Capítulo 24: La estrategia del Rey

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El silencio era ensordecedor, las calles desoladas pintaban un escenario macabro. Algunas antorchas apenas iluminaban la madrugada. Las pequeñas casas, sombrías, pintaban en el ambiente la angustia de la soledad.

Los hombres marchaban silenciosos, alertas, las miradas surcaban el espacio, y la tranquilidad ahogaba a sus habitantes. El sonido de las botas golpeando las empedradas calles dejaban ver que nada bueno sucedería allí.

El hombre miró hacia atrás, los hombres detuvieron su marcha, la señal fue clara así como lo había sido la orden. Cazar, matar, atrapar.

Se dispersaron hacia ambos flancos. Las pequeñas casas fueron invadidas con violencia, el sonido de las puertas cayendo inservibles, los muebles destrozados recorrían las calles. La soledad los recibió y aquellas víctimas buscadas no fueron encontradas.

-¿Qué demonios pasa aquí?- preguntó el primer oficial al mando.

-El pueblo está vacio- respondió casi sin aliento uno de los subordinados.

-Esto no es posible, el rey nos matará a todos- gritó con rabia el hombre.

El caos resonó, mientras la noche le daba lentamente paso al día.
Rodeados, estaban rodeados, hombres con el emblema del León los acorralaban, hombres comunes y rebeldes preparados para una lucha sin tregua. Unos morirían otros saldrían de allí con heridas, pero lo seguro era que cada uno lucharía por su verdad.

Golpes, flechas rozando los cuerpos, espadas sangrando la sangre de los muertos, todo era caos, muertos regaban las calles, heridos que jamás sobrevivirían, y soldados huyendo del embate de los pobladores que con manos y armas rudimentarias lograban acabar con la amenaza de un rey que pocas fuerzas reunía ya.

Los gritos de victoria recorrían el lugar, aquellos que habían caído lo habían hecho con la sabiduría de que habían construido su libertad, la de los suyos.

Hoseok se puso en marcha junto a los rebeldes. El palacio los esperaba ininmutable ante la guerra que se llevaría acabo. Nadie quería rendirse, nadie bajaría los brazos hasta que la victoria fuera una palpable realidad.

Al frente el gran ejército se erguía orgulloso esperando el momento. Un grupo de rebeldes esperaba la señal en el lado oeste del palacio, mientras el resto de ellos llegaban con Hoseok, Jungkook, Seokjin, Namjoon y Taehyung a la cabeza.

-El rey León reclama su reino, el impostor debe caer, los aliados despojense de su emblema los demás prepárense para la guerra- el grito de Jin retumbó en el lugar.

Los soldados se miraron unos otros, nadie entendía lo que sucedía pero cada uno sabía que lado debían tomar.

-El rey Dragón dio la orden, les exijo que peleen a mi lado- gritó el primer oficial al mando.

Muchos emblemas cayeron al suelo haciendo eco en el silencio mortal. Habían tomado su decisión y no había marcha atrás.

Hoseok se abrió paso blandiendo su espada a cada paso, la lucha era sangrienta, los hombres caían uno tras otros de ambos bandos.

La guerra había comenzado ya no había vuelta atrás y solo los más fuertes alcanzarían la gloria.

Rodeados por más rebeldes, los soldados del impostor trataban de mantenerse en pie, mientras los soldados aliados veían caer frente a ellos aquellos hermanos con quienes habían peleado a la par, espalda con espalda bajo el emblema de un usurpador.

Seokjin dio la señal, y seguido de un grupo atravesaron los jardines para encontrarse con el rey Min Yoongi y algunos aliados que lucharían a su lado.

Jimin se puso a la par del auténtico rey llenando la vista de un furioso Suga que se lamentaba por haber amado a un traidor.

-Ven aquí, príncipe, de verdad no quiero matarte- habló el falso emperador.

-Esto debe terminar ahora Suga, deja esta absurda pelea con tu rey, por favor- gimió con algo de temor.

Las palabras de Jimin se clavaron en su pecho, cómo podía seguir amandolo sabiendo que estaba al lado de su principal enemigo, pensó. Pero aún así no quería ni podía matarlo.

Suga movió su espada, era la señal para que una cruenta batalla comenzara entre ellos. Él se encargaría de su hermano y terminaría al fin lo que años atrás no se había atrevido a hacer. Le daría fin a su vida y ya no volvería a correr riesgos.

Jimin se alejó unos pasos, viendo como ambos hermanos se preparaban para la pelea.

Yoongi movió su espada, ansioso de terminar con todo aquello. Suga sonrió ladino, sabía que Yoongi no era un gran espadachín aunque no se confiaría claramente.
El impostor se acercó lentamente, a su alrededor el sonido de los cuerpos en lucha invadía sus sentidos, pero no se dejó arrastrar por estos.
El primer golpe fue detenido por el filo de la espada del rey, su técnica había mejorado y Suga se dio cuenta al instante.

Yoongi arremetió con fuerza, cortando la piel del brazo izquierdo de su hermano, un hilo de sangre se deslizaba por su armadura.

Jimin y los otros se enfrentaban al ejército del impostor, peleando cuerpo a cuerpo sin tregua, pero el príncipe no podía dejar de prestar atención a lo que ocurría entre aquellos dos. Su cuerpo quedó atrapado entre los hombres que intentaban matarlo.
Namjoon corrió hasta él abriéndose paso con su sable, haciendo correr la sangre de los que se cruzaban en su camino. No podía ver a su amigo, los tipos que lo habían atrapado lo llevaban arrastrando, se perdían por el inmenso jardín. Nam detuvo sus pasos, su cuerpo se erizó acababa de perder al príncipe y los demás estaban concentrados en su propia pelea.
Corrió sigiloso por todo el extenso verde, pero no había indicios del chico.
No se detendría, debía cuidar a su amigo.

Seokjin buscó a su esposo, se acercó a Taehyung y ambos notaron que tanto el brujo como el príncipe habían desaparecido, el miedo se apoderó de ellos.

La lucha entre los hermanos era cruenta y sin descanso, ambos estaban heridos, la sangre de uno y otro teñía sus cuerpos, pero ninguno se detenía.

Por el rabillo del ojo, Yoongi pudo ver a su amigo correr hacia el jardín y pudo darse cuenta en un segundo que Jimin no estaba allí.

Suga sonrió, su plan estaba saliendo perfecto, mientras él entretenía a su hermano, sus hombres de confianza se habían llevado a Jimin.

El contrataque fue mortal, la espada cruzó sin tregua el lado izquierdo del rey, cayó de rodillas y cuando el impostor se preparaba para dar la estocada final, Jungkook saltó sobre él haciéndolo caer. El chico solo pudo asistir al rey sin importar que Suga ya había salido corriendo detrás de los hombres que se habían llevado al príncipe.

Ahora sí, su amado estaría con él sin importarle nada más. Podía dejar el reino y el poder a su hermano, nada de eso le importaba ya.

Solo quería a Jimin a su lado y nada iba a detenerlo.

Un paseo por el jardín Donde viven las historias. Descúbrelo ahora