•Capítulo 4•

58 5 0
                                    

Ya era de madrugada, y sentía el frio adentrarse casi en mis huesos, pero aún así, decidí darme un baño; estar bajo la tina unos segundos me ayuda a relajarme y despejarme de todos mis pensamientos. Más que un descanso físico, necesitaba descansar mentalmente.

Mi piel se eriza una vez que hace contacto con el agua de la bañera, estaba fría; me sumergí completamente mientras abrí los ojos por un momento y veía mi cabello rubio flotando de una manera hipnotizante que sólo me hacía sentir la necesidad de quedarme ahí. Contaba detenidamente como suelo hacerlo para no pensar en nada más que los números que me dedico a contar, brindándome así algo de tranquilidad y concentración para no desestabilizarme; y sí, suena algo exagerado pero sí hay personas que pueden llegar a un punto de sus vidas donde pierden el control de lo que piensan y de sus acciones, personas como yo.

1, 2, 3.

4, 5, 6.

7, 8, 9.

Salí de la bañera a tomar aire, pero entonces, un recuerdo inundó mi mente..

Tenía 9 años, nunca lo olvidaré…

A medida que me adentraba en aquel lugar, observe lo elegante que era. Estaba perfecto para una fiesta de personas ricas aunque esto no era una fiesta, era mi realidad. Todos vestían de negro donde se podían notar rostros apagados y afligidos como otros de un dolor fingido. Sentía las miradas sobre mí mientras algunos lloraban y contaban anécdotas de momentos que recordaba y estuve como en otros que no. Jugaba repetidamente con mi vestido de color negro, por lo que ahora sé, que era ansiedad lo que tenía en ese entonces. Todo se sentía tan triste, me sentía sola y por primera vez el frio que sentía no se disipaba por ponerme un abrigo, pero, ¿cómo lo haría, si el frío venía de mi soledad? Aunque estaba pequeña sabía que estaba sola y desprotegida, que nada sería igual. Y quise gritar, derrumbarme en el piso y aceptar que había sido mi culpa delante todos y cada uno de los que se encontraban allí hasta quedarme sin lágrimas.

Tuve que haberlo hecho para no sentirme así como ahora...

Me acerque a pasos temblorosos a aquel lugar donde muchos se aferraban con gran dolor, yo podía sentirlo pero aun así no derramaba lágrima alguna. Las miradas de lástima pesaban en mis hombros y desde ese día sentí tanto asco por aquel sentimiento que no merecía. Todos deberían odiarme tanto como yo pero no lo hacían y no lo entendía.

Una vez que levante mi mirada, observé una niña de ojos grises que estaba en la esquina de aquel recinto mientras lágrimas salían de ella y se aferraba a la que parecía ser su madre, no la conocía, nunca la había visto pero la envidie con gran afán; lo hice por un momento porque yo no podía sacar lo que ardía en mi pecho y no tenía a quién aferrarme como ella. Ahora sé que lo que sentía en mi pecho aquel día era dolor, un dolor que consumía…

Una vez frente a aquella caja grande, decidí observar en su interior y sentí como algo se quebró dentro de mí, algo que con el pasar de los años no ha podido repararse y se encuentra en lo más oscuro de mí, con temor a ser tocado. Sin duda alguna, era mi corazón que aquel día se rompió. Era mi culpa que él estuviera en ese ataúd.

Lo observé unos minutos esperando que pudiera abrir sus ojos pero no lo hizo. Lágrimas salían sin control de mí, porque él me mintió, dijo que siempre estaría y rompió su promesa. Estaba tan confundida que no sabía si después de todo, la única culpable era yo.

Sin duda alguna, era ingenua. Pensaba que cerrando mi vista con fuerza y obligándome a recordar aquel suceso, podría cambiar de lugar con él para ser yo la que estuviera en donde el se encontraba; yo lo merecía. Pero qué devastador era observar mi asquerosa realidad, esa que yo tracé sin ninguna intención para mí.

Personas entraban y salían todo el día mientras yo me encontraba sentada en la esquina de aquella habitación, tratando de idear una solución antes de que se lo llevarán, pero aún así, nada pude hacer. Ahora todo se encontraba solo y era hora de ir a casa pero yo no quise hacerlo. Recuerdo que ese día dormí allí y me entendieron completamente, acompañándome en aquel lugar donde él ya no estaba pero me hacía creer que su esencia seguía ahí llenándome poco a poco, para conservarla el resto de mi vida. Ahora me doy cuenta que esa esencia en mí, se fue desvaneciendo. No pude arreglar lo que rompí con simples lágrimas.

Al pasar de los años, los colores se veían cada vez más opacos y junto con ellos mí vida se iba apagando. Con tan sólo 9 años la necesidad de sentirme viva me invadía todos los días. El estar bajo la bañera contando para mantener la calma se volvió rutinario; nunca sentí la necesidad de quedarme en el fondo de esta, pero ahora cada vez que me sumergo me cuestiono si realmente debo salir.Y si, es algo melancólico y doloroso pero después de todo pude aferrarme al amanecer como mi única luz en medio de la oscuridad, así como lo he venido haciendo durante años.

Cada Amanecer Me Recuerda A Ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora