29. En la noche más oscura

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Hola! Queridos ratones de campo!

WAAA! Antes que nada, bienvenidos a Wattpad :D, si es que lo están leyendo en wattpad, y si no pues... hola, nada mas XD este es el primer capítulo que subo aquí, a ver que tal nos va.

No sé si han notado, pero mis fics fueron bajados de fanfiction net, yo los bajé. Estoy corrigiendolos, en cuanto a trama y ortografía, al igual que los capitulos anteriores de este fic.

Ufff, yo sé, ha pasado... mucho tiempo, por decirlo de una manera. Y lamente mucho el restraso. Si soy honesta, he pasado unos meses terribles, y sé que no es excusa, pero no quería ni escribir ni nada. Por cuestiones de salud física y mental, prefería mantenerme al margen, por casi cinco meses, pero ya he vuelto. No voy a mentirles, las actualizaciones van a ser muy esporádicas, pero voy a seguir subiendo el fic!

Por el momento no responderé reviews, esto de trabajar en línea es una joda, la verdad. Pensé que tendría mas tiempo libre pero nope! Es peor :(

Pero bueno, no le doy más vueltas al asunto!

Espero que les guste el capítulo, y si les gusta y creen que me lo merezco, dejénme un review o un comentario para que lo sepa :3

Espero estén muy bien, chicos! Gracias por la paciencia y apoyarme siempre! Les mando un abrazo!

Al fic!


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En la noche más oscura

o.o.o

La oscuridad se movía densa, traicionera, sobre un velo fino que serpenteaba ondulante sobre el color negro de lo que parecía la superficie del mar. Cambiaba, se agitaba, un camino como seda que se desvanecía tras mis pasos sigilosos sobre esa superficie de obsidiana líquida, reflejando la luna, las estrellas, luces incandescentes que contrastaban violentas con la naturalidad de aquel paraíso nocturno que rodeaba el islote.

Me miré los pies, blancos como la misma luna reflejada sobre el agua, la misma que no llegaba a mojarme los dedos, aun cuando la veía entrelazarse sobre mis pies, mis tobillos. No estaba helada, tampoco el viento de la noche. Miré mis manos, la piel traslúcida, como la de un espectro, dejaba entrever el flujo constante de la marea alta, las curvas de las pequeñas olitas, mis propios pies, y supe que se trataba de un sueño.

Estaba soñando.

Era de esas veces que la revelación llegaba a mí como una visión a un profeta. No tenía que comprobarlo para saberlo, simplemente me era claro y conciso, no era tampoco la primera vez que pasaba, así que no era una sorpresa ni algo que me inquietase. Solía tener ese tipo de sueños cuando me hallaba inquieta, asustada o preocupada por algo, por el futuro o el pasado, si soy exacta. Mi mente se llenaba de una corriente de colores, imagenes y voces que a veces retrataban recuerdo perdidos en mi inconsciente, cosas de las cuales no me acordaba tan claramente. A veces eran pequeños atisbos del porvenir, interpretaciones, metáforas, como fábulas de un libro para niño que se dejaban mirar hasta que comprendían que estaba allí, observandolos, y entonces se desvanecían en una bocanada de humo, un haz de luz, el salpicar de millones de gotas cayendo al vacío.

Pero esto, era diferente. Las partículas que flotaban frente mis ojos no eran los vestigios de una lluvia de recuerdos, ni miles un rayo de luz o las virutas del humo cambiante del incienso que me daba a entender que el sueño había acabado y era hora de volver a la realidad.

No, estás parecían virutas que deja la ceniza, las partículas luminiscentes de un incendio, de algo ardiendo hasta consumirse...

Y, como si hubiera roto un velo con el filo de la realización, el olor del humo me minó los sentidos, el calor de las llamaradas ardió con tal intensidad que estuve a punto de echarme hacia atrás para evitar que me quemara o se adheriera a mi ropa. Fue como despertar, dentro de ese mismo sueño. El fuego casi me alcanzaba, pese a estar casi al borde del islote, sobre unas salientes de piedra que se proyectaban como espinas sobre el mar, rodeando algo que parecía una especie de cárcel, de enormes muros con pequeñas ventanas de las cuales asomaban llamaradas violentas que se sacudían como demonios siendo exorcizados. No lograba ver con claridad, no podía; el fuego me deslumbraba, y lanzó un estado de alerta en mí que casi me puso frenética.

Donde sueñan los relojesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora