En ese momento me sentí despreciable, me odié a mi misma con intensidad y fué exactamente lo que me hizo senitr el golpe que me dí en la pierna con mi puño cuándo abrí el empaque y los vi.
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Mis ojos se inundaron incontrolablemente de lágrimas, mi cena fué el sabor de ellas. Nacían cómo dolorosos brotes de mi ojos, recorrían mis mejillas con rapidez e ira y morían en mis labios terminando su ciclo con su horrible sabor salado. Nunca fuí más consciente de mí llanto como hoy. Mientras más los contemplaba dentro de la bolsa flotando boca arriba tan pálidos e inertes, sentí como una herida profunda muy dentro de mí pecho se abría, me dolía no poder imaginar siquiera cuáles eran sus colores en vida, pero sí que se veía, ¡Eran hermosos! No entendía porqué el motivo de mi crítico estado, aunque sabía que con sus muertes algo murió también entré él y yo esa noche.
