Capítulo XXXVI

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Sharon.

— ¿Por qué no dijeron la verdad? Todos la tachan de una asesina – le replicó a Moneca. Su semblante se mantiene sereno y eso me jode.

— Fue lo mejor para la escuela, para todos.

— ¡Que se jodan todos! – niego repetitivas veces - ¿Por qué Anik acepto esto?

— Fue una decisión conjunta. El comité administrativo no quería lidiar con más asuntos respecto a las muertes de Shep, Sophia y Chris...

— Su nombre es Natalie, – Moneca suspira derrotada por mi actitud. – llamenla como tal.

No tiene caso, ya muchos estaban acostumbrados a llamarla por ese nombre, incluso su familia lo hacía. Yo sabiendo que Christina no era el nombre que sus padres le implementaron desde chica, aún la llamaba por el. Después de su muerte fue que me di cuenta que cometí un error al no hacerlo.

Salgo de la oficina de Moneca, dispuesta a irme a mi casa. Pero alguien más no comparte los mismos planes que los míos.

Lewis intercepta mi camino a la salida. Su gran cuerpo se queda estático, mirándome, sin perder cada movimiento qué hago.

— ¿Podemos hablar? – arqueo una ceja.

— Habla.

— No aquí – Lewis hace una mueca de disgusto observando todo el lugar vacío.

— No hay nadie. – digo lo obvio.

— Quiero hablar en un lugar más privado, – dispuesta a abrir otra vez mi gran boca, Lewis habla – por favor. Solo te pido unos minutos, nada más.

Sus ojos marrones no abandonan en ningún momento los míos al decir esas palabras. Su semblante es serío, pero a la vez tranquilo; como si estuviera completamente seguro de que diré que si a su petición. Asiento sin comprender en dónde quedó su molestia cuando me vio con Arthur en la ceremonia.

— En tu camioneta – asiente. Una comisura de su labio de eleva solo un poco.

Paso por su lado sin otra palabra más. Lo cual me decepciona ya que creí que al menos me tomaría de la mano como muchas veces lo hizo, cuando me molestaba. Está vez es diferente, las cosas son diferentes y eso me dan unas ganas horribles de llorar.

Salgo del Lycée sintiendo la frescura de la tarde, respirando al fin aire puro, sentir los últimos rayos del sol golpear tu piel expuesta para calentarla. Respiro profundamente captando todos los olores que hay a mi alrededor y lo que resulta curioso, es que no son malos.

Apresuró el paso al ver la camioneta de Lewis aparcada al otro lado de la calle. Me subo sin ningún problema ya que la deja sin seguro. Una vez adentro, me permito en observar cada cosa en su lugar, como la última vez que las ví. Su olor está en ella y también un ligero aroma a uvas, otra cosa características de su persona y de dónde trabaja.

— No te cansas de eso, por lo visto.

-— Es exquisito, simplemente exquisito. – suspiro atrapando y recordando estos olores tan dulces. Lewis cierra su puerta, pero no enciende el motor.

Los dos nos quedamos en silencio, viendo a las personas y autos pasar sin prisa. A esta hora de la tarde ya todos han salido de sus respectivos trabajos y uno que otra caso, escuela.

Me quedé a esta hora para hablar con Moneca ya que estaba muy ocupada atendiendo otros asuntos, que resultaron ser los mismos que los míos. Los padres de Sophia estubieron presentes y también se molestaron por la poca información que todos compartían con respecto a los hechos. Su indignación más que todo fue que escucharon las mismas cosas que yo escuché hacia Natalie. No les pareció justo que traten de ensuciar la memoria de la chica que trato de salvar a su hija, a pesar de que ella estaba ya batallando con sus propios demonios internos. Para ellos eso era como pisotear también a su hija.

Linaje ✓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora