10. La curiosidad por sobre todas las cosas

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De acuerdo. Bien.

Resumiendo los hechos en pocas palabras, las cosas no parecían tan malas después de todo.

Grim justo me había confesado que era un antiguo ser sobrenatural que durante miles de años su único trabajo había sido recolectar las almas de los muertos para evitar que se perdieran, y que pese a lo amenazador que aquello podía ser, había Van Helsings modernos, que se atrevían a darle caza a criaturas como él. En realidad, Grim había usado un término más temerario para referirse a sí mismo (léase Dios de la Muerte), que la verdad no me hacía sentir muchísimo más tranquila con respecto a todo aquello.

Claro, tan tranquila como puede estar una luego de saber todo esto.

Llevaba cerca de dos horas encerrada en mi habitación, y la verdad es que no sabía cómo salir de allí y enfrentarme a lo desconocido sin saber absolutamente nada de la situación. No sabía cómo volver y entablar una conversación civilizada cuando mi último contacto con el mundo exterior había sido una bofetada para un Shinigami que me besaba, mientras su amigo vagabundeaba por mi casa.

¿En qué momento se había vuelto mi vida así de compleja y extraña? ¿En que instante se volvió todo tan poco común y peculiar?

Me atrevo a decir que todos soñamos con vivir experiencias mágicas, extraordinarias, descubrir que la mágica existe, que hay otros mundos allí fuera, o que hay secretos que nadie se atreve a revelar. Queremos creer en los mutantes, en humanos que obtienen súper poderes al ser mordidos por insectos radioactivos, en habitantes de otros planetas, en vampiros, extraterrestres y todo ese tipo de cosas que sabemos difícilmente sucedan o se nos presenten en la vida. Es algo, salvo los aliens, totalmente imposible, o al menos es lo que nos han enseñado.

Ahora me siento un tanto traicionada por la sociedad, una sociedad que jamás me preparó para este tipo de situaciones. Hoy en día la gente hace simulacros en caso de ataques zombi, ¿pero no en caso de que haya dos Shinigami rondando por tu casa?

Vaya, quizás si me estoy volviendo loca. Pero tengo que mantener la calma.

"Oh, Dios, tendría que estar loca para mantener la calma..." pensé alicaída, tendida en el medio de mi cama, cubriendo mi rostro con las manos,"Mmm, probablemente lo esté."

¿Qué sabía yo de los Shinigami? Bueno, el folclore japonés es algo que siempre me ha gustado, especialmente todo ese rollo de los Samurái, el Bushido y todo ese tipo de cosas. Sin embargo, había leído lo suficiente (y visto los animes suficientes), como para tener una idea clara de lo que el término Shinigami significaba. Criaturas que sembraban en los corazones humanos el sentimiento de querer morir, que susurraban invitaciones irresistibles a los mortales para caminar lentamente hacia el fin de sus vidas, aunque por otro lado, nunca se aclara del todo lo que el término Shinigami quiere decir en realidad, y la mayoría de las menciones que se hace hacia estos seres son más de carácter romántico-trágico, acabando con la vida de dos amantes o con suicidios dobles, que de tono mitológico, o destructor y como el simple final de la vida.

Pero si algo estaba claro, era que Grim tenía una clara relación con la Muerte; ya fuera que ella estuviese rondándolo como un buitre o que fuese él quien la invocase sobre la cabeza de algo pobre desdichado, allí estaba. No se necesitaba mucha inteligencia para comprender que el mortal ataque a Grim la noche anterior no había sido más que su presentación cordial ante nosotros. Tampoco es como si yo no la hubiese reconocido; me había sujetado bastantes veces en sus brazos a lo largo de mi vida, solo para dejarme ir por fuerzas mayores, o porque quizás se divertía conmigo. No lo sé. No quería morirme ahora, la verdad, aquello sería una verdadera tragedia. El punto es que ella lo seguía como un ave de presa, y yo no estaba del todo segura de si quería formar parte de esa simbiosis.

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