IX
1 de Septiembre de 1699
—
Este realmente es un trabajo pesado muchacho. Tu eres demasiado pequeño y flacucho, te cansaras en unos días y estoy demasiado viejo para seguir así– dijo el viejo señor Rubén mientras escupía al suelo —Ni te atrevas a molestar a los amos, habla conmigo o con el sr. Bernardo si necesitas algo, es el mayordomo de la casa, recuerda siempre tener buenos modales y bajo ninguna circunstancia te atrevas a poner un pie en la casa principal–
—Sí– dije sin saber muy bien que eran todas las cosas que me estaba diciendo, o que era tener buenos modales.
—Sí señor, muchacho habla bien– el señor Rubén detuvo la carreta y me encomendó la primera tarea de ayudarlo a descargar las semillas y el abono.
Miré la gran casa de piedra y se me escapó un jadeo de asombro. Pero no tuve mucho tiempo para observarla ya que el señor Rubén solo sabía regañar y golpear. No sabía cuánto tiempo había pasado corriendo de un lado para otro llevando el abono, las semillas, herramientas y otras cosas. A mitad del día ya me sentía demasiado agotado y mi cuello ardía por el sol. Justo en un descanso me detuve debajo de un árbol a tratar de recuperar el aliento, cuando la vista de un chico en una de las ventanas de la casa llamó mi atención.
El chico era la criatura más hermosa que había visto en mi vida, su cabello era rubio y dorado como el sol, y su piel era clara con un lindo tono. Él sostenía algo en su mano y la curiosidad hizo me que acercara a la ventana. Nunca había visto una cosa como esa. El chico levantó la vista y unos ojos grises se encontraron con los míos.
—Hola– exclamé emocionado —Eres el primer chico que veo, me llamo Blai ¿y tú?– exclamé con una gran sonrisa —Nunca había visto a alguien tan lindo como tú ¿Por qué eres tan lindo? ¿Qué es eso que ves? ¿Es un cuaderno? Creo que una vez vi uno en una estantería ¿para qué sirven?– no sabía por qué pero al ver a esta persona, una felicidad me llenaba y me hizo sentir a gusto. ¿Esta persona a caso era un ángel?
VIII
1 de Septiembre de 1699
El sol brillaba a las afueras de la casa. Eran tan luminoso y hacía que el jardín se viera tan vivo, que estaba seguro que se veía mucho más hermoso que las pinturas que colgaban por toda la casa. Solté un suspiro mientras seguía mi caminó a la biblioteca de la mansión.
Ví a algunos sirvientes caminar por la casa, o tomar un camino diferente al ver que yo iba por el pasillo principal. Todo se sentía tan frío a pesar del buen clima que hacía afuera. Todo parecía tan solo, a pesar de todas las personas que se encargaban de la casa.
—Su excelencia– Una voz a unos pasos de mí, me hizo detenerme —He venido a escoltarlo con su maestro. Disculpe que haya demorado tanto y se haya visto en la tarea de venir usted solo–
El chico castaño que se encontraba delante, no me miraba. Su cabeza estaba baja e inclinada en señal de respecto, como siempre. Negué por un momento, sabía que igual no me vería.
—No debes preocuparte por eso, yo salí antes de la habitación. Quise adelantarme un poco, no me molesta ir por mi cuenta al encuentro con el maestro–
—Entiendo su excelencia. Intentaré estar un poco antes al pendiente de lo que usted necesite– Yo volvió a negar con suavidad y él se mantuvo sin levantar la mirada —Casi lo olvido. Mi padre me ha pedido que le informe a su excelencia que los amos han salido a la capital por unos días, y que desean que usted disfrute de sus clases con entusiasmo–
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Amantes De Tinta
General FictionA veces la tinta es más pesada que la sangre. El deseo puede matar tanto como el puñal que se clava en tu espalda. Brais anhela a un hombre, un sentimiento que lo ha acompañado toda su vida, porque él recuerda algo que las almas no deberían ser capa...