Capítulo XI. ¿Cómo pasó todo?

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Capítulo XI. ¿Cómo pasó todo?
—¿Yokozawa?—preguntó el azabache—, tú… ¿estás vivo?—volvió a preguntar, sorprendido. No podía creer lo que estaba viendo.
—hola, ¿Masamune?—respondió el peli azul.
—sí, soy Takano Masamune. Un gusto conocerte. Pero, tú estás muerto. Yo vi cuando enterraron tu ataúd. Esto debe ser una broma—dijo, incrédulo.
—no es ninguna broma. Takafumi murió, pero ahora está de vuelta conmigo—dijo Zen.
El castaño se acercó a su amigo y le susurró algo al oído.
—está bien. Hey, Ritsu, tenemos que irnos ya. Quiero que vayamos a pasear por ahí—dijo el azabache. Él y el pequeño castaño abandonaron la casa después de eso.
—Takafumi…
—¿por qué me trajiste aquí?—preguntó el peli azul con algo de incomodidad.
—porque esta también es tu casa, ¿recuerdas?—el peli azul no escuchó sus palabras y simplemente se sentó en el sillón. Recargó su cabeza sobre el respaldo del sillón y puso sus manos sobre su cara. El castaño también se sentó en el sillón, muy cerca de él, pero el peli azul se alejó unos pocos centímetros.
—¿qué pasa?—preguntó preocupado al ver lo que el peli azul había hecho.
—nada. Quiero irme a dormir, ¿sí? Adiós—respondió con rapidez y se levantó del sillón. Sin embargo, una mano tomó rápidamente la suya, impidiendo que se fuera.
—¿qué hice? ¿Por qué me rechazas?—preguntó Zen bastante dolido. El más bajo mantenía la cabeza agachada y una mano le cubría la boca.
—no quiero que hablemos de esto. Quiero irme, déjame ir—le suplicó.
—¿adónde vas a ir? ¿No quieres estar conmigo?
—no, no quiero.
—¿por qué? Hace un momento dijiste que me amabas y ahora dices que no quieres estar conmigo.
—creo que me anticipé al decirte esas palabras.
—¿qué? ¿Estás hablando en serio? ¿No me amas?
—no, no te amo. Lo mejor será que olvidemos todo lo que pasó—dijo el peli azul mientras mantenía la cabeza agachada.
—tú dices que no me amas, pero tu mirada me está diciendo otra cosa—respondió el castaño, tomando la barbilla del peli azul para que levantara la cara y poder verla toda sonrojada.
—de todos modos, aunque yo te diga que te amo, tú ya estás con alguien más—murmuró, con lágrimas en los ojos.
—¿alguien más? Claro que no. ¿Por qué piensas eso?
—no quiero que hablemos de eso—respondió dolido.
—por favor, dime qué pasó ese día—le suplicó. El peli azul accedió y ambos se sentaron en el sillón.
—¿no recuerdas lo que pasó ese día?—el castaño negó.
—¿pasó algo que no sé?—preguntó confundido.
—no mientas. Yo los vi. Te vi a ti y a tu amigo cuando estaban juntos. Ese día tú…
—¿me viste? ¿Con quién?
—¡te vi con Masamune! ¡No lo ocultes! No quieras hacerme creer que eres una inocente palomita porque no te queda—le reclamó.
—Takafumi, yo…
—yo te vi. Ese día, estabas muy apurado y saliste de la casa tan rápido de la casa que olvidaste tu celular sobre la mesa. Me di cuenta casi enseguida, así que decidí ir a llevártelo a tu trabajo. Caminé hasta el edificio y fue ahí donde pude verte con tu amigo Masamune. No podía creer lo que estaba viendo, así que me acerqué rápidamente y te entregué tu celular. Estaba a punto de irme, pero me detuviste diciéndome que me presentabas a tu pareja y también que querías que me fuera de tu casa. Me dijiste que no podía quedarme más ahí, que tenía que hacer mi propia vida, que no ibas a poder cuidar de mí siempre. Ja, ¿no lo recuerdas?—le preguntó de manera sarcástica.
