-Narra Elisa-
En los primeros minutos de su operación, mis uñas ya casi ni existían de tanto que las mordía, mi pie golpeaba constantemente el piso. No me enfoqué en cambiarme de ropa antes de irnos, pero aún asi no me interesaba lo más mínimo que estuviera en mis pantuflas de gato favoritas, en un hospital.
Max aún tardaría un rato en llegar, el taxi que pidió no puede evitar el tráfico, como las ambulancias y coches policíacos que con su poderosa sirena abrían las calles, como Moisés.
Uno no se cuestiona el como ser tía, hasta que lo es. O pronto lo seré.
No soy muy maternal, ni siquiera sé si quiero tener hijos o no, simplemente no me imagino con tal responsabilidad a tan temprana edad. Todavía no estaba lista ni siquiera para pensar en ello, y menos en éste momento.
Hace aproximadamente media hora que se habían llevado a Daniel a la sala de parto. Estaba que los nervios me mataban, y yo sola sin compañía en un silencioso hospital no hacia buen ambiente. Cada que estábamos en un hospital era por algo malo, cuando chocamos y mamá falleció, después de que nuestro vuelo se derrumbó. Y aunque ésta no era una mala situación, sí que podían salir mal algunas cosas.
Pero tenia que ser positiva, por Daniel.
Unos pasos apurados se escucharon desde el corredor contrario, los zapatos junto con el suelo de cierta forma rechinaban con cada paso. Era Max.
Llegó directamente a sentarse a mi lado con la respiración algo agitada, tampoco se había cambiado de ropa, seguía en pijama, pero tenía unos tenis. 'Por eso el rechinido', pensé.
Y a pesar de que esa apariencia suene un poco más decente que la mía, -si lo piensas bien-, pijama con tenis se ve mucho peor que pijama completa. Sin resistir más la ansiedad y nervios que se habían acumulado en soledad, tomé su mano y por acto de reflejo, -a causa del nerviosismo-, apreté su mano mientras mi pantufla de gato volvía a golpear repetidamente el piso.
En cuanto Max se calmó trató de calmarme a mi, -y no apartó su mano de la mía, a pesar de yo estar apretandola-. Me sugirió caminar un poco para calmarme, y entonces se me ocurrió ir a la habitación de Jack para "contarle" de la situación.
Según Elisa había leído y visto una teoria en Internet, algunos pacientes, -sino es que todos-, podían escuchar estando en coma. Así que le pareció una buena idea.
En cuanto llegamos a su habitación, tuve la sensación de que alguien ya había estado allí; y no, no me refiero a enfermeros, sino a alguien importante. Pero de una mala manera.
Tuve la misma sensación cuando ví una mujer de cabello negro salir del hospital poco antes de que Max llegara. De inmediato pensé en la madre de Jack, aunque nunca hubiera visto su rostro o apariencia, pero lo podía sentir, había sido ella.
Sin darle muchas explicaciones a Max me acerqué, -apurada-, al alfa, para revisar que todas las maquinas conectadas a él siguieran funcionando como debían. Me extrañé al notar que nada estaba mal, todo estaba como antes.
-¿Sucede algo?-. Preguntó Max, viéndome como si hubiera encontrado a su vecino orinando en sus plantas. En realidad, esa imagen mental me dió muchas ganas de reír, pero el momento no lo ameritaba. Le respondí, restándole importancia con una sonrisa. -No es nada, falsa alarma-.
Pasamos la próxima hora contándole a Jack sobre lo que sucedía, y aunque no nos escuchara, eso nos quitó un poco los nervios. En cuanto planeamos volver a la sala de espera, entró una enfermera a la habitación, sus guantes de latex tenían sangre, los dos de inmediato suponíamos que era una encargada del parto de Daniel. Parecía aliviada, al parecer nos había estado buscando desde hace un rato.
-Vengan conmigo, ya nacieron.-. Fue lo único que dijo, y esperó pacientemente a que la acompañaramos, aunque claro, no tuvo que esperar mucho. Max y yo nos levantamos y fuimos con ella tan rápido como si del camión de helados se tratara.
○ ○ ○
Cuando entramos a la habitación de Daniel, quedamos expectantes ante la imagen.
Mi hermano cargaba en brazos a dos pequeños bebés envueltos en mantas, una manta rosa y otra azul, la sonrisa que tenía en su rostro no se podía comparar con ninguna otra. Se notaba la abundante paz e integridad en su rostro, una nueva sensación.
-Narra Daniel-
La anestesia ya casi se había ido de mi sistema, aún me sentía adormilado mientras cargaba a esos dos delicados cuerpecitos.
Por los últimos diez minutos había estado memorizando sus caritas, su rojiza piel parecía tan delicada como la mantequilla, no me atrevía a tocarla, y a pesar de no tener cejas, podía verlos frunciendo un poco el ceño y los labios, sus pequeños y sutiles cambios de expresión me fascinaban, y aun así, estaban calmados.
Sus pequeñas manos apretaban la manta, su suave y pequeña respiración me daba mucha más paz de la que podría imaginar, o capaz es la anestesia. El subir y bajar de sus diminutos pechos y el poco pero apenas suficiente peso sobre mis brazos me ponía los pies en la tierra, encerio estaban allí, conmigo.
Sentía que una nueva parte de mí mismo aparecía, la maternidad. Pese a la duda durante el embarazo, justo ahora solo me propongo una meta para mis pequeños y yo. Yo quiero, encerio quiero cuidarlos y criarlos, quería despertar cada día sabiendo que dos cositas dependían de mí y que ellos eran una parte de Jack y yo. Eso me llenaba de amor al verlos, son parte nuestra.
Son nuestros hijos.
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°Nuevo Comienzo° /Yaoi Omegaverse/ CANCELADA
DiversosLa vida no siempre estará a tu favor, a veces es un completo asco y no le ves sentido a seguir sufriendo, pero aprendes a soportarlo junto con las personas que amas; no diré que creo en los finales felices, o en que todos los problemas se vayan cuan...