Capítulo 11: El mensajero y el asesino

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La gaviota voló sobre las copas de los arboles rápidamente en dirección a la playa adentrándose hacia alta mar. Luego de un par de minutos se acercó al agua donde pasó volando muy cerca de un pez plateado que se acercaba a la superficie para luego retornar y alejarse. El pez luego de su encuentro con la gaviota, él que normalmente hubiera sido un encuentro fatal, nadó hacia las profundidades del océano sin detenerse a mirar a otros peces, ni nada que se cruzara en su camino. Una vez llegado a lo profundo del océano se acercó a una cueva donde una anguila lo esperaba, la que luego de recibir el mensaje se adentró hacia las profundidades de la oscura cueva.

La anguila nadó de forma serpenteante a través de la oscura cueva que conocía tan bien hasta llegar donde su amo, quien yacía sentado sobre un trono hecho de roca. Este escucho pacientemente el mensaje traído para luego exclamar:

—Ha pasado bastante tiempo desde que le concedí a ese malcriado chiquillo permiso para pisar tierra firme —dijo Glauco abriendo sus ojos que brillaron en la oscuridad de la cueva submarina—, pero por lo que veo ni siquiera buscan mi anillo ¿Acaso los hijos del rey Dagon se están burlando de mí? —preguntó a la anguila que se enrollo alrededor de su cuello de forma cariñosa— Le di permiso para pisar tierra al otro hijo del rey también, quien vino demandando permiso otorgado por su padre....los sirenos están olvidando el respeto que una vez tenían hacia Glauco —añadió hablando en tercera persona—, debo enseñarles una lección. Proteo —llamó Glauco a la vez que desde una sombra acudía su siervo a quien había invocado.

—Sí, señor mío —respondió una voz masculina respetuosamente.

—Ve a tierra firme y enséñale una lección a esos críos. Haz que traigan mi anillo, sabes que ningún semi-dios puede tocarlo por lo que deberás encontrar una forma de que lo traigan a mí —le ordenó—. Se nos presentó esta oportunidad de encontrar el anillo justo a tiempo para llevar a cabo el ritual, pero se nos acaba el tiempo.

—Será un placer, mi señor —respondió Proteo—, he estado deseando probar sangre.

The Little Merman #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora