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Fueron los rayos del Sol a través del centenar de árboles lo primero que sus ojos escarlatas observaron tras abrirlos

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Fueron los rayos del Sol a través del centenar de árboles lo primero que sus ojos escarlatas observaron tras abrirlos. No sentía dolor, no sentía aquella horrible sensación de desgarre en su interior, lo único que sentía era un fuerte ardor en su garganta. Inhalo en busca del oxígeno que creía necesitar, más su cuerpo negó la aceptación de éste. Sus oídos parecían captar hasta el más pequeño de los insectos que revoloteaban por el lugar y sus sentidos estaban más alerta que nunca.

Un suave balbuceo y el rápido latido de un corazón hizo que se girara con brusquedad en aquella dirección. Frente a ella se encontraban dos desconocidos de intenso cabello negro y de pálida piel olivácea que la miraban con la guardia en alto. En los brazos del joven, un bulto se movía jugando con el centenar de adornos que portaba el muchacho.

— No sé qué es eso, pero lo que estáis usando para envolverlo es mi chaqueta favorita.

La mujer abrió los ojos ante lo ofendida que sonaba la chica.

— Mi nombre a Huilen, él es mi sobrino Nahuel—se presentó la mujer—, ¿sabes lo que te pasó?

Xanthe se quedó pensativa durante unos instantes, recordaba haber dejado Forks de la mano de Alice y Rosalie, recordaba encontrarse con Edward, como se había marchado y como terminó perdiéndose en mitad de la selva. La neófita movió su mano con fuerza, dando en una piedra a su lado y consiguiendo que ésta saltara en pedazos. Xanthe se quedó estática, ¿qué mierda acababa de pasar?

— ¿Acabo...acabo de romper esa piedra con mi mano?

Nahuel miró a su tía por unos instantes, las miradas confusas de ambas partes. El vampiro miró el bulto entre sus brazos, habían pasado cuatro días y no había crecido demasiado, de momento.

— ¿Cómo te llamas?—preguntó Nahuel.

— Xanthe, Xanthe Swan.

El joven suspiró con pesadez, con sumo cuidado tendió el diminuto cuerpo de la niña a su tía y se acercó con precaución a la pelinegra. Sus brillantes ojos escarlata lo observaban con recelo, Nahuel bajó sus manos indicando que no le causaría daño alguno.

— Xanthe, supongo que ya sabrás que somos vampiros pero, ¿sabes por qué terminaste aquí?

La pelinegra lo miró con una ceja alzada.

— ¿Vampiros?—preguntó con una mueca burlona—, ¿cómo los de—Xanthe mostró sus colmillos sin notar aquella nueva cualidad en su cuerpo.

— Espera, ¿no sabías de nuestra existencia?

La pelinegra negó, estando cada vez más confundida. ¿Estaba insinuando que aquello con lo que sus amigos la asustaban cuando era pequeña era real?

— ¿Estás dando a entender que los vampiros existen y que, por casualidades del destino, terminé convertida en uno?

El joven muchacho asintió lentamente:— Eso mismo.

DESIRES; edward cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora