Arrepentimiento

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XIII

La luna se veía hermosa desde donde estaba. Extrañaba a mi señor y no pude evitar suspirar, quería verlo. Entendía que estaba lejos por asuntos del trabajo, pero al recibir su carta mi corazón había latido con tanta fuerza, que lo anhelaba. 

Si ya había emprendido el regreso, significaba que estaría pronto a llegar y eso volvió  a hacer que mi corazón se acelerara. Suspiré nuevamente y caminé hacia el invernadero para regar las plantas. 

No sé por qué Ferrán insistía en que se regarán de noche. Era molesto aunque al menos no hacia sol. Fui al pozo por agua y volví a la casa con los cubos llenos. Los vacié en las regaderas y empecé a bañar las plantas de la señora. Tuve que reprimir un bostezo. No era justo que yo fuera siempre el encargado de las plantas. Había estado quedándome despierto hasta tarde últimamente, pero todos debían colaborar con esto. Reprimí otro bostezo y me pregunté cuándo podría llegar mi señor… lo extrañaba tanto.

Un sonrojo me calentó la cara y volví a sentirme frustrado por los pensamientos inapropiados que me embargaban. Yo… no debía pensar así, mi señor era tan... 

Un sonido a mi espalda me hizo girar, sin embargo nada estaba detrás. Pensé que el gato de la señora se había escapado de nuevo, así que me preparé a ponerme a buscarlo cuando de la nada, una tabla de madera se estrelló contra mi cabeza. 

Estuve varios segundos en el suelo tratando de comprender qué estaba pasando cuando una puñalada me llegó por la espalda. Grité tanto por el dolor como por la sorpresa en la acción. Alcé el rostro tratando de ver a mi atacante, pero un grito feroz y una mano me estamparon contra el suelo. Volví a gritar cuando otra puñalada me llego, y luego otra y otra. El dolor explotaba cada vez más y  entre mis jadeos y llantos un voz distorsionada por la ira gritaba: 

“TODO ES TU CULPA; TU MALDITA CULPA”

Trate de quitarme a ese agresor de encima con desesperación, boqueaba tratando de agarrar oxígeno pero me costaba cada vez más, el dolor me paralizaba, hasta que de alguna manera mi codo se estampo en la cara de esa persona y pude safarme de su agarre. Me levanté como pude y corrí a la casa. Cerré la puerta principal con llave. 

Me dolía demasiado, me tambalee con varias muebles y todo empezó a darme vueltas. Me sentía muy mareado y podía oír los golpes de alguien en la puerta. Me arrastré como pude a la habitación y esta resultó ser el estudio de mi señor y solo me dejé caer allí. El frío me invadía, tenía miedo, no quería morir no así, mis sollozos me dificultaban respirar y en serio el dolor me nubló la mente.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero al abrir los ojos alguien me aferraba en sus brazos desesperado. Yo no sentía frío, pero no podía parar de temblar, esta persona me estaba diciendo algo pero tenía mucho sueño y dolor, solo quería que desapareciera. 

No sabía si esto era mala suerte o un destino trágico ¿Por qué, por qué a mí? No quiero morir, no así, no Dios.  Por favor, no quiero morir sin decirle lo que siento. Mi señor.

—Blai –dijo alguien y abrí los ojos viendo ese hermoso cabello rubio. Las lágrimas volvieron a asaltarme.

—Lo siento mi s…– la lengua no parecía funcionarme, no me obedecía. Me sentía tan mal de ensuciar su ropa mi señor.

¿Por qué tenía que ser usted lo último que vería? ¿Cómo puedo renunciar a esta vida si usted me abraza tan fuerte?

"Lo amo mi señor y lo siento, pero no podré quedarme a su lado"

Las lágrimas al fin habían cesado de salir y una extraña calidez se apoderó de mí. Lo sentía tanto, pero la oscuridad me absorbió tan rápido que no pude mirarte una última vez mi señor. Como lamento no poder haberte dicho la verdad.

Amantes De TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora