CAPITULO 16

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Eres la excepción, tú eres diferente. Toda mi vida crecí escuchando esas palabras, y la verdad era que siempre estuve consciente de ello, nunca me sentí igual a los demás, y era cierto que en ocasiones eso me hacía sentir mal, me hacía parecer como que no pertenecía a ese lugar, aunque algunos trataran de incluirme en sus planes, estaba consciente que ese trato que me daban era por ser hija de unos padres muy honorables e influyentes en mi ciudad. Pero al pasar el tiempo me fui acostumbrando y más por el hecho de encontrar a dos personas igual o más desequilibradas que yo, mis mejores amigos, a lo que siempre les voy agradecer por estar ahí para mi.

En este mundo hay personas que les encanta estar entre el medio de dos almas, y lo peor es que solo están para joderlo todo y eso lo descubrí más temprano que tarde, porque yo también era la causante de joder el destino de otras almas.

Todos se habían ido, me había quedado sola en un solitario y oscuro parqueadero, con un nudo en la garganta y un desconcierto por las palabras de Alan, me hubiera esperado una reacción así de su hermano, pero de él no, no obstante tenía que admitir que él no estaba mal, yo era su alma gemela y no les podía negar que una gran fuerza me hacía desearlo al lado mío, sino fuera por mi terquedad ya estuviera rendida a sus pies. Alan es hermoso, y su forma paciente de ser conmigo enamoraría sin duda a cualquier, pero había otro obstáculo, su hermano mayor también era mi alma gemela, otro ser que también me ponía de cabeza aunque lo quisiera negar.

No se que hacer con mi vida. Negué suspirando pesadamente.

Me giré y decidí caminar por el mismo camino por el que había entrado, cuando salí pude ver la cabina del guardia vacía, un gran peso desapareció de mi pecho, estaba más tranquila por el hecho de que esta noche no me iban atrapar.

Di un paso más y quede enfrente de las escaleras, iba a subir un pie cuando una voz gruesa y acento marcado me detuvo en seco.

—Alto, deténgase señorita— Por los dioses y todas las vírgenes de los abdominales, que me hagan invisible en estos momentos, por favor.

Comencé a rezar y a pedir algo imposible en mi mente, pero igual cerré los ojos y lo pedí con más fuerza. Nadie me escuchó.

—Gírese y dígame que hace aquí— La voz no sonaba de alguien mayor y lo descubrí cuando me giré y vi su rostro, era un chico de unos 16, 17 años, de tes bronceada, cabello rizado y de ojos verdes, su cuerpo era delgado pero a travez de la tela de su ropa se notaban unos músculos bien trabajados. Me relaje un poco, tal vez este chico era un alumno y yo pensando que me había pillado el guardia.

—Me haz pegado un susto de los mil demonios—Admiti soltando una risita y llevándome una de las manos al pecho.

—He preguntado qué hace aquí—El tono del chico seguí siendo formal y firme, volví de nuevo mi mirada a él recomponiendo mi compostura.

—Haber, tú no me haz visto ni yo a ti, ambos volvemos por nuestros caminos y si te vi, ni me acuerdo—Le dije muy confiada y dando media vuelta.

—No de un paso mas, sino quiere que utilice la fuerza, estas no son horas para que una señorita este andando por estos lados—paso su mirada de mi a las escaleras—y mucho menos para que se dirija a las habitaciones de los hombres—Señaló las escaleras para luego cruzarse de brazos. ¡Mierda! maldije interiormente, obvio que este era el camino a las habitaciones de los hombre, pero que hacia si era el único que conocía.

—¿Pero y tu quien eres?—Pregunte, sin ser nada cordial, ahora si asustándome un poco. Él no demoró en responder.

—Estoy remplazando a mi padre en su puesto, y no me puedo permitir estas faltas en su ausencia, asi que tendremos que ir con el Director—El chico dio un paso hacia mi, pero yo di dos mas cerca de él, no podía dejar que me acusara y correr el riesgo que me castigaran y no poder ir a ver a Dylan.

Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora