III

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  Me encontraba llamando a JeongGuk, pero el muy cabrón no me contestaba. Necesitaba hablar con él urgentemente. Estaba sentada sobre la cama envuelta en una toalla y con la estufa a mis pies. Sabía que me podía enfermar, pero estaba desesperada.

  Me sentía mal.

  Me había tocado en la ducha pensando en lo que había sucedido con Eunbi hacía unas horas, pero no había podido evitarlo. Era una asquerosa. Ni siquiera sé por qué me quedé con las ganas si yo la detuve. Una idiota.

— ¿Qué tan ocupado puede estar un joven de 22 años a las 22:30? - decía cascarrabias.

  Atendió la maquina contestadora; casi tiré el teléfono contra la pared. Suspiré profundo intentando calmarme, y luego dejé mi celular sobre la mesa de luz. No iba a alterarme.

  Ahí le iban a llegar sus 23 llamadas perdidas al hijo de puta.

  Me quité la toalla del cuerpo y me la coloqué en el cabello. Me levanté de la cama con desdén y caminé hasta mi espejo de cuerpo completo. Allí me miré desnuda.

  No me amaba. No me odiaba.

  Mi cuerpo no llegaba a gustarme ni a disgustarme. Sólo... me conformaba. Era delgada y estirada, no llegaba a ser muy alta. A veces hacía lo mismo, me miraba. Miraba mis líneas, mis estrías, mis lunares, y mis vellos corporales. Nada que cualquier otra mujer no pudiera tener.

  A veces lloraba mirándome al espejo. Deseaba que mi cuerpo fuera más hermoso a la vista. Agradecía que la ropa que usara me favoreciera, y me hiciera ver bonita. De todas formas tenía una linda cara, no debía quejarme.

  Dirigí mi vista hacia otro lugar y caminé lejos del espejo. Me acerqué al closet para buscar ropa interior y mi pijama. Una vez vestida, me dirigí al baño.

  Me quité la toalla del cabello y luego me lo dividí en dos, comenzando a trenzarlo; dos trenzas en total. Amaba usar trenzas, a pesar de tener 22. Al carajo la gente, ellos siempre iban a hablar.

  Me metí en la cama y apagué la lámpara de la mesa, coloqué mi teléfono a cargar y me cubrí con las cobijas. Me gustaba dormir temprano.

  Al día siguiente sería sábado, así que podría dormir un poco más de lo acostumbrado.

  Al día siguiente sería sábado, así que podría dormir un poco más de lo acostumbrado

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¿Hola...?

— Gguk, carajo. Llevo intentando contactar contigo desde anoche.

Ah, eres Yerin... — se le escuchaba adormilado.

  Por fin me había atendido el teléfono, ya me había vuelto loca. Eran las 9 y media de la mañana y él dormía. En serio no podía creer que no se levantara temprano, que ofensa.

— No, idiota. Soy la parca.

No me mates... Aún soy muy joven.

Como sea. ¿No has visto que hora es?

El Arte de Amar. - Sinrin. (Artes #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora