Capítulo 9

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La primera visita a Hogsmade es inolvidable. Todos los que fueran autorizados por sus padres visitaban esta ciudad de magos cada tanto.

Como Callie había sido advertida de las bajas temperaturas, se preparó para la ocasión. Tenía puestas dos camperas, orejeras esponjosas y guantes rosados.

Se disculpó con sus amigos por no poder ir con ellos la primera salida pero ellos entendieron y en vez de ofenderse parecían bastante contentos.

-¡Se los dije! Me deben una rana de chocolate cada uno. Sabía que no iban a tardar mucho en tener su primera cita. Escuchó decir a Pepper mientras se alejaban los tres.

Oliver estaba dándole su autorización a Filch cuando Callie lo encontró. Una vez terminados los tramites, caminaron por el camino a la ciudad. Era un sendero de tierra bien definido por las veces que fue circulado. Hogsmeade resultó ser más extraordinario que en las fotos que Callie había visto. Magos y brujas con túnicas largas, alumnos de Hogwarts riendo y corriendo de un lado a otro. Este era ahora uno de sus lugares favoritos.

No tenían mucho tiempo para disfrutar, en dos horas y media tenían que estar de regreso en Hogwarts, por lo tanto no tardaron en entrar al primer negocio. Honey Dukes.

Plumas acarameladas, copos de azúcar voladores y ranas de chocolate. Todo se veía delicioso, pero los precios no eran para nada amigables. Callie compró unas gomitas con forma y olor a flores, le dio una última miradita a las plumas de caramelo y salió de la tienda con Oliver a su lado. En la tienda de al frente salían los amigos de Callie hablando sonrientes.

-¡Call!-llamó Aaron. Tienen toda la colección de las figuras de acción del equipo de Italia, tienes que verlas.

Oliver se disculpó y volvió a la tienda de dulces a buscar algo que había olvidado.

-¿Cómo la estás pasando?-le preguntó Pepper interesada.

Callie le dijo la verdad, se la estaba pasando en grande pero que no había mucho... romance. Pero su amiga parecía habérselo pensado todo. Le sugirió el café de Madamme Peudiepie, según ella era un lugar hermoso y tranquilo donde van varias parejitas.

Una vez que Oliver volvió, entraron al lugar que tenían en frente.

La tienda de la que salían era de quidditch. Tenía escobas en exposición en las vidrieras y libros sobre el juego, sus reglas, equipos ganadores y mundiales.

Callie nunca había visto escobas tan relucientes en su vida. Habían paredes repletas de estas, negras, marrones, con apoya pies, sin apoya pies, con ramas largas y cortas. Era una tienda genial.

Oliver también estaba fascinado, lo encontró hablando con el tendero. Pero había algo extraño en su forma de hablar, parecía mayor.

Estaba comprando rodilleras de cuero negro.

-¿Te gustan?- le preguntó mientras buscaba su dinero.

-S...-Callie no pudo terminar la frase, Oliver sacó de uno de sus bolsillos un saco pequeño lleno hasta el tope de galleones dorados, al ver su reacción se sonrojó y los escondió otra vez quedándose algunos en la mano para pagarle al mago detrás del mostrador.

Ya fuera de la tienda Callie se disculpó.

-Perdón por mi reacción, es que me sorprendí por la cantidad de galleones que tienes en el bolsillo ¿Y si te roban?

Oliver suspiró pesadamente -Mis padres exageran con el dinero que me envían, siempre lo hacen, aunque yo les diga que no.-Paró un segundo para mirarla a los ojos antes de seguir.

Aunque intentaran robármelo, no podrían sacar las monedas, el bolso está cerrado con una clase de candado, solo se puede abrir con mi anillo.

Tenía que admitir que eso era sorprendente, pero como Oliver no parecía cómodo hablando de su dinero, Callie cambió de tema enseguida y lo agarró de la mano para llevarlo al café de Madamme Peudiepie.

Apenas entraron, sintieron el calor de la chimenea. El lugar olía a galletas caseras de jengibre y a jugo de calabaza.

Luego de sacarse todo el abrigo extra que había llevado, Callie se sentó en la silla que le acercó

Oliver. En ese momento se dio cuenta de que se había estado portando como todo un caballero todo el día, le sostenía las puertas de las tiendas, la dejaba pasar antes y ahora le acercaba la silla. Ese chico era de oro. Se puso a pensar qué pensaría su madre sobre él, seguro que le agradaría, el problema era su padre. Se le escapó una risa.

-¿Qué pasa?-Le preguntó del otro lado de la mesa.

-Estaba pensando en si le agradarías a mi familia-le respondió divertida Callie.

-Mi madre estaría encantada, eso seguro pero mi padre por otro lado, digamos que no le gusta que yo tenga...- ¿Qué eran? Nunca lo había pensado. Se habían besado y los dos se gustaban pero no eran novios oficialmente. -Oliver ¿Que somos?- necesitaba preguntárselo.

-Que quieres que seamos?-le respondió.

Callie pensó que era una broma, buscó una sonrisa en su cara pero Oliver se veía totalmente serio. No supo qué responder, el chico que tenía enfrente era distinto a todos los otros que había conocido. Por más de haberlo conocido por menos de tres semanas, se sentía totalmente segura cuando estaba con él. Oliver la defendió cuando Karina la molestó, la acompañó a su sala común por más de morirse de sueño después del castigo de Snape, la escuchaba y se complementaban. Él la impulsaba a defenderse y ella lo relajaba y cuando estaban juntos se convertían en mejores versiones de ellos mismos.

Oliver se paró, corrió la silla y con un movimiento de varita hizo que todas las flores de los centros de mesa, de la barra, de los floreros y las que estaban sobre la chimenea se posaran a los pies de Callie.

Todas las parejas voltearon para verlos a ellos dos.

-Callie Mary Jones. Eres la chica más perfecta que haya conocido, graciosa, divertida, comprensiva, amable, generosa, inteligente e increíblemente hermosa. No me puedo imaginar estando más feliz con otra persona que contigo ¿Serías mi novia?

Sin darse cuenta, Callie se había parado y quedado a escasos centímetros de Oliver.

Separó sus labios para susurrar una palabra.

-Sí.

Slytherpuff, querer o amar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora