Un extraño regalo

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Habían pasado varias semanas desde que Nixie había llegado a la Isla, y no podía dejar de sentirse tan sorprendida. No estaba acostumbrada a ver a tantos miembros de la familia juntos, las únicas ocasiones en los que los veía, era durante las cenas navideñas y eso solo en las mansiones donde vivían.

Los primeros días había decido pasar el tiempo en la habitación que se le había sido asignada para realizar las tareas que habían mandado del colegio, pero como había trabajo sin parar, a la primera semana ya había terminado todo, por lo que termino buscando otra cosa a la cual dedicarse el resto de las vacaciones.

Demian se había ofrecido a enseñarle a dominar su control con el fuego, por lo que cada tarde antes de la cena, ambos caminaban hasta una parte alejada de la casa y practicaban el dominio de su elemento, pero no era todo lo que hacía, durante las mañanas salía a estirar las alas en compañía de Cayden Wind, un hombre de la misma edad de su abuela y descendiente del dragón del viento. Además, en tiempos libres, pasaba a la biblioteca de la Mansión y leía por horas.

Aquella mañana, un picoteo en la ventana la despertó, abrió los ojos y vio a Hedwig, camino hasta a ella y la dejo pasar, Calabaza y Sugar miraron a la blanca lechuza y se acercaron a saludar.

—Hola Hedwig —saludo la chica acariciando al ave —. ¿Qué te trae por acá?

La lechuza voló hasta el dibujo donde estaban Harry, Ron, Hermione y ella, y lo picoteo.

—¡Oye! —exclamo acercándose al escritorio —, ya te entendí, vienes a recoger el regalo de Harry.

Hedwig la miro con sus enormes ojos.

—Para suerte tuya lo termine ayer por la noche, déjame envolverlo y escribirle una tarjeta de felicitación —comento mirando el reloj, eran las siete, aún tenía una hora para terminar —. Sígueme —pidió a la lechuza mientras sacaba el maletín debajo de la cama y se metía por él, Calabaza y Sugar no dudaron en ir tras su dueña.

Nixie bajo las escaleras de madera y llegó a su taller, paso las largas mesas —que estaban llenas de telas y bocetos de ropa—, y los maniquís, hasta llegar a una mesa solitaria que le servía de escritorio. Se sentó y los animales se posaron a su lado. Tomo el regalo que había hecho para Harry —un porta varitas para la pierna y unos guantes de quidditch—, y los metió en una caja color oro con moño rojo. Tomo un pedazo de pergamino y la pluma.


Querido Harry

Te deseo un ¡Feliz cumpleaños!

Lamento no haberme puesto en contacto por medio del tefelono, feletono o como sea que se llame, pero en estos momentos no estoy en el país, llevo varias semanas en la casa de mi tatarabuelo y sí, sigue con vida, no te sorprendas.

Hedwig vino a verme para asegurarse que te llegue tu regalo y que no se repita lo del año pasado, así que te lo mando con ella, por cierto, es una lechuza muy lista y hasta ahora ha sido la única que ha podido encontrar mi casa, la mayoría no ha podido hacerlo, deberías ver el problema que hay cuando se entregan las cartas de Hogwarts.

Y ahora que lo pienso, debería pedir permiso que vengan a pasar unos días en vacaciones, les sorprenderían las cosas que hay aquí, te quedarías con la boca en el suelo, Ron amaría la hora de la comida y a Hermione le daría un ataque si viera nuestra biblioteca.

Por cierto, si lo ves salúdalos de mi parte, no creo poder ponerme en contacto con ellos, recuerda que no tengo lechuza propia.

Te mando besos y abrazos, espero verte pronto en la estación porque no sé cuándo iras al callejón Diagon.

Nixie y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora