Escape

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Se escuchaba el eco de los sollozos de Rubelion mientras avanzaban por el estrecho túnel de piedra, sus rodillas estaban peladas, sus ropas sucias y sus corazones destrozados, sin embargo aun tenían el deseo de vivir y salvar a su pueblo.

Celeon no había mencionado nada, solamente avanzaba en silencio, afortunadamente empezó a sentir el aire entrando al túnel, era una seña de que se acercaban al final y una voz conocida les habló como si fuera apenas un susurro. 

—Altezas...—

La mirada de Celeon se iluminó, aun había gente de su lado, apresuró el movimiento hasta lograr salir. Una mano cálida los recibió y los ayudó a salir en la parte trasera del palacio, fue tan reconfortante ver una cara conocida.

—¡Dylia! —

Lo abrazó fuertemente, sus manos temblaban como las de un niño indefenso, su mejor amigo, el hijo del duque estaba ahí para rescatarlos.

—Es un alivio que estén bien, pero no tenemos tiempo para esto, suban a los caballos. Tenemos que escapar por tierra, seremos blancos fáciles si nos vamos por aire. — 

Celeon asintió, dirigió su mirada a Rubelion, estaba todo herido de sus rodillas y manos, el estaba bien, podía aguantar, pero Rube era mas frágil desde que nació. 

—Estaremos bien, tranquilo, te protegeré. —

—Cel... yo no... déjame aquí, solamente te estoy atrasando, Nyëras no me hará daño, escapa por favor. —

—¿Que? ¡NO! ¿estás loco? no puedo dejarte solo aquí, nuestro hermano perdió la cabeza... —

Rubelion miró  brevemente a Dylia con angustia, este tenía un gesto impaciente, pero pareció captar el mensaje y asintió.

—Está bien... pero será mejor si tu vas con Dylion, eres muy malo montando y este es mi unico talento. —
Mostró resignación mientras se acercaba a su caballo, Celeon aun desconfiado y cauteloso se aproximó a Dylia quien lo ayudó a subir con el al enorme caballo negro. Lo subió en la parte de adelante donde podría cubrirlo, Celeon aun tenía un mal presentimiento. 
Miraba con insistencia a su hermano, este parecía ignorar su mirada y entonces Dylian emprendió huida a caballo, pero... Rubelion no avanzó junto a su corcel. 

—¡Dylia! Detente, Rube no viene, detente ¡te ordeno que te detengas!— 

Se movía desesperado en la montura del caballo, intentaba zafarse e ir por su hermano mayor, fue ahí cuando finalmente se rompió y las lagrimas salieron de sus ojos.

—¡RUBELION! Ven, por favor, ven... —

El albino solamente miraba con una sonrisa triste en su rostro, se despidió agitando suavemente su mano, en lugar de avanzar cabalgó para el lado contrario, Celeon sentía que su hermanito iba camino a su sentencia de muerte y todo era su culpa...

Débilmente intentó zafarse de los brazos de Dylia, golpeteaba su pecho entre sollozos y maldiciones.

—¡Celeon cálmate! Nos van a escuchar y todas las personas que se sacrificaron por tu bien se sentirán muy tristes. —

Lo reprendió con dureza, no lo dejaría bajar aunque lo asesinaran, debía sacarlo de ahí cuanto antes.

—¿Como puede pedirme que me calme? Rube va a morir y todo es mi culpa, si yo no hubiera abierto la boca, ahora mismo nana y mi hermano estarían a salvo. — 

Gimió con pesar, odiaba esto, odiaba la situación, odiaba huir, odiaba perder a los que ama y odiaba odiar. 

—Rubelion no morirá. —

Mencionó el hijo del duque con un semblante serio, no había espacio para el engaño o la broma.

—¿Que? ¿como sabes?—

—Porque Nyëras solo ordenó tu muerte, no la de Rubelion, a el... lo quiere para hacerlo su esposo. —

Eso le cayó como un balde de agua fría ¿esposo? le aliviaba saber que no lo mataría, pero aun así le aterraba lo que pudiera hacer con Rube como su pareja.

—Te juro que volveremos por el, deja que te proteja, sabemos que eres inocente... —

Las lagrimas aun se escurrían de los ojos de Celeon, miraba con esperanza a Dylia y  sus ojos se encontraron cuando este bajó su mirada. Había esperanza en los ojos del príncipe, su hermano no morirá, lo volverá a ver.



Salieron del territorio que era parte del palacio, se adentraron en el bosque y un camino notablemente abandonado directo a Barad, nadie pasaba por ahí pues decían que habitaban bestias desconocidas que les encantaban devorar hadas, evidentemente era un mito para asustar a los pequeños y no se perdieran dentro del lugar, aunque si había hadas del bosque un poco... salvajes, que preferían la vida ahí en vez del pueblo. 

-


El hijo del duque era un joven que adoptaba una altura bastante sobresaliente, tenía unos hermosos ojos esmeralda y cabello platinado. Era muy apuesto sin duda y estaba entregado completamente a Celeon, la cercanía y la confianza que tenían de años, lo hizo querer un poco mas, pero se conformó con besar la frente del afligido príncipe despues de verlo tan dócil y dormido sobre su pecho.

Aun recordaba la primera vez que lo vio, aun eran muy pequeños, pero desde ese momento sabía que lo quería en su vida, de la forma que fuera ¿podía volverse mas codicioso ahora que está vulnerable? 

Las pestañas de Celeon temblaron y pronto sus ojos azules se abrieron débilmente, era tan hermoso como el roció sobre las flores, por supuesto que haría cualquier cosa por su príncipe. 

—¿Estás bien? Debes estar muy incomodo despues de un día de viaje... ¿tienes hambre? —

Celeon se frotó los ojos  mientras negaba con la cabeza. 

—No, es un milagro que pudiera dormir un poco y realmente no tengo apetito ¿falta mucho para llegar a Barad? — 

—Uhm... no mucho realmente, tal vez medio día si seguimos a este paso y contando una parada para descansar. —

—Está bien... gracias Dyl, te debo mi vida ¿tu estás bien? si estás hambriento, por favor no te preocupes por mi, no porque yo no coma tu tampoco debes de hacerlo. —

—No pasa nada, a decir verdad no tengo tiempo para estar hambriento, debemos apresurarnos para que no logren interceptarnos, seguro ya mandaron a gente para custodiar las fronteras vecinas, debemos ser mas rápidos. —

Celeon guardó silencio con un gesto afligido, volvió a acomodar la cabeza sobre el cálido pecho de Dylia, siente que podría desmayarse de lo estresado que está. 

-

Pasó medio día de viaje y como el peliplata lo planeó, ya se acercaban a la frontera de Barad. Había unos guardias pertenecientes al reino oscuro, la entrada era subterránea y debía pasar por una especie de entrevista para ingresar al reino. 

Al ser visualizados por los guardias, estos de inmediato se interpusieron para obligarlos a detenerse. 
—Alto ¿Con que motivo pretende ingresar al reino de Barad? — 
Cuestionó el mas joven de los dos que se aproximaron a ellos, mientras el mas veterano permanecía firme frente a la entrada que era como un camino que bajaba por una caverna.


Celeon nunca había visitado el reino oscuro, así que estaba algo temeroso, le habían contado diversas historias del lugar, aunque ni una desagradable. 

—Me presento, soy Dylia, proximo duque de Eucastia y este es el príncipe Celeon de Eucastia-Dûr, vinimos a pedir asilo, la vida de su alteza peligra.— 

Al escuchar esto, los ojos del viajo guardián se agrandaron.

—¡Capturenlos! Lleven al príncipe al palacio del rey Thaenatos y al otro al calabozo. —

—¡¿Que?! No pueden hacer eso, el príncipe Celeon es alguien de la familia real de Eucastia —

—¡Dylia!— 

Loa guardias los bajaron del caballo a la fuerza y los esposaron con grilletes para retener magia, por mas que ambos forcejearon, era inutil, Celeon estaba muy débil y el duque estaba agotado, nuevamente la angustia se pintaba en la cara polvorienta del rubio.

—Son ordenes de su majestad Thaenatos, están arrestados bajo sospecha de asesinato y conspiración, serán encarcelados hasta que estén libre de culpas.  ¡Llevenselos ! —


Relatos de Barad: El solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora