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Tras un largo viaje, Rosalie y Alice la habían llevado al centro de Río

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Tras un largo viaje, Rosalie y Alice la habían llevado al centro de Río. Le habían indicado el camino que debían seguir y lucían como si quisieran salir huyendo, como si temieran que su hermano se diera cuenta de que estaban allí.

Rosalie no había hablado demasiado durante el camino, a decir verdad, ninguna lo había hecho. Ambas vampiresas sabían cuán confusa estaba la humana junto a ellas, más se había abstenido a preguntar porqué Alice había insistido tanto. La verdad era que a Xanthe le importaba poco, sentía más curiosidad por saber las verdaderas razones de su marcha de Forks, además de que, aunque no lo admitiera, quería ver al foco de su diversión durante sus primeros días en aquel pueblo.

Más obligada que por voluntad propia, la pelinegra se sentó en la mesa de un restaurante para tomar algo frío antes de continuar dado que la temperatura comenzaba a elevarse con exageración.

— Y bien—comenzó a hablar la menor—, ¿qué se supone que debo hacer?

Rosalie ocultó una pequeña sonrisa en su rostro.

— Dejarte ver—respondió Alice con simpleza.

— ¿Dejarme ver?

Rosalie interrumpió esta vez:— Claro, sabréis qué hacer una vez estéis juntos.

El rostro de Xanthe mostraba aún más la confusión que sentía. Alice soltó una carcajada.

— No le hagas caso a Rosalie, simplemente quiero que hables con él. Eras lo único de lo que hablaba las pocas veces que llamó a casa. Y te mentí, no sabíamos dónde estaba, recién un par de días antes de vernos conseguí dar con su paradero.

Xanthe se quedó callada unos segundos, bebía tranquilamente lo que habían ordenado mientras fijaba sus oscuros ojos en la gente que hacía turismo por allí.

— Es decir... se aisló.

— En pocas palabras, sí—dijo Rosalie.

— Hemos preparado una casa a unas calles de aquí, está bastante cerca de donde Edward se está alojando. No te preocupes por el pago ni nada de eso, ya nos hemos encargado. Tómate unos días para adaptarse si así lo necesitas antes de tener que ir a verlo, Rosalie y yo volveremos a Nueva York mañana temprano así que te quedarás sola. ¿Estarás bien?

— Sí, no te preocupes. No es la primera vez que estoy sola, Alice.

Tras pagar y retirarse de allí, las tres chicas se dirigieron a la casa en la cual Xanthe se alojaría. Era un pequeño apartamento con decoraciones y diseños acromáticos, la vista daba a una pequeña terraza que mostraba en su máximo esplendor aquella ciudad. Alice, a pesar de que ella había traído su propia ropa, le mostró el probador y las decenas de conjuntos que había elegido para ella. Rosalie disimuladamente había dejado una pequeña bolsita de regalo con algunos maquillajes que había elegido para ella, creyendo que aquellos colores le sentarían bien a la humana.

Xanthe quedó completamente sola tras dos horas de charla con ambas Cullen. Las vampiresas tomaron rumbo al norte, evitando pasar cerca del lugar donde su hermano se encontraba y desapareciendo de allí con rapidez.

— ¿Estás segura de que estará bien?—preguntó la rubia tras varios kilómetros.

Alice soltó un suspiro.

— Lo único malo que podría pasar es que se vuelva loca al enterarse lo que somos.

— Oh, sí, lo único malo—ironizó Rosalie.

La pelinegra había tomado una ducha para deshacerse de aquel sudor pegajoso que había quedado adherido a su piel. El clima en Brasil era bastante caluroso en aquella época, y haber pasado del frío al calor en un periodo tan corto de tiempo le había provocado a Xanthe un fuerte dolor de cabeza que había intentado apaciguar con una breve siesta, una siesta que no había podido realizar por culpa de su acelerado corazón. Tomó un fino y ajustado vestido de tirantes negro que había colocado en su equipaje y salió tras arreglarse un poco, dejando su cabello suelto.

Las calles de Río lucían increíblemente concurridas durante la noche, la música sonaba por las distintas calles y había gente bailando en algunos lugares de la plaza por la cual había acabado paseando. Su humor había mejorado notablemente, más aún cuando una mujer mayor le obsequió una rosa blanca cuando ella pasó por su lado. Con una sonrisa en el rostro, Xanthe decidió parar en un pequeño bar ambientado situado en una estrecha calle y por la cual decenas de turistas iban y venían.

Con su copa en la mano, la pelinegra tomó camino hacia una de las esquinas en las que la gente bailaba como si su vida dependiera de ello, el ritmo la hacía mover sus caderas, moviendo sus manos con cuidado de no derramar la bebida que portaba.

— ¿Qué hace tan bella mujer con tan poca compañía?— el pobre inglés que escuchó a su espalda pertenecía a un hombre unos cuantos años mayor que ella, portaba unos pantalones azules ajustados y una camisa hawaiiana abierta hasta su ombligo, una perfecta y recortada barba negra hacían juego con su bronceado tono de piel, y las mechas blancas en su almendrado cabello cambiaban de color con las luces de la calle.

Xanthe sonrió forzadamente. Demasiado mayor para su gusto.

«Si lo ignoro quizás se vaya» pensó la menor.

Xanthe se dio la vuelta y siguió bailando al ritmo de la música, con la rosa en su mano izquierda siendo agitada en el aire. La joven Swan notó una mano en su cadera y como un cuerpo se acercaba al suyo, tensándose inmediatamente. ¿Acaso la gente no sabía lo que era ser ignorado? A Xanthe no le había gustado aquel sujeto y era esa la razón por la cual se había negado a siquiera seguirle el juego a aquel hombre.

Xanthe elegía lo que le gustaba, y aquel hombre no le gustaba.

— Será mejor que me sueltes—gruñó en voz baja, quitando con incomodidad la mano del contrario.

— Vamos, no seas aburrida, menina—el buen humor de Xanthe había comenzado a disminuir. El hombre había tomado con mayor firmeza la cadera de la pelinegra y con su mano restante había comenzado a masajear uno de los muslos de la pelinegra. Xanthe se movía intentando librarse de él, parecía que la gente a su alrededor estaba muy borracha o ni siquiera lo notaban. Tirando su copa a la cabeza del hombre, Swan consiguió librarse de él y alejarse unos cuantos pasos. Aquello pareció molestar a aquel hombre, quien sin dudarlo se abalanzó sobre la menor—. ¡Putinha! Xanthe retrocedió unos cuantos pasos, chocando con un muro...¿un muro que acababa de agarrar su cintura?

El familiar frío que sintió en su cuerpo la hizo relajarse durante unos segundos antes de volver a ponerse en guardia.

Você deveria sair daqui—la ronca voz de Edward retumbó en la cabeza de la pelinegra, el ruido parecía haberse opacado y lo único que podía enfocar era a aquel hombre corriendo en dirección contraria a ellos.

Xanthe dudó en si girarse o no, la imagen que le esperaba era un Edward Cullen bastante descuidado aunque tan atractivo como siempre. Unas ojeras habían tomado lugar bajo sus hermosos y llamativos ojos dorados y su cabello se encontraba aún más despeinado que de costumbre. Llevaba semanas sin verlo y había pensado en tomarse algunos días para calmarse antes de encontrarse con él.

Fue la primera vez que Xanthe no supo cómo reaccionar ante alguien.

DESIRES; edward cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora