5. Bang Bang Bang

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Me miré por séptima vez en el espejo, observándome de pies a cabeza. Era la cuarta vez que me cambiaba de ropa, y aun así, seguía inconforme con el resultado. Más que inconforme. Estaba frustrada, un poco molesta y un tanto deprimida.

Nunca he sido de esas chicas que se arreglan como si fueran a una entrega de premios o un evento elegante. Mi estilo siempre ha sido más bien casual, un poco vintage, vestidos con estampados de flores y esas cosas. Nada demasiado recargado o demasiado pesado para mí. Siempre trataba de verme lo más natural posible, y en realidad me desagradaba usar maquillaje. Sin embargo, luego de mi estadía en el hospital, perdí una considerable cantidad de peso. Pasé de tener un peso saludable a perder unos enfermizos quince kilos. Estaba tan débil que apenas y podía pararme en aquellos días, y parecía un esqueleto al que lo hubiesen cubierto con una sábana. Quince kilos eran un número alarmante, por lo cual me dieron una dieta pesada, rica en carbohidratos y proteínas, aunque parecía ser que mi cuerpo se resistía a aumentar.

Aunque ya estaba un poco más nutrida, la ropa aun me quedaba enorme, y los pantalones me bailaban en las piernas. Me levanté el cabello –tan anaranjado y rojizo que parecía absorberme todo el color del cuerpo-, mirando mi cuello, el pecho, y como se marcaban todos los huesos bajo la piel. Pese a estar vistiendo una blusa cubierta y holgada, seguía viéndome como una espiga... tan delgada que daba miedo. No como algunas chicas, que son delgadas naturalmente y no se ven mal, sino que a mí se me clareaba fácilmente las costillas, y tenía hundida la piel a entre los huesos de la clavícula. Quizás estoy creando una imagen mental muy exagerada; la verdad es que si me veía mal, pero tampoco era un esqueleto andante.

Lo peor de todo, no eran los huesos o la delgadez... sino la enorme cicatriz que se extendía a lo largo de mi esternón. Tenía una coloración rojiza, aun cuando ya estaba sanando, y parecía brillar en contraste con mi pálida piel. Lucía terrible, y me avergonzaba dejar que la gente la mirase. En efecto, aun en mi casa vestía ropa de cuello tortuga y sudaderas y blusas con cuello alto.

Dejé caer la cabeza, desanimada, pensando que, me pusiera lo que me pusiera, nunca iba a sentirme cómoda del todo, porque no era un problema con la ropa, era un problema conmigo...

Conmigo, y con Grim.

Quizás recuerden que aquella noche acordamos en mirar una película en la "caja parlante" –como él llamaba a la televisión-, y yo quería verme lo mejor posible para la ocasión. No es que fuera una cita... ni que yo... eh, que... ¡no, no es lo que piensan! Eh... es solo que... bueno, pues... Grim es la primera persona -¿persona?- con la que he tenido contacto en los últimos días... Allison estaba fuera de la ciudad por un asunto familiar, y Jim estaba muy ocupado estudiando para un lugar que quería ganar para un intercambio en Francia, de modo que la última vez que vi a mis amigos, fue hacía cerca de un mes atrás. Tampoco es que estuviesen todos los días metidos en mi casa, pero solían visitarme al menos dos veces por semana, de modo que cuando ambos me comunicaron que no podrían venir, me sentí un poco triste, aunque me alegraba saber que Grim seguiría cerca y no estaría del todo sola.

Tengo que admitir que, aunque al principio esto me asustó, fue bastante agradable luego de que me acostumbre a sus locuras...

Podía ser que Grim fuese un demente y loco, pero era el único que seguía cerca, y por lo tanto, mi única compañía, y no quería causarle una mala impresión de mi... ¡Y mucho menos quisiera que me viese como un hueso andante! Tal vez piensen que quizás me estoy esmerando demasiado en mi aspecto, pero la verdad es que siempre me esforzaba por verme, aunque fuera, un poco decente delante de él; además, yo no estaba acostumbrada a tratar con hombres o chicos, de modo que sentía que verme presentable, sobre todo porque esa noche, Tony había decidido quedarse a dormir en casa de uno de sus amigos, de modo que estábamos completamente solos en la casa.

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