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EIVOR LO OBSERVA con mucha molestia, tristeza, emoción y amor, siempre quiso a su hermano, pero al verse traicionada al igual que el resto de inefables decidió alejarse de él y toda su destrucción

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EIVOR LO OBSERVA con mucha molestia, tristeza, emoción y amor, siempre quiso a su hermano, pero al verse traicionada al igual que el resto de inefables decidió alejarse de él y toda su destrucción. Su mano derecha choca fuertemente con la mejilla del mago seguido del sonido que resonó por el lugar, luego da unos fuertes golpes en el pecho del hombre recordándole como es que abandonó a la pálida, pero se ve rodeada por los brazos de su hermano.

— Te odio.— sollozó con su ceño fruncido y cerrando sus ojos con fuerza, pero terminó por corresponder ese abrazo.— Jamás debiste ir al lado de un Rey por esa espada.

— Lo siento.— respondió completamente arrepentido separándose de la hechicera y manteniendo su mirada baja.— Solo perdóname, hermana.—murmuró contra el cabello de la mujer en cual depositó un beso.

— Lo haré cuando dejes de ser un idiota, bastardo orgulloso y borracho que sirve a los humanos.— escupió con furia cada palabra, sin embargo terminó por calmarse y suspirar sintiendo que su corazón finalmente se sentía en paz al encontrarse con Merlín.

Se alejó de su hermano para dar un leve recorrido por aquellas partes del castillo, su atención estaba en recorrer este en busca de alguna amenaza, poco le importó las palabras que cruzaron padre e hija, no hasta que la menor la llamó para adentrarse al interior del castillo. Sin embargo, Eivor aún  se sentía intranquila en aquel lugar y como si la suerte fuera su compañera logró visualizar a una serpiente que se enrollaba en una rama que recorría una ventana. La hechicera se aceró a murmurar unas simples palabras "revisa si hay alguna amenaza afuera de aquí". Siguió a sus parientes por aquellas ruinas del castillo hasta llegar a un lugar más apartado y privado, supuso que haría su hermano, así que tomó asiento lejos de padre e hija esperando alguna noticia del reptil.

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— Mírala, es una criatura muy tierna.— Ivar habló divertido con una gran sonrisa y acomodando su brazo izquierdo por los hombros de la capitana quien seguía desconfiando de su nueva curandera que se les unió.

— No me toques.— exclamó furiosa quitando el brazo del vikingo y recuperar su postura. La mujer le dio un fuerte codazo al joven quien soltó un grito ronco ahogado y Dof ahogó una risa colocando su mano cerca de su boca como si ocultara una tos.

— Mierda...—murmuró algo adolorido colocando sus manos sobre la zona afectada ignorando al tripulante que alertó desde la superficie que se acercaban barcos de Cumber.

— ¡Todos a cubierta! La cabeza de Cumber será mía.— su mirada estaba fija en su tripulación que corría a la superficie del barco con sus escudos y hachas o espadas en mano.— Los dioses están con nosotros.

En cambio Ