1700-1702: Astromelias

9 2 0
                                    

XIX

19 de Febrero de 1700

Me quedé parado tanto tiempo que mí piernas estaban un poco entumidas, a veces era aburrido oír los sermones del padre, pero todas las personas de bien lo hacían. Me gustaba mucho la religión, era un poco oscura y turbia, pero el personaje ese de Jesús era asombroso. Digo, él pudo morir y vivir de nuevo. Miré la capilla privada en donde estaba el Duque la Duquesa y el joven amo, pero tenía muchas personas tapándome la visión así que en realidad no podía verlo. Solo veía la gran cantidad de sirvientes que al igual que yo, debíamos escuchar la misa a distancia. Cuando al fin terminó los duques salieron y yo le dediqué una sonrisa radiante a Llorenç cuando lo ví, sin embargo cuando traté de acercarme sentí el tirón de mi oreja. Al volver el rostro un chico de cabello castaño y mirada huraña se detuvo en mí.

—Quién te dijo que podías acercarte jardinero, conoce tu lugar y no molestes a su excelencia— dijo Ferrán y yo resoplé molesto, en serio algún día le devolvería el golpe.

Como hoy no era día de trabajo me dispuse a ir al lugar donde me veía con el joven amo, pero Rubén me detuvo, dijo que debía revisar y regar las plantas del invernadero. Acepté y fui a cumplir mi labor. La verdad me gustaba cuidar el invernadero, Rubén decía que tenía manos cariñosas, buenas para la siembra ya que todo lo que sembraba brotaba con gran facilidad. Eso me hacía feliz, ya que las sembraba para mi señor, las plantas de fresas se veían grandes y al fin empezaban a salir sus frutos aunque aún estaban verdes. 

No podía esperar a ver a mi señor así que terminé lo más rápido posible y fui hasta la ventana. Él había prometido enseñarme más, de hecho ya me era más fácil diferenciar las palabras que me decía. Incluso había aprendido a escribir el nombre de mi señor. En mi camino encontré una hermosa flor que me cautivó, tenía seis pétalos de un suave lila jaspeada de toques marrones, era la primera vez que la veía en la vida real, solo la vi una vez en el pueblo cuando un vendedor exótico trajo semillas y dibujos de las plantas hermosas que salían de ellas. Era una Astromelia. Con cuidado tomé la flor y me fijé que había varias más. Las tomé con entusiasmo he hice un hermoso ramo colorido. Aún había varias en el lugar pero ya luego buscaría como trasplantarlas al invernadero. Corrí con emoción para dárselas a mi señor. Recordaba la historia que el señor había contado sobre ellas.

 “Una mujer amaba profundamente a su amado que había caído enfermo, que corrió a la montaña en donde crecía la planta de los dioses. La mujer la tomó pero fue detenida por un ave gigante que le dijo que, para poder llevársela debía pagar con el precio de su corazón. Ella no lo dudó ni por un segundo y entregó su corazón a cambio de la flor y el ave,  luego de arrancar el corazón con su pico, tomó  la flor para llevarla al amado. La sangre cayó del pecho de ella cuando corrió por la montaña y donde tocaba una gota de su sangre la tierra, nacía una Astromelia” 

No sé, pero esa historia realmente me gustaba, yo no podía acordarme de todos los detalles pero recordaba decir que era una planta que simbolizaba la amistad verdadera y duradera. Me subí a la ventana emocionado, vi a mi señor y extendí el ramo de Astromelias a él. Creo que al verlo entendía por qué esa mujer había entregado su corazón, porque yo hubiera hecho lo mismo por mi señor.

—Buenos días mi señor, le traje Astromelias hoy— exclamé—¿No cree que son hermosas? Son…— traté de acordarme de la palabra que habíamos practicado ayer— De una belleza exquisita—

XVIII

19 de Febrero de 1700 

Mientras el padre terminaba con su sermón, yo me dedicaba a detallar la capilla en donde me encontraba sentado. Podría decir que era la milésima ves que lo hacía, sin contar todas las otras que teníamos que venir a la misa. No era que no me gustara, era tal vez que no veía la necesidad de hacerlo. Sabía perfectamente en que consistía la religión y toda la historia detrás de ella, pero tenía que admitir que lo que me llamaba más la atención, era leer sobre las religiones de las civilizaciones antiguas. Sin embargo, nunca puse alguna queja antes de asistir a cada ceremonia. Me habían enseñado a tratar la religión con respecto, y algunas veces le preguntaba cosas al padre sobre su forma de evaluar toda la historia bíblica, junto con el porque decidió dedicar su vida a ello. 

Amantes De TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora