Capítulo XXI. Ayúdame

137 13 14
                                    

Capítulo XXI. Ayúdame
—uf, al fin llegamos. El camino sí que estuvo largo—dijo el espectro cuando llegaron al otro mundo.
—¿qué es lo que quieres de mí?—preguntó Takafumi, desesperado.
—te quiero para mí. No voy a aceptar que estés con nadie más.
—¿qué? Pero…
—no te preocupes, los dos estaremos bien. Tú, yo y nuestro hijo—murmuró, acariciando su vientre.
—¡no es tuyo! ¡Es de Zen!—exclamó enfurecido.
—¿en serio? ¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste con él?—preguntó con burla. El peli azul simplemente desvío la mirada y se quedó callado.
—entonces, ¿por qué dices que es de él?
—porque… yo lo amo a él—susurró avergonzado.
—¿y por qué lo hiciste conmigo?
—porque no sabía lo que estaba haciendo. Lo que pasó entre nosotros fue un error.
—¿no me amas?
—claro que no. Jamás lo haré.
—pues… tendrás que acostumbrarte a hacerlo.
—¿por qué?
—es obvio. Porque nunca vas a poder escapar de aquí—respondió con una sonrisa siniestra.
—no, Zen vendrá por mí. Él y yo estaremos juntos—dijo asustado.
—me temo que esta vez no será así.
—¿a qué te refieres?
—tú ya formas parte de nuestro mundo.
—¿de qué hablas?—preguntó preocupado y sin entender.
—recuerda que llevas en tu vientre al hijo de un espectro. Eso te vuelve automáticamente en uno al pisar el suelo de este lugar. Lástima, Takafumi, no podrás ver a Zen nunca más—dijo sonriente.
—no, no es cierto. ¡Zen!—exclamó asustado.
—es inútil. Él no puede escucharte y tampoco vendrá a salvarte—dijo con una sonrisa triunfadora y se fue del lugar donde lo había escondido para que nadie lo viera.
—Zen, por favor, ven por mí—suplicó el peli azul asustado y con los ojos llenos de lágrimas.
—Takafumi… Takafumi—el mencionado giró su cabeza hacia el sitio de donde provenía la voz. Se llevó una sorpresa al ver de quién se trataba.
—¿Zen?—preguntó emocionado.
—soy yo, mi amor. Te prometo que te sacaré de este lugar, sólo espera un poco—le dijo antes de desvanecerse. Solamente había sido una ilusión.
—Zen—murmuró con tristeza  y se quedó mirando el lugar donde había estado parado el castaño.
—Takafumi, Takafumi—escuchó que lo volvían a llamar, así que volvió a voltear. Pero esta vez se llevó otra sorpresa.
—¿eres tú?
—así es, la última vez que nos vimos no te lo dije, pero mi nombre es Saeki.
—¿Saeki?
—sí, escuché todo lo que ese maldito hizo con Zen y contigo. ¿Es verdad que estás esperando un hijo de él?—el peli azul sólo asintió, cabizbajo. Saeki dijo algo entre dientes y después dio un golpe en el suelo.
—¿es verdad lo que dijo? ¿Yo ya formo parte de este lugar?—preguntó temeroso.
—me temo que sí, ya que llevas en tu interior una pequeña parte de un espectro. Por muy pequeña que sea esa parte, ya es miembro de este lugar, y si se llegara a ir, siempre será llamado por este sitio para que vuelva a donde pertenece. En pocas palabras, tú ya eres un espectro. Muchos de los espectros que ves aquí, están en este lugar porque fueron capturados de la misma manera. Algunos son malos, ya sabes, y otros son buenos.
—no, no quiero ser un de ellos. No quiero comer almas. No quiero matar a nadie. ¡No quiero!—exclamó desesperado y con los ojos llorosos.
—solamente existe una solución para poder salir de aquí. Pero eso implicará lastimar a un inocente.
—¿qué hay que hacer?
—debes matar a tu hijo.
—¿qué?—preguntó impactado.
—es la única solución. Si no lo haces, antes de que nazca, la unión de su sangre con la tuya formará una alianza que nadie podrá romper y ahí sí ya no habrá escapatoria—el peli azul sólo miraba el suelo, pensativo.
—¿y eso en qué afectará a Reiji?
—eso lo hará vulnerable a ataque que reciba. Si le das en lo que más le duele, estará indefenso y así podrás matarlo.
—¿matarlo? ¿Pero ustedes no son…?
—¿inmortales? Ja, ja, claro que no. Las almas solamente sirven para alimentarnos, pero eso no nos hace inmortales. Eso sí, podemos llegar a vivir muchos años, 500 años, más o menos.
—¿qué debería hacer?—se preguntó a sí mismo mientras se tocaba la barbilla ligeramente.
—es tu decisión, pero piensa muy bien lo que vas a hacer—le dijo Saeki seriamente.
—¿puedes traer a Zen aquí? Necesito decirle algo importante. ¿Lo harías?
—sí, puedo hacerlo, pero ¿ya decidiste lo que vas a hacer?
—ya lo decidí—respondió con seguridad.

Una vida sin amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora