Capítulo 14

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Huele a perro muerto, pero mal.

-Creo que debo advertirte que hay un guardia tirado ahí dentro. Cuando vinimos con Erick ambos quedamos un poco... ¿cómo decirlo?... traumados.

O sea, que cuando Audrey y yo vinimos, no solo no se salvaron los enfermeros, sino que tampoco lo hicieron los guardias que nos preguntaron dónde estaba la chica en ese momento. En todo caso, me pregunto si esa chica seguirá de alguna u otra forma "viva".

-Gracias por el aviso. Aunque por el olor lo puedo imaginar.

La oscuridad que nos rodea sería casi total si no fuera gracias a la iluminación de la luna que atraviesa los ventanales. Abro la puerta de la sala de enfermería y el hedor se vuelve cinco veces peor. Me veo obligada a cubrir mi nariz y boca con ayuda del cuello del sweater. Escucho una arcada de parte de Erick, carraspeo un poco mi gasganta para evitar de que se me pegue.

-Está peor que la última vez – dice Brian.

-Me quiero ir – dice Erick.

-Espera, si será rápido – le responde – no te alejes de mí. En un rato ya no sentirás el olor, lo prometo.

No tengo ganas de respirar, me da la sensación de que todo está sucio, hasta el aire, es como si mi nariz estuviera tapada con mierda. Brian entra y busca en los cajones abriéndolos uno por uno. Saca unas botellas plásticas, una caja que contiene algo en su interior, unas cuantas vendas y gasas, muchas gasas.

-Nos puede servir para después, dejaré las que sobren de repuesto – Guarda todo en su bolso – Tengo las tijeras aquí conmigo así que no necesito otras, pero ¿sabes que me haría falta? Una tela adhesiva. Busqué la vez pasada cuando vinimos con Erick, pero no encontré. – se detiene pero enseguida vuelve a hablar – ¿Sabes cómo hacer curaciones?

-¿Tu sí? – respondo.

-Mi mamá me ha enseñado varias cosas de este estilo desde que tengo memoria – sonríe – Es enfermera – se toma un momento – o era, ya no lo sé.

-Brian – replica Erick – vámonos luego.

-Vamos al salón que está ahí – dice volviendo a colgar su bolso en la espalda – te limpiaré esa herida para que no se te caiga a pedazos la pierna.

Sus palabras me inquietan un poco, ¿tan mal estuvo lo que hice? ¿Cómo que se me va a caer la pierna a pedazos? Lo escucho reírse un poco mientras entramos al salón sin ningún maldito problema.

-Tranquila – dice sonriéndome – no se te va a caer la pierna, o sea, eso creo.

-¿Cómo que crees? – sinceramente estoy un poco ansiosa.

-Es que... No es como que se te vaya a caer así como así, pero quiero evitar que se infecte, porque una infección puede causar una gangrena y bueno... – se detiene – Pero esos son casos muy extremos, así que no te preocupes.

No se si eso ayuda a calmarme.

Suelta su bolso en el suelo y comienza a arrastrar un par de mesas hasta que queden unidas dejando una más a un lado. Vuelve por su bolso, hurga un poco y saca una de las botellas junto a una gasa. Abre la botella y vierte un poco sobre la mesa que está sola y comienza a frotarla con un trozo de la gasa. Es alcohol, el aroma se siente hasta aquí. Una vez que termina de limpiar saca variadas cosas más de su bolso y las deja encima del pupitre.

-Tírate aquí – dice dando golpesitos los mesones que están unidos – boca abajo.

Ahora entiendo, estaba haciendo una especie de "cama".

Hago lo que él me dice, sinceramente me da un poco de vergüenza, pero a él parece no importarle. Saca una caja de su bolso, retira de esta un par de guantes y se los coloca.

-Esto es suero fisiológico – me muestra una de las botellas moviéndola un poco – y está sellado, por ende, está estéril. Voy a limpiarte con esto la herida y luego te pondré un vendaje limpio.

-Gracias – respondo.

Desata el nudo que rodea mi pierna derecha e intenta separarlo de la herida con cuidado. Toma la botella que dejó en un costado y quiebra la boquilla. El líquido frío corre por mi muslo mientras siento como el pedazo de tela está siendo separado gracias a la ayuda del suero.

-¿Qué quieres estudiar? – le digo para romper el silencio.

Escucho una risilla.

-Medicina ¿por qué? ¿se nota mucho?

-Nah – respondo apoyando mi mentón sobre mis manos – para nada, cómo crees.

-Mi mamá es la culpable – se vuelve a reír – y tú, Clare ¿Qué te hubiera gustado estudiar?

Me había olvidado que ahora me llamo Clare.

-No lo sé. Estaba pensando en ser maestra de escuela.

-¿En serio? ¿De qué asignatura?

-Gimnasia. – digo – En realidad, no me llamo Clare.

-Lo sé – me responde – no sé como te llamas en realidad, pero es obvio que no es Clare. Cuando me lo dijiste me di cuenta de que estabas mintiendo, eres mala mintiendo.

-Sarah – digo – me llamo Sarah.

Toma unas cuantas de las gasas dobladas que están en la mesa que limpió y las coloca sobre la herida. Enseguida abre una de las bolsitas en la que viene enrollada una venda y la saca; con ayuda de la tijera corta un trozo y me lo entrega, yo se lo recibo.

-Necesito que te levantes ahora – dice – es para envolver la pierna y así sujetar la gasa contra la herida.

Me levanto con cuidado de no mover mucho la pierna, tengo miedo de cagar algo, lo que sea. Quedo de pie a su lado, pero inmediatamente se agacha y comienza a rodearla varias veces con la venda. Una vez que termina me quita con delicadeza el pedazo que me entregó y amarra todo el vendaje con este para que no se mueva.

-¿Qué te pasó? – pregunta – hasta tu bucanera tiene sangre pero la herida no es para nada grande.

-Me caí y me enteré una astilla.

-Harto violenta la astilla, entonces.

-Concuerdo contigo – digo – Y gracias por esto.

-No hay nada que agradecer – me da una amplia sonrisa – Deberíamos salir de aquí. ¿Estás segura de que está bien si vamos con tus amigos?

-No hay drama con eso – respondo – Solo vamos, yo creo que me están esperando.

-Está bien.

Jóvenes Supervivientes: Génesis [EN EDICIÓN x CREADORA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora