Capítulo 3: Destino equivocado

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Jimin esbozó una pequeña sonrisa, mientras su respiración volvía a la normalidad.
¿En serio aquel hombre creía que lo asustaría con sus palabras? Evidentemente no tenía idea de quién era Park Jimin, príncipe de Oren, doncel e hijo mayor de la dinastía Park. No claro que no lo sabía, y el príncipe estaba dispuesto a hacerle tragar sus amenazas.

Caminaron lentamente entre aquellos hombres que seguían arrodillados ante el emperador, Jimin hizo seña a sus acompañantes para que lo siguieran. Suga giró su cabeza y entonces volvió a hablar.
-¿Y ustedes quiénes son?- indagó mientras miraba al grupo que los seguía.

Jimin se apresuró a contestar.
-Kim Taehyung, mi fiel sirviente y compañero- dijo señalando a su amigo.
Kim Arem, mi protector, encargado de mi seguridad- señaló ahora a su otro amigo.

-Imagino que debe de estar muy acostumbrado a sus acompañantes- comentó el emperador.

-Así es- respondió.

-Bueno señor Kim Arem, sus servicios no serán requeridos aquí, como verá este palacio es una fortaleza y la seguridad es lo que sobra- explicó mirando a Namjoon.

Este parpadeo varias veces y miró al príncipe.
-Kim tiene órdenes específicas de no separarse se mi y de velar por mi seguridad y la de mi sirviente, así que si lo necesito aquí conmigo- dijo Jimin mirando directamente a los ojos de Min.

-Pues he dicho que debe volver a su reino y es mi última palabra- escupió.

Jimin se acercó al emperador y así como este había hablado en su oído imitó su acción.
-Se habrá dado cuenta que no solo puedo ser un desafío divertido, puedo convertirme en su peor pesadilla "mi rey", así que, no crea que podrá doblegarme por unas cuantas amenazas, viví toda mi vida en un reino donde han intentado robarme, violarme, y hasta matarme y aquí me ve, enfrentando mi destino. No se confunda "mi rey" soy de todo menos un hombre con miedo.
Mis acompañantes se quedan conmigo y es mi última palabra- las palabras de Jimin salieron profundas y amenazantes, el emperador respiró con dificultad y lo miró a los ojos. El pequeño príncipe estaba acostumbrado a dar pelea y esta no sería la excepción.
Jimin comenzó a caminar junto a sus compañeros, el emperador volvió en si y adelantó sus pasos.

El protocolo era sencillo, él era el rey, él debía caminar por delante mientras a su alrededor todos se incaban, su compañero, su príncipe debía caminar detrás de él con su mirada al piso y solo podía levantarla si él lo autorizaba. Jimin hacía todo lo contrario y eso lo exasperaba.
El juego sería difícil, mucho más de lo que se había imaginado pero ahí estaban ambos dispuestos a dejarlo todo para salir victoriosos.

Entraron al salón principal, al menos unas veinte mujeres ataviadas con túnicas blancas esperaban mientras sus miradas estaban pegadas al suelo.
Min hizo una seña y una de las mujeres, evidentemente mayor, se acercó a él aún con su mirada gacha.
-Sumin, muéstrale al joven Park sus aposentos y el de sus acompañantes, explíquele como debe vestirse y el protocolo para la cena de esta noche.

-Si mi señor- contestó sin siquiera levantar su cabeza y se acercó al príncipe.
-Acompañeme señor Park por favor- dijo en un tono casi inaudible.

-Jimin, solo llameme Jimin, el señor Park es mi padre y le aseguro a él si le encanta que lo llamen de esa manera- explicó mientras buscaba la mirada de la mujer.

-Aquí para la servidumbre es el señor Park y está totalmente prohibido que alguien lo llame de otra manera que yo no autorice- la paciencia de Min se estaba acabando.

-Le encanta que su gente le tenga miedo, ¿verdad?, ¿nadie le explicó jamás que la manera de reinar a un pueblo es mostrándole su respeto y no solo exigirlo? Ya sabe se cazan más moscas con miel que con hiel-

Las personas allí presentes se miraban unas a otras, nunca nadie había intentado si quiera ver a los ojos al emperador y el doncel no solo lo hacía sino que lo provocaba deliberadamente.

Min lo miró furioso, su voz más grave de lo normal agitó la estancia.
-No juegue con mi paciencia Park-

- ¿O si no que? ¿Acaso va a castigarme, a torturarme?- bufó

-Ni se imagina de lo que soy capaz principito- escupió totalmente cabreado.

-Le aseguro "mi rey", que mi tortura a comenzado en el mismo instante que subí a mi carruaje con camino a mi destino.

Jimin se acercó a la mujer y comenzó a subir las escaleras.

Jamás Min se había quedado sin palabras, él siempre sabía que decir o como actuar, pero Jimin este descolocaba todos sus sentidos. Lo hacía verse vulnerable y eso no le gustaba pero no podía evitarlo.

Una vez en su habitación designada, Jimin miró hacia todos lados. Era gigantesca y con lujos desbordantes. Totalmente ostentoso pensó. La mujer se encontraba de pie junto a la puerta mientras Jimin curioseaba todo el lugar.

-Señor Park, dentro de éste mueble podrá encontrar sus prendas de vestir, más tarde puedo venir a ayudarlo con su baño y su atuendo para esta noche- explicó.

-Sumin, ¿verdad?, dime Jimin, de verdad me sentiría mucho más cómodo si así lo hicieras, al menos cuando estemos solos. Con respecto a tu ayuda, te lo agradezco, puedes venir cuando lo creas conveniente.

-Yo no puedo llamarlo así, usted escuchó al señor Min, si se entera que no hice caso a sus órdenes él...

-Te castigará no es asi-

La mujer asintió agitando su cabeza.
-Señor Park, realmente usted no debería provocarlo.

-Por qué?, ¿porque también me castigaría?. Dime Sumin, ¿eres casada?-

-Oh no, eso está prohibido, el emperador no lo permite- explicó la mujer.

-Y no te hubiera gustado hacerlo?, ¿digo enamorarte y ser feliz con alguna persona?-

La mujer lo miró con una mueca de tristeza
-¿A quién no le gustaría enamorarse y ser feliz?- dijo.

-¿Y crees que hay peor castigo que no poder hacer lo que realmente deseas en la vida?- preguntó acercándose a la criada.

-Bueno, creo que no-

-Mi padre me vendió al emperador solo por poder y fortuna y ahora tendré que casarme con alguien a quien no solo no amo sino que además es despreciable,¿crees que cualquier castigo o tortura que él me imponga será peor que hacer lo que no quiero de mi vida?, te aseguró que no, nada sería peor, así que no pienso callarme ni ser cuidadoso con mis palabras, no pienso ser sumiso ni doblegarme ante sus amenazas, prefiero que mañana mismo me cuelgue en las puertas del palacio antes que rendirme sin luchar por lo que quiero. Así que Sumin, a la mierda con el hijo de puta del emperador-

La sirvienta abrió los ojos como platos y luego de unos segundos comenzó a reír junto con el príncipe.

Un paseo por el jardín Donde viven las historias. Descúbrelo ahora