—yo no hice nada de eso. Yo jamás te diría algo así. Takafumi…
—sí, como sea—respondió sin darle mucho interés—. Después de eso, fui a tu casa para llevarme mis cosas. Regresé a mi antigua casa. En ese momento sentía que estaba perdido, que no importaba si estaba vivo o muerto. Lo que quería era dormir y no despertar jamás. Cuando estuve en mi casa, en mi cama escribí la nota donde me despedía de ti y te deseaba felicidad. Después de eso, planeaba cortarme las venas, pero fue cuando apareció un espectro. Me dijo que podía ayudarme a morir de una manera que no doliera. Lo hice, me suicidé para dejar de sufrir, pero estando en ese lugar fue mucho peor—se lamentó.
—Takafumi, escúchame, por favor—le suplicó el castaño, arrodillándose frente a él y recargando su frente sobre sus manos—. Nada de lo que dices es cierto. Yo jamás haría como eso. Te lo juro, Takafumi, créeme—el castaño también lloraba.
—si no fuiste tú, ¿quién fue, entonces?
—yo puedo responder esa pregunta—se escuchó una voz completamente ajena a la conversación.
De la nada, por medio de un portal, apareció el espectro, Saeki.
—¿Saeki, que haces aquí?—preguntó el castaño.
—pues, vine a hacer unas cuantas aclaraciones. En primera, Zen, ¿tú amas a Takafumi, no?
—claro que sí, con todo mi corazón.
—segunda cosa, ¿tú lo amas, Takafumi?—se dirigió al peli azul. Este levantó la mirada y miró alteradamente al espectro y a su amigo.
—no lo sé, yo…
—¿cómo que no sabes?—le preguntó el espectro. Se veía molesto.
—es que, yo…
—dilo, ¿sí o no? Solamente es una palabra la que tienes que decir. Vamos, dilo.
—¿Zen?—el mencionado se acercó a su lado casi de inmediato—. ¿Me juras que lo que acabas de decirme es cierto? ¿Me amas?
—no tengo ningún motivo como para mentirle a la persona que amo. Puedo asegurarte que todo lo que dije es verdad. Te amo, y eso no va a cambiar.
—yo también te amo—confesó el peli azul.
—bueno, creo que al fin ambos lo entendieron. Ahora déjenme explicarles lo que pasó: básicamente, ambos fueron engañados. Al parecer el espectro planeaba llevarse tu alma desde hace un tiempo, y para eso, tomó la forma de una persona muy cercana a ti, me refiero a Zen. Se hizo pasar por él y te mintió. Al verte de esa manera, solo y destrozado, no encontró una mejor oportunidad para llevar a cabo su plan y entró a tu casa para decirte todo lo que ya sabes. No dudo que haya sido él quien también planeó el accidente de tus papás. Como sea, Zen no tiene nada que ver. Él es inocente.
El peli azul solamente miraba hacia el suelo y se tapaba la cara con las manos. El castaño puso una mano sobre su espalda y la acarició lentamente.
—ahora me tengo que ir, he terminado con mi deber—explicó el espectro y de la nada se fue.
—¿Takafumi?—le llamó, casi susurrándole. El menor rápidamente se acercó a él y envolvió su cuello con sus brazos para darle un abrazo. Zen solamente correspondió, envolviendo su cintura con los suyos.
—perdóname, te hice sufrir mucho con lo que hice—se disculpó el peli azul cuando se separaron.
—no tienes que disculparte. Yo habría hecho lo mismo si te hubiera visto con otro hombre—el menor solamente sonrió.
—te amo—expresó el peli azul entre lágrimas.
—¿ahora sí?—preguntó de manera burlona.
—ahora sí—volvió a sonreír.
—yo también te amo—le susurró al oído y logró que el otro se acostara sobre el sillón.
—¿qué vas a hacer?—preguntó asustado.
—es muy obvio—le volvió a susurrar al oído, logrando que el menor se estremeciera.
—hazlo con cuidado, ¿sí?—el castaño sólo asintió.

Una vida sin amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora