IX; eunbi. (2/2)

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  Después de una corta charla con el chico, volví a quedarme dormida. No sé que me sucedía, pero en ese momento sólo quería dormir por un momento. Supuse que soñando estaba muy lejos de la realidad, y así no pensaría en eso. Agradecí no haber soñado con los acontecimientos de la noche pasada, porque ya estaba harta.

  San me había mencionado que venían algunos amigos, y también mis padres con mis hermanos. Eso lo supuse, pues al ver mi teléfono tenía muchísimos mensajes de mi mamá, y de algunos familiares. Se me hizo raro que ninguno de mis amigos me hubiera escrito, aún cuando fueron ellos los que me dejaron sola... Eso me hizo sentir algo desamparada.

  Ahora me encontraba meditando sobre levantarme o no, mientras estaba sentada en la cama. Ya me había cansado de estar ahí, pero no quería salir así como así, no era mi casa, y además ese chico y yo no éramos nada cercanos como para que yo me paseara por su casa. Tenía un dilema.

  Lo peor es que él me había prestado su ropa, y eso me fastidió demasiado. Sentí que estaba siendo una carga, en todos los sentidos. Aunque él había sido muy amable, me hubiera gustado conocerlo en circunstancias menos tristes. Pues, se notaba que era un buen chico, aunque no lo conociera en nada. Siendo sincera estaba algo rara.

  Mi humor era una balanza, de a momentos me sentía bien y luego mal, a ratos enojada, y a otros feliz. Lo único que sabía es que mi expresión deprimente no desaparecía sin importar como me sintiera. Me miré los brazos y las piernas, y en lo único que pude pensar fueron en esas manos ajenas tocándome sin mi permiso. Me daba asco, y me hacía sentir tan vulnerable. Mis ojos estaban llenos de lágrimas una vez más, pero las quité rápidamente.

— Toc, toc. — se escuchó desde fuera.

— Puedes pasar.

  Una vez más San entraba a la habitación, pero detrás de él aparecía mi mamá rápidamente cuan rayo. Por un momento se me quedó mirando esperando alguna reacción de mi parte, como intentando ver que tal estaba yo, para tratar de actuar de forma correcta; sin molestarme. Aunque, yo lo sabía, y es que ella estaba muy preocupada. Mi mamá fue la primera en venir hacia mí, pero no me tocó, sólo me le quedé mirando esperando que me abrazara, porque en ese momento estaba deseando que ella me consolara.

  Cuando ella me abrió los brazos no aguanté y comencé a llorar una vez más. — Mamá... — un sollozo escapó de mis labios a la misma vez que me fundía en sus brazos.

— Mi hija... ¿Qué te han hecho? — escuchaba su llanto mezclarse con el mío.

— Mamá... Estaba tan asustada... — quería pegarme más a ella, pero ya no podía.

  Sólo se quedó abrazándome y acariciandome el cabello, tal como una madre lo haría. En sus brazos me sentía tan a salvo, tal como cuando era una niña y todo me asustaba. Estaba plantando mi llanto sobre su pecho y hombro, esperando sentirme mejor después de eso. Esperando que todo volviera a ser como si nunca hubiese pasado nada, y me dolía pensarlo así. Me sentí tan bien allí, ¿Cómo era posible que una madre tuviera tanto poder?

— Mamá... — me separé de ella y la miré. — Nunca más volveré a alguna fiesta, ¡Jamás!

— Oh, hija...

  Ya estaba en sus brazos una vez más, intentando buscar ese calor característico, tratando de que las estrellas o los planetas se alinearan y me dieran fuerzas para seguir adelante, y que todo sea como había estado siendo. Intentando que por un momento olvidara el patético momento en que decidí confiar en un extraño. Si él había sido tan amable, ¿Cómo estaba segura de que una persona amable no me iba a lastimar? No quería vivir con miedo, no quería sentir miedo nunca más.

El Arte de Amar. - Sinrin. (Artes #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora