3: Amor en tiempos de funa

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—No pensé que algo tan estúpido me iría a afectar tanto, la verdad.

Salem estaba sentado en el alfeizar del departamento de Lilith, con Crystal mirándolo desde un sillón. Ambos estaban solos, esperando a que las dos chicas volviesen del supermercado y de comprar la cena. Era bastante común estar en el departamento sin la dueña de casa, puesto que, en sí, este era de todos. La ventana estaba abierta, dejando salir el humo del cigarrillo que el tipo tenía entre sus manos.

—Es natural que te afecte —Crys intentaba tranquilizar a Salem, porque el sólo hecho de que hablase de sus problemas indicaba que ya no daba para más con ellos—. Eres un ser humano.

Suspiró, apagó el tabaco y prendió otro, sin darle un descanso a sus pulmones. Se sentía enfermo por dentro, le dolía el pecho; era como si le carcomiera el cuerpo un sentimiento de vergüenza y desplazamiento. Habían muchas cosas que le habían hecho daño, pero esta le había pegado más de lo que esperaba. No entendía por qué.

—Me doy asco —implicó palabras fuertes en la descripción de su dolor, estaba más que harto de esconder todos sus sentimientos en su pecho—. Me da asco mi debilidad, en realidad, pero como es parte de mi, supongo que me odio a mi mismo.

Crystal se sentía enojada consigo misma por no poder hacer nada para ayudar a Salem. Así que mientras alzaba una oreja para escuchar lo que su amigo tenía que decir, comenzó a maquinar una idea para vengar su corazón.

Ella quería hacer ver la verdad a todos los que conociesen al estúpido deportista que se había acostado con su amigo, le había dedicado miles de palabras románticas y después le había mentido. Le había dicho que lo amaba, que cada detalle de él le hacía tener cosquillas en el estómago, y después, cuando se acercaron y la gente los miró, lo rechazó. Que nunca le había escrito en la madrugada diciéndole que lo extrañaba, que no le dedicó sus triunfos en el deporte, que nunca lo amó bajo las sábanas de su cama. Fingió que esos meses no habían pasado por una estúpida reputación, pero iba a pagar por eso, pensaba Crystal.

Del grupo de seis personas que conformaba su actual grupo, Crys era la más violenta, y por ende imprudente en sus peores estados. Así que al momento de planear una respuesta al desprecio que le dieron a Salem, no se dio cortes con respecto a las consecuencias que esto podía traer. Un detalle que terminaría siendo crucial en los eventos que sucederían después.

Si Sybil hubiese estado ahí, le estaría doliendo el pecho y estaría a próxima a vomitar sólo del sentir el porvenir, la sensación horrorosa que le daba cuando en el momento se estaban tomando malas decisiones que ella sabía terminarían dolor. Su sexto sentido rara vez mentía cuando eran cosas así de importantes.

—Exponlo —dijo, prácticamente interrumpiendo el hablar de Salem—. Tienes los screenshots ¿No?

—Si, supongo —el chico sacó su celular y buscó en los chats que por mera nostalgia no quiso borrar—. Crys, no se si...

—Destrúyelo —las palabras de rabia sólo salían de su boca sin que las pudiera parar—. Hazlo sufrir.

La idea se hizo tentadora para Salem y una sonrisa se formó en los labios de la chica con el pelo rapado. Así, se gestó una de las peores decisiones que se pudiesen haber tomado. Y, sin decirle a nadie más, ambos empezaron a juntar pruebas para que todos supiesen que él no era un mentiroso.

Charles no lo veía capaz de hacer una cosa así, de eso el chico de ojos verdes estaba seguro, puesto que la forma que tenía de verlo era de alguien débil. Eso era una ventaja: él no se lo esperaría para nada.

Salem aún no lograba esclarecer cual era la razón principal por la cual se sentía tan mal. Si el hecho de que su ex le mintiera a sus amiguitos para no salir del closet, o el darse cuenta de que al final los sentimientos que aclamaba sentir por él no eran más que palabras vacías, otra falsedad. Ojalá pudiera meterse en su cabeza para saber si por lo menos algo había sido auténtico.

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