Ocho

125 46 8
                                        


Llevaba horas admirando su hermosa figura. Sabía que nunca borraría de su mente la imagen de JiMin con una soga alrededor de su esbelto cuello pero agradecía a los cielos el haber llegado a su encuentro a tiempo. Apenas su esposo cayó inconsciente entre sus brazos, sintió cómo el alma regresaba a su cuerpo. No había logrado conciliar el sueño ninguno de los días en los que el castaño estuvo encarcelado, la preocupación y ansiedad aumentaban con el pasar de los días ya que no se generaban avances significativos con respecto al verdadero culpable. Sumándose a esto, también se encargaba de visitar a su padre periódicamente para asegurarse que su recuperación se realizara de manera exitosa. Ni bien se enteró del ataque al que este se vio expuesto, ordenó llamar al médico real para que encontrara el antídoto que permitiera salvar la vida de su progenitor.

El tratamiento impartido surtió efecto, el Rey Padre fue recuperándose poco a poco; sin embargo, no abandonaba por ningún motivo sus aposentos ya que la dosis consumida de veneno fue lo suficientemente fuerte para debilitar su organismo. Actualmente, se encontraba recuperado casi por completo y, con todo lo acontecido hace dos días, el pelinegro mantenía una conversación pendiente con su padre SeokJin. Pronto lo visitaría.

Continuó velando el sueño de su amado el cual se encontraba recostado en el centro de la cama matrimonial. Acomodó las suaves sábanas de seda que cubrían su cuerpo asegurándose de arroparlo correctamente. Visualizó la pequeña bandeja posicionada a su derecha, sostuvo entre sus pálidas manos el paño de color blanco y lo sumergió en un recipiente metálico que contenía agua tibia. Posteriormente, lo estrujó para eliminar el agua sobrante. Una vez listo, deslizó su mano derecha hacia la frente de JiMin y apoyó el paño en esta.

—JiMinnie, mi amor... ¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué arriesgaste tu vida de esta forma? Todo este tiempo sin ti fue un verdadero martirio y saber que podía perderte para siempre casi me hizo perder la razón—mencionó afligidamente, recordando los eventos vividos y, distraídamente, movió la tela a lo largo de la frente del castaño.

—Y-Yonnie—contestó roncamente JiMin al tener la garganta seca mientras, lentamente, abría los ojos.

—¡Oh, cariño, despertaste!—manifestó gratamente sorprendido el pelinegro al notar, en medio de su monólogo, que su bello esposo finalmente había recuperado la consciencia—¿Cómo te sientes?—acomodó el paño nuevamente en la bandeja y ayudó al contrario a sentarse sobre el colchón—Ten, bebe un poco. Debes estar sediento—mencionó colocando entre las delicadas manos de JiMin un pequeño vaso de cerámica con agua en su interior.

Jimin miró agradecido a YoonGi por el gesto. Bebió el agua y una gran sensación de frescura y vitalidad lo envolvió cuando este fluyó a lo largo de su garganta. Dejó el recipiente a un lado y se tomó unos minutos antes de responder—Estoy mucho mejor ahora que estás junto a mí—sinceramente, el castaño se sentía dichoso de seguir con vida después de todo, además de estar junto a YoonGi ese instante—Cada noche extrañé tus besos, tus caricias, tus palabras. A pesar de que nos viéramos casi todos los días, me sentía totalmente distante de ti. Fue horrible, Yoon, pero no podía permitir que tú o mis padres salieran lastimados.

—¿Lastimados?—el semblante de felicidad que portaba YoonGi se transformó a uno de confusión —¿A qué te refieres, Minnie? ¿Alguien te amenazó?—dijo ahora un poco exaltado al contemplar aquella posibilidad.

—¿Recuerdas el día que fui a visitar a mis padres?—el pelinegro asintió—Cuando regresé, un sirviente me entregó una carta sin remitente. Debía asumir la culpa si no quería que ustedes fueran dañados. Al principio pensé que no era en serio pero después de nuestra plática sobre las múltiples traiciones realizadas a los reyes, me preocupé. Los amo mucho y no podría perdonarme a mí mismo si algo les pasara y no hice nada por detenerlo.

Dinastía Kim |Yoonmin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora