Instalándose en el castillo

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 Cuando Nixie estuvo segura de escuchar el corazón de la señora Pomfrey en un estado de reposo total —ósea que ya se hubiera quedado dormida—, se levantó de la camilla pues no tenía la intención de quedarse dormida mientras Esme y Kaa no estuvieran instalados en le castillo. La poción ya había hecho su efecto, se sentía mucho mejor, por lo que silenciosamente salió de la enfermería. Busco una ventana abierta y salió por ahí, saco sus alas y voló hasta la torre de Gryffindor, una vez fuera de los dormitorios de las chicas, toco la ventana esperando despertar a Calabaza o a Sugar.

El minino anaranjado fue quien se asomó.

—Ábreme —pidió y vio como el gato acercaba su pata hacia el seguro de la puerta, un segundo después la chica ya se encontraba en el dormitorio —, gracias —susurro y acaricio brevemente la cabeza del minino. Camino en silencio hacia su baúl y saco el maletín, lo tomo entre sus brazos y volvió a salir por la ventana.

Regreso al castillo y camino hasta los baños de Myrtle, ahí rezo para que la fantasma no se encontrara y entro. No había nadie, por lo que suspiro aliviada.

Ábrete —ordeno, de inmediato el lavabo se hundió y dejo paso a la tubería —, enserio que debo encontrar otra forma de entrar.

Y dicho eso se dejó caer, al llegar al final, miro asqueada su ropa, tenía que construir otra bata para que la señora Pomfrey no se diera cuenta que no había pasado la noche en la enfermería. Activo sus ojos y camino por el serpenteante túnel hasta llegar a una gruesa pared en la que estaban talladas las figuras de dos serpientes enlazadas, con grandes y brillantes esmeraldas en los ojos.

Ábrete —dijo y las serpientes se separaron al abrirse el muro, quedando así las dos mitades ocultas.

Entro y vio una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia. Era un lugar interesante si se ponía a admirarlo sin temor a que un basilisco te matara de un mordisco por órdenes de un loco chico de dieciséis años que había salido de un diario maldito.

Camino entre las columnas hasta que vislumbro el cadáver del basilisco, sintió una punzada de remordimiento y bajo el maletín al suelo, era una visión espantosa, pero no podía sacarlo, Esme y Kaa podrían encontrarlo fácilmente por el olor, lo mejor era que lo vieran para que pudiera explicarles. Abrió el maletín y se metió por él.

Ya llegamos —grito bajando las escaleras. Ambos basiliscos llegaron velozmente hacia ella, habían sentido que algo andaba mal, por lo que tenían que asegurarse.

¿Estas bien? —preguntaron al mismo tiempo.

Eh... Sí, no fue nada tan grave —admitió al ver la preocupación en los ojos amarillos de ambos.

¿Qué te paso? —pregunto Esme.

Un dementor —dijo como si nada y camino hasta la mesa más cercana —, toma mis medidas y has otra igual —ordeno a una cinta medidora, esta obedeció y comenzó a medir las medidas de la bata.

Deberías tener más cuidado —recomendó Kaa.

Lo tendré en cuenta —dijo y se bajó del banco donde se había subido para tomar las medidas —, vamos, tengo que mostrarles el lugar.

Se agacho y dejo que Esme y Kaa subieran a sus hombros, una vez que ambos basiliscos estuvieron acomodados, la chica camino hasta la salida. Al salir del maletín, las serpientes miraron curiosos el lugar.

Nixie y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora