1703: Narcisos y Membrillo

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XVII

10 de febrero de 1703 

La duquesa parecía extremadamente alegre últimamente y la verdad no podía faltar menos. Llevaba semanas planeando el evento. Había hecho que el pueblo preparara posadas e incluso cuartos de la mansión que había quedado en desuso fueron remodelados para la ocasión. Ella paso por mi lado y yo le dedique una reverencia.

-Justo a quien buscaba- exclamó la mujer emocionada- Quiero que traigas los mejores ramos de flores del jardín, quiero que la casa esté bien perfumada cuando lleguen las invitadas-

-Por supuesto- dije sin compartir su alegría, pero sonriendo igual.

-Pronto mi hijo tendrá una prometida. Simplemente quién podría resistirse a tantas bellezas, incluso la Infanta en persona vendrá-

Una opresión en el pecho me hizo poner una mueca pero dado a que estaba lejos, ya no escuchaba las palabras de la duquesa. Fui a la cocina a cambiar mis ropajes por los del jardín y me adentré en el bosque a buscar algunas flores. Tomé algunas rosas amarillas y varios narcisos blancos. Me parecían flores adecuadas para lo que quería la señora. Frialdad y egoísmo era lo único que podía pensar de toda esas damas que creían ser dignas del amor de mi señor.

-Estupidas mujeres- masculle entre dientes mientras tomaba las plantas y entonces vi una preciosa rosa negra. Casi de la impresión no pude evitar admirarla.

Era la primera vez que veía una. Recordaba la simbología de esta flor porque lejos de lo que se creía, era una rosa tan extraña y poco común que se usaba para simbolizar un amor fuera de este mundo, era algo que traspasaba lo físico, era algo espiritual. Si se regalaba a otro era una manera de decir: Eres Mío por siempre. 

Tal vez por simple molestia tomé la flor y la llevé conmigo. Acomodé el resto de las flores y luego toqué cortesmente la puerta de mi señor. Esta vez no había tenido que esperar tanto para verlo y por eso, al observarlo en su escritorio, un pequeño rubor me subió. 

Yo ya no era como antes, mi cuerpo tampoco, y el de mi señor menos, a pesar de los pocos meses desde nuestro último encuentro no podía evitar pensar que él estaba más maduro y serio. Su cabello suavemente peinado hacia atrás y su mirada descansaba sobre el papel en sus manos.

-Mi señor- exclamé ganandome su mirada- Le he traído una flor-

Me adelanté rápidamente y le mostré la rosa negra. Era de un hermoso color satinado y el olor que desprendía era magnífico. Con un poco en broma y osadía dejé mi rostro más cerca de su cara de lo necesario. Quería que ambos pudiéramos aprecias la belleza de la flor y sobre todo, poder... 

-¿No es hermosa?- exclamé- La ví y pensé en usted-

XVI

10 de febrero de 1703

-¿Puedes explicarme de nuevo el por qué se dará este tipo de evento en casa?- pregunté mientras me pasaba a paso lento por el estudio de mi padre. 

-¿Acaso es necesaria un tipo de explicación? Tu madre quiere dar una fiesta y aprovecha el momento. Eso es todo- 

-Es decir que no espera nada de mi parte, y podré retirarme a mis aposento cuando lo desee- ante estás palabras, dichas con tranquilidad, recibí una mala mirada. 

-Llorenç, creo que eres completamente consciente de lo que desea tu madre con dicho evento. Además, ya sabías muy bien que en algún momento esto pasaría- suspiro. 

-¿A qué te refieres?- 

-Me refiero a que debes buscar o escoger una prometida, y no te escaparas de ello- 

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