24. En el jardín de las bestias VI

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Pesadillas...

Horribles visiones...

Ah... ¿Dónde estoy...?

¿Qué es...? ¿Qué es esto...?

"¿Qué más podría ser?"

Todo era negro a mi alrededor, pero esa voz era clara, una punta de acero partiendo en dos la oscuridad frente a mis ojos, poco a poco, tomando forma, hasta que la delgada línea pálida cobró vida propia, agitándose como una anguila oscilante en el medio de un río profundo, y frente a mí, la silueta blanca de Evilynn, toda resplandeciente, toda luminosa, se derramó como luz líquida delante de mí.

"Has agotado todas tus fuerzas..." dijo en voz baja, sus inmaculados cabellos danzando mientras se adelantaba hacia mí, como si quisiera atraparme en el medio de esa caída amortiguada en la que me hallaba. "Eres insufrible... ¿Hace cuánto no usas así tu presión?"

-Varios meses... -respondí, haciendo memoria...

La última vez que había usado mi presión así...

No quería pensar en ello...

"Estas fuera de forma..." replicó Evilynn, casi chasqueando su inexistente lengua "Ahora deberé usar mi presión, o será peor para las dos..."

-¿Moriremos...? –quise saber, incapaz de moverme siquiera. La idea de morir, aun como me hallaba, aun devastada por las heridas, la pérdida de sangre y el dolor, me parecía tonta-. No seas tonta, Eve... Tú y yo no moriremos hoy... Aún tenemos mucho que hacer...

"Que pensamiento más arrogante" murmuró, dividida entre la admiración y la incredulidad. Sus manos, sin ningún tipo de sensación en específico, me abordaron suavemente las muñecas, fluyendo hacia mi cuerpo, disminuyendo la velocidad de mi caída hacia ese abismo negro e infinito, "pero, tienes razón..."

Sentí que la oscuridad me engullía, aun cuando las manos de Evilynn tiraban fuertemente de mí, era como si estuviera succionándome.

La oscuridad dejó de ser etérea, y poco a poco se transformó en aire frío, denso. Aire que cobraba color y forma tras mis párpados cerrados.

Mas visiones, más pesadillas...

Habían llegado como una tormenta...

En silencio, sin dar aviso, sin revelar una pista de lo que pasaría...

"Aún nos queda mucho por hacer..."

.

.

.

Me arrojé en medio de los pilares de la vacía capilla de San Pedro. A las siete de la mañana, apenas había un alma allí dentro, y salvo una mirada curiosa de parte del joven sacristán que encendía todas las velas del altar, nada más podría haberme interrumpido. Pese a haber flores a reventar, el apeste a sudor y cebo parecía adherido a mi piel, a mi lengua. La ira me abrazó con su lengua de fuego, el asco, la desesperación, una mezcla insoportable que me aceleraba el corazón y me quitaba todo el aire.

Solo había sido una persona con su perro. Solamente un pobre transeúnte en el pueblo, paseando a su mascota, el timbrazo de la bocina de los automóviles, el agarre súbito del dependiente de la tienda. Todo coincidió, y el escándalo me sumergió de vuelta en ese infierno imaginario...

Escuchaba sus voces, el silbido de las cadenas, colgando de mis brazos, al rozar el piso y su tintineo al contonearse al asqueroso ritmo de sus movimientos. Podía casi sentir el nauseabundo hedor de sus cuerpos, el sabor de la sangre mezclada con otros fluidos...

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