respiraciones para detener sus pensamientos, se concentró en el sonido del tren pasando por sus vías, las risas de Theo y los resoplidos de Draco. Podía hacer esto, inhala, podía superarlo, exhala, Hogwarts era diferente, inhala, Severus no lo mandaría a un lugar malo, exhala. Su corazón se ralentizaba mientras se repetía una y otra vez las mismas frases que Morag le había indicado. Abrió los ojos cuando finalmente se sintió mejor, Draco le miraba con una sonrisa secreta, siempre parecía saber como Harry se sentía con una sola mirada. 

- Con calma, Harry, sabes que estaré allí para ti - los ojos plateados brillaban honestos, pero el horroroso monstruo "Miedo" le seguía retorciendo las tripas, susurrando en su mente como Draco le odiaría cuando el sombrero no gritase Slytherin.

- ¿Aunque no sea un Slytherin? - susurró olvidandose completamente de Theo.

- Serás mi mejor amigo aún cuando seamos viejos y arrugados como Dumbledore.

Harry sonrió tomando la mano pálida de su mejor amigo para darle un apretón. Todo saldría bien mientras Draco estuviera a su lado.

***

Te estaba esperando, Hart, había dicho la pequeña voz que sabía que era el Sombrero Seleccionador, tienes un futuro brillante, se dijo desde antes del nacimiento de tus propios padres, deja que Lady Hogwarts te guíe, lo harás bien. Te esperará en la habitación que cambia a voluntad... no, no preguntes, no es mi deber informar. Llegarás allí cuando sea tu momento, mientras tanto, es hora de que vayas a tu lugar. ¡Cuídate de la luz retorcida y del mal creciente! -  ¡Hufflepuff!

Harry sacudió sus pensamientos aturdidos, ignorando los aplausos exuberantes de la Casa de Helga, dejó el Sombrero en su lugar, se sentó en el banco aún con sus pensamientos corriendo aún más rápido que la luz. ¿Qué quería deci...?

- ¡Bienvenido, Harry! - Harry levantó la mirada para ver a una niña mayor que estaba sentada a su lado, su cabello negro cayendo por sus hombros le hizo sentir un poco mejor con su propio nido de pájaros, le sonrió - Verás como estás en la casa más maravillosa de todo Hogwarts. Ahora, soy Stella Walsh-Santoro, soy tu hermana mayor hasta tu tercer año, y creo que debes alejar todos esos pensamientos que te abruman y comer mientras te explico todo. 

Harry parpadeó confuso e inclinó la cabeza hacia un lado, sus ojos se fijaron en la mesa llena de platos, había estado tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta de cuando el banquete empezó. Con las mejillas rosas se sirvió de la cena oyendo parlotear a la niña.

- En Hufflepuff tenemos una pequeña tradición y es que los niños de cuarto año en adelante acogen a un Puffie menor para que les sea más sencillo adaptarse a la escuela (con todos los pasillos secretos, tutorías y esas cosas), somos así como un hermano mayor y tenemos que cuidar a los tejones más pequeños, eso es algo que solo encontrarás aquí, las otras casas suelen depender solo de sus prefectos. Así que aquí estoy para resolver todas tus preguntas y ayudarte con todo - ella hablaba y hablaba como si no necesitara respirar y Harry temió por un momento que se desmayara -. También... 

- ¡Stella, respira que lo asustas! - dijo entre risas el chico que estaba a su lado. 

Ella se tapó los labios con una sonrisa nerviosa - Lo siento, Harry, es mi primer año haciendo esto y aún estoy un poco nerviosa. 

Potter soltó una risita negando con la cabeza y siguió comiendo. Quizás Hogwarts podría estar bien.

La autora dejó aquí un comentario bc yes.

Ojitos de Ciervo » severitus. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora