VIII "Ramas" 🌺

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POV. Ekaterina.

Era capaz de matar, eso me quedaba claro. Capaz de crear ilusiones tan reales pero a la vez tan inestables. ¿Que era? ¿Por qué yo era como Muerte? Yo no podía estar en más de un lugar al mismo tiempo, tampoco tenía dones para ver a los condenados, no tenía nada de parecido con él y sin embargo... Me quería, él me quería.

Por alguna razón sentía que era la primera vez en mucho tiempo que alguien me mostraba cariño, pero no recuerdo haber tenido otra vida. No hay registro sobre mi muerte, no existía en el mundo humano, sólo en el limbo. La única cosa que me mantenía a flote era el hecho de que a pesar de que todos eran fríos y falsos conmigo...tenía a Muerte. Cuidaba de mí, incluso cuando dormía pues sentía su presencia en mis sueños, podía sentir su calor conmigo como si me estuviera cubriendo para protegerme de todos, es para mí lo que los humanos llaman "familia".

Mi todo...

Mi "amigo"

Mi "hermano"

Mi "compañero"

Mi...padre.

Sin importar cuántas veces me tratase como uno más de sus libros o listas, yo seguía ahí. Aferrada a él. Y él aferrado a mí.

– Abre más las piernas, flexiona la pierna de atrás y endereza la espalda...–

Me enseñaba a manejar una espada.

– Ahora: sostén bien la culata y jala el seguro con el dedo– tomó mis manos y las acomodó de forma correcta– apunta al centro, trata de no cerrar los ojos, vas a tirar a la marca blanca...–

Me enseñó a disparar todo tipo de armas.

– Y entonces; cuando te tenga sujeta del cuello vas a sujetarme de aqui– colocó una de mis manos en su antebrazo– ambas manos, así... Así fuerte... Eso es... Y luego...–

Me enseñó a combatir cuerpo a cuerpo.

–Otra vez, derecha– sujetó mis hombros con fuerza y los hizo hacia atrás– mira al frente, ¡Deja de hacer eso, no eres un camello!–

Me enseñaba a conducirme con propiedad y elegancia.

– ¡¿Piensas hacer explotar otra habitación del castillo?!– me miró a los ojos y después me abrazó, me pegó a él y acarició mi cabeza– Si vas a hacer una bomba como esa, avísame primero y no lo hagas sola, ese contenedor tuyo aún no aguanta lo suficiente para recibir tanto daño–
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– Ya te dije, aún necesitas comer porque tú cuerpo aún cree que es humano, hasta que entienda que ya no lo es más seguirás teniendo recaídas y males sino comes–

Me cuidaba y se preocupaba por mí.

– Te traje una cosa– se sentó en la orilla de mi cama y me tendió una caja pequeña– ví que leías sobre los animales de los humanos, y que trataste de hacer una de las arañas que viste. Tus ilusiones serán más firmes y poderosas mientras conozcas más lo que materializan– de la caja salió una araña de jardín y la tomé, enseguida empecé a ver la forma de sus ojos y patas.

Me ayudaba a evolucionar.

Me daba todo lo que no le pedía, era como si leyera mi mente sin necesidad de que se lo comunicara. Pero nunca comprendí: ¿Por qué no volví a ver a Belfegor ni Amira?

Me mantenía encerrada en el castillo, a salvo de los demonios que llegaban a rondar el bosque seco. Me dejaba ver a través de las ventanas cómo los exterminava y después me llevaba una muestra del cadáver para mi estudio.

– Papá...–

– ¿Sí, Ekaterina?–

– ¿Por qué no volvieron?– en mi mente aparecieron las difusas caras de Amira y Belfegor, como si ahora fueran extraños a los que trataba de recordar.

Muerte me tomó de la mano y besó mi muñeca, me llevó hasta el tocador y me sentó frente al espejo; tomó el cepillo plateado y comenzó a pasarlo por mi cabello. Mi cabello no era negro, pero sin la luz se veía de ese color, mis ojos blancos siempre neutros, mi rostro de niña. Si fuera humana, tendría 13, tal vez 14.

– Eso ni yo mismo lo sé, querida– a veces sus palabras me dolían en el pecho; cómo si él sintiera eso pero yo lo sufriera– Te llevaría dónde ellos, pero no sé dónde están, tampoco Gabriel volvió a aparecer...–

– ¿Todos desaparecen así siempre?–

– Solo las personas que no pueden lidiar con sus problemas desaparecen y huyen–

– ¿Tu te quedarás...?– ví su rostro blanco a través del espejo y su cabello negro, sus ojos blancos y sus labios amoratados me susurraron al oído.

– Si alguien se atreve a nombrarte... lo destrozaré de formas peores que a esos demonios del jardín–

Deslizó una rama seca frente a mí, con forma de "Y" y me mostró su mano manchada de líquido negro y espeso.

–¿Cuántos fueron?–

– No los suficientes para hacerle frente a éste cadáver, ni para llegar a tocar a mi princesa–

Soltó el cepillo y sacó mi listón de una caja negra con adornos de árboles secos, su primer regalo para mí, lo colocó al lado de la rama y comenzó a trenzar mi cabello, acariciando mi cabeza y evitando jalar aunque sea un cabello. Llegó al final de la trenza y tomó una de las ligas en un frasco, la colocó para que no se soltase mi pelo y después tomó el listón para ponerlo cubriendo la liga y hacer un moño.

– Mañana tendrás más como ésta– señaló la rama en la mesa– y por cada vez que venga un sólo demonio a por tí, traeré otra y otra y otra, para que puedas hacer tu propio bosque en el salón de baile– besó mi sien y colocó la rama tras el espejo, de forma que luciera.

– No tengo sueño aún –

– Entonces voy a contarte sobre algún muerto– pensó un par de segundos y enseguida respondió– ¿Qué tal los Bonaparte? Una familia un poco megalomana–

Asentí. Otra vez esa sensación de protección y cuidado, una sensación de cariño. No escuché lo que decía, algo en mí ardía con fuerza, con furia y con urgencia.

– Y si a tí te lastiman, te buscaré los contenedores que hagan falta para que nunca te vayas de mí– el humo comenzó a emanar de mi cuerpo hasta llegar a dónde Muerte y rodearlo– te protegeré por sobre todas las legiones demoníacas que se opongan a mí...a nuestro reinado, padre– el humo empezó a impregnarse en su piel y a hacerlo brillar. Fromó una marca de escudo con una espada y una hoz cruzadas frente al escudo, el dragón de mi cuarto empezó a volar y atravesó la pared para perforar la piel de Muerte y quedarse con las alas extendidas debajo del escudo.

– Me acabas de causar dolor...–

Muerte fué quitando su saco, su chaleco, su camisa y en su corazón o al menos donde debería estarlo. El dragón y el escudo estaban ahí, estáticos como un tatuaje.

– Con qué... Así es tu marca...– la acarició con la llemas y me vió en la cama– acabas de hacer tu primera marca... Tu primer sello de protección y tu primer promesa eterna...

Ninguno dijo nada más, yo estaba estática y cansada, apenas y supe cuando cerré los ojos. Y después un "Tú cuerpo empieza a entender"

Señorita M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora