Veintiuno. El veredicto.

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Nos encontrábamos en un corredor que parecía totalmente normal e iluminado

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Nos encontrábamos en un corredor que parecía totalmente normal e iluminado. Las paredes eran de un color hueso y el suelo estaba cubierto de una alfombra, y en el techo había lámparas de aspecto común.

Agradecí que en ese vestíbulo fuera más acogedor, ya que hacía que el lugar estuviera más cálido que en las alcantarillas.

Edward no parecía nada contento, su mirada fulminante se mantenía en una figura que estaba al final del pasillo.

Me jalo para hacerme caminar y Alice camino junto a mí. La puerta siendo cerrada fue lo único que escuche, bueno además del sonido del cerrojo.

Jane nos esperaba en el ascensor con un gesto de indiferencia, tenía la mano extendida para que las puertas no se cerraran.

Estar en un espacio reducido con vampiros los cuales yo sabía que comían humanos no me hacía demasiada gracia, de hecho me sentía totalmente incomoda y un poco asustada, me pegue más a Edward en busca de quitar esa incomodidad, el solo me acaricio el brazo sin apartar la mirada de Jane.

Las puertas del ascensor se abrieron. Salimos a una habitación que tenía aspecto de ser una recepción bastante lujosa. Las paredes estaban revestidas con madera y en el piso hacia una enorme alfombra verde oscuro. Había cuadros de paisajes de la Toscana, y había sillones de cuero claro.

Había un mostrador de madera en el centro de la habitación. Me sorprendió ver a una mujer detrás de él, ya que era totalmente humana.

La mujer dio una sonrisa de bienvenida.

—Buenas tardes, Jane. —dijo.

No mostro sorpresa al ver a las personas que acompañaban a Jane.

—Gianna. —saludo Jane.

Jane prosiguió hasta llegar a unas puertas dobles que estaban en la parte posterior de la habitación. Félix le guiño un ojo a Gianna al pasar a un lado del escritorio, haciendo que ella soltara una risita tonta.

Al cruzar las puertas había un tipo de recepción diferente. Un joven pálido de traje gris que podía ser como el gemelo de Jane vino hacia nosotros, sonrió y le tendió una mano a ella.

—Jane...—

—Alec. —dijo ella mientras le daba un abrazo.

Intercambiaron besos en la mejilla y luego nos miraron.

—Te enviaron en busca de uno y vuelves con dos...y medio. —dijo al mírame. —Buen trabajo. —

Idiota. —pensé.

Ella se echó a reír.

—Bienvenido de nuevo, Edward. —saludo Alec. —Pareces de mejor humor. —

—Un poquito. —admitió Edward.

Alec me dio una mirada y se echó a reír, yo solo atine a mirarlo seriamente.

Nada es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora