twenty-eight¹

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Al minuto exacto en el que Jeongguk pudo obtener la dirección del supuesto lugar en el que se hallaba su expareja, corrió en busca de las llaves de su auto, con una desesperación que lo aniquilaba por dentro

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Al minuto exacto en el que Jeongguk pudo obtener la dirección del supuesto lugar en el que se hallaba su expareja, corrió en busca de las llaves de su auto, con una desesperación que lo aniquilaba por dentro. Le avisó a Seokjin, a través de alarmantes gritos, la situación que estaba atravesando Namjoon, diciéndole, también, que poseía en sus manos la dirección de su paradero. Con una velocidad de los mil demonios tomo el primer abrigo que encontró y se lo colocó a Yoongi, quien se encontraba muy desorientado y no entendía nada acerca de lo que sucedía, mas no se animó a preguntar sus inquietudes. Al contrario, se limitó a quedarse en silencio y obedecer a todo lo que le decía Jeongguk.

No bastó más que cinco minutos para que los tres jóvenes ingresaran al estacionamiento de aquel sofisticado y más que seguro edificio que estaba custodiado por colegas de los dos agentes -por tal motivo Seokjin pudo entrar al mismo sin problema alguno-. El estacionamiento, que se ubicaba en el primer subsuelo, estaba desolado y siniestramente silencioso, iluminado con lo necesario para que la oscuridad no dominara en aquel sitio cerrado. Se veían múltiples autos en reposo, aguardando a que sus dueños volvieran a utilizarlos y así recorrer una vez más las calles de la ciudad.

El chico de ojos marrones se separó de los otro dos con el propósito de ir en busca de su auto. Mientras que, por un distinto lado, Jeongguk, seguido por Yoongi, se dirigía a pasos veloces hacia su auto. Apenas llegaron, se adentraron a éste, y sin perder ni una pizca de tiempo, el azabache dio marcha atrás, saliendo del puesto de estacionamiento. Cuando obtuvo la oportunidad aceleró, dispuesto a abandonar el lugar. Seokjin lo divisó a lo lejos y entonces aceleró él también, resguardándose de no perder de vista aquel vehículo que debía encargarse de seguir, pues no tenía la menor idea de cómo llegar al destino.

El temor que embargaba Yoongi dentro de sí aumentaba a cada milésima de segundo por culpa de las actitudes inusuales del chico que se llevaba el papel de ser su primer novio. Le asustaba el modo sumamente arriesgado en el que conducía Jeongguk, rompiendo el límite de velocidad, y como si fuera poco, pasándose varios semáforos en rojo. Le causaba muchos nervios observarlo de aquella manera, sujetando el volante con extremada fuerza al punto en el que sus nudillos se tornaban níveos.

En aquel momento, lo único que más quería Yoongi era que el azabache detuviera el auto, con el único propósito de poder proporcionarle un reconfortante abrazo y conseguir que el aludido se calmara entre sus brazos para que luego, una vez relajado, le explicara lo qué ocurría... Pero Jeongguk nunca se detuvo.

Bueno, sí se detuvo una única vez en todo lo que les llevó el recorrido, pero al hacerlo rápidamente colocó el freno de mano y apagó el motor, indicando que ya habían llegado a dónde sea que fuera el lugar al que Jeongguk deseó llegar con tanta urgencia. Y para antes de que Yoongi pudiese abrir la boca y mencionar algo al respecto, el mayor, con un severo tono autoritario, le pidió, o más bien le exigió, que se quedara dentro del auto. A continuación, abandonó su propio vehículo y cerró la puerta con fuerza, dejando a su chico solo, asustado y muy, muy intrigado.

En peligro de extinciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora