Desde la azotea se veían los pocos metros cuadrados de patio que tenía el instituto y todas las personas que pululaban por el concreto. Parecían habitantes de otro planeta, robots o algún tipo de androide de ciencia ficción. A veces sentía que vivíamos en una distopía y no nos estábamos dando cuenta porque existíamos inmersos en una extraña mezcla de tecnología y estupefacientes. El mundo necesitaba gente consciente para sacarnos de la matrix y, sin embargo, los que creíamos en ello no teníamos ni una mínima motivación por serlo. ¿Contaría como una paradoja o simple hipocresía?
De entre todos los (supuestos) humanos que sociabilizaban estaba Frank. Era un chico bastante inusual que solía ser parte de nuestro grupo de amigos, como de esos que llegaban a veces a sentarse a beber o fumar contigo y hablar de los sueños, la muerte y los amores imposibles. Recordaba con mucho cariño los momentos que habíamos pasado con él, pero entendía que era una etapa ya pasada; ahora, con sus nuevos amigos, él se notaba igual de feliz, pero diferente... quizás un poco más apagado.
—Oigan —dije en medio de mis cavilaciones—. ¿Se acuerdan de esa vez en que vimos "Mac and Devin" estando ultra drogados?
Los tres miramos hacia el horizonte, y empezamos a sentir en la piel el calor de una habitación temperada por una estufa en contraste con el frío calador de la lluvia en la ventana, el olor a galletas recién ellas (con un pequeño toque mágico) y la sensación de expectación por lo que se estaban liando.
Dios que bello era eso. Todos juntos en la sala de estar, preparando unos comestibles de muerte y los gramos necesarios para hoy morir de sobredosis de THC, dejando cargar por un rato la mejor película para drogarse en navidad. Éramos los tres que siempre éramos, más algunos otros chicos cercanos que tampoco tenían dónde celebrar; los padres de Carter de viaje, y las de Jamie muy ocupadas con el trabajo, los padres de Frank inexistiendo y los de Crystal, bueno, con ella en una cabaña cerca de las pistas de esquí.
Era bastante común que para ocasiones especiales nos juntasemos la pandilla entera en casa de Lilith, haciendo panoramas de nuestra talla y divirtiéndonos a lo loco. Éramos un grupo muy diverso en varios sentidos, pero coincidíamos en nuestro gusto por saltarse clases y por jugar al filo de la ley. Si lo pensábamos bien, quizás ese era nuestro único punto en común: nuestra moral cuestionable. Es decir, era cosa de mirarnos: Lilith y su arsenal de bebidas alocholicas, Salem siendo una chimenea constante, Crystal preparada para prender lo que fuese en fuego, Carter estafando por el puro gusto, Jamie cartereando señoras por la calle de camino a clase y yo, bueno, utilizando mi sala de estar como invernadero de marihuana. Quizás Frank y su cúlmine ludopatía por esos tiempos era el pecado menos grave.
Me sentía tan cómoda en mi cuerpo, tan contenta con mi realidad, que quería parar ese momento y atesorarlo por siempre en mi corazón. Que me llevaran a cualquier parte pero que fuese con ellos, que me matasen pero sabiendo que me los encuentro en el infierno. Sentía tanta felicidad en el pecho que me iba a poner a llorar, pero si lo hacía arruinaría la belleza que tenía entre mis manos, así que lo postergué para otro momento.
Por un momento, decidí concentrarme en mi especialidad: el enrolar. Tomé el papelillo extra grande y le comencé a poner las flores masacradas en cantidades parejas, para después aplastarlo con mis uñas y que quedara bien presionado, procediendo a colocar la boquilla de cartón en la orilla izquierda para poder así rodarlo y pegarlo. Para que todo el material quedase dentro, lo apreté con un cordón que caía de mis sudadera, cerrándolo finalmente con unos cachitos y dándole un beso.
—Amiga, no se si te estás dando cuenta, pero estás narrando lo que estás haciendo como si estuvieras en un tutorial de youtube —me llamó la atención Carter, poniéndome una mano en el hombro y mirandome como si fuera una pobre alma en desgracia, sacándome de mis cavilaciones. ¿Qué querían que hiciera? ¡Era yo la que estaba narrando la memoria!
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BASTARDXS
Misteri / Thriller¿Alguna vez has visto a esos adolescentes sin vida que beben en las plazas, están fumando cada vez que los ves y transitan por la vida sin importarles su futuro? Bueno, esos somos nosotros. Podrían catalogarnos de patéticos, de perdedores y de vago...