BASTARDXS

2: Algo así como patéticos

—Por Satan, juro que hoy no soy capaz de levantarme —se quejó Lilith, despertando en su cama con una mujer y un hombre en escasas ropas a su lado. Su habitación estaba llena de cosas esparcidas de desconocidos y botellas de licor vacías—. Sólo me quedan dos años de levantarme a las seis de la mañana.

Con una fuerza que no sabía de dónde había sacado, salió de la cama hacia la ducha y lavó la suciedad de la noche anterior de su piel tostada con la esponja. Salió y era momento del odioso uniforme, bueno, lo que quedaba de él tras el corte de la falda, la decoración de la corbata con detalles en cuerina y todos los parches sobre su chaqueta. Encima de lo que contaba como uniforme se calzó unas botas de tacón que le cubrían hasta arriba de la rodilla. Como último detalle, se maquilló con énfasis en el delineado de sus ojos y un labial rojo potente, justo como todos lo días.

Salió del baño y las personas seguían durmiendo, cosa que no le podía importar menos, así que tomó del refrigerador una botella de tónica y una de Gin, sus llaves y su bolso, saliendo sin ningún apuro por llegar a la hora.

Saliendo del complejo de departamentos encendió un Dunhill, apurando el paso para dar un ritmo más empoderado. Sintiendo la brisa pasar por su cara, dobló una calle, dando con una plaza desierta a estas horas. Bueno, desierta a excepción de un punto de color rosa apoyado en un poste: era Sibyl Maddox, alias su mejor amiga.

—Hola, bastarda —la saludó, dejando su cigarro reposar en sus dedos mientras agitaba la mano—. ¿Buena noche?

Todos los días la chica la esperaba en un pequeño parque situado entre su casa y la estación de metro más cercana, para así seguir su camino a la escuela juntas. Sibyl tenía como tradición preguntarle como le había ido la noche anterior en burla de su supuesta promiscuidad, a lo que ella, naturalmente, respondía con la verdad.

—Pues sí, bastante —afirmó, mientra apagaba el cigarrillo ya terminado y sacaba de su bolso una cajetilla de tabaco, colocándose uno en la boca con extrema gracia, prendiendolo en un rápido movimiento y exhalando el humo—. ¿Y Salem?

Sibyl rió a la contestación y comenzó a caminar calle abajo rumbo a clases, indicándole que su amigo se había adelantado. Era un día sumamente ventoso y las nubes cubrían el cielo, parecía que pronto iba a llover.

—¡Hey, bola de pelo! —lo llamó Lilith provocando la risa estruendosa de la chica de pelo rosado—. Afloja el paso, que aún queda tiempo antes de que nos cierren la puerta.

Su meta nunca era llegar a la hora, sino entrar a la escuela antes de que la cerraran unos minutos antes de que empezara el primer receso. Lo lograban casi siempre si es que la noche anterior no había sido ruda, en los distintos sentidos que le podía dar cada uno.

—Que si llegamos tarde... —la justificación de Lilith se quedó en el aire, interrumpida por ella misma para después dirigirse a Sibyl—. ¿Qué pasa si llegamos tarde?

Sibyl se le quedó mirando también con duda, cuestionándose por qué tenían que llegar a la hora, a lo que tiró su mochila a la acera y se sentó procediendo a sacar sus aparatos de marihuana. Los otros dos adolescentes se sentaron también mientras se miraban entre ellos con confusión.

—Nada —dijo liándose un porro para compartir, con la vista perdida en el edificio al final de la calle en el cual estudiaban—. La verdad es que no pasa nada.

Los tres desviados se quedaron sentados sin saber que hacer excepto pasarse el jamaicano de una mano a otra. Es entonces cuando Lilith se comienza a reír sola, desencadenando confusión en las caras de Salem y Sibyl, quienes sólo la comenzaron a mirar sin entender el por qué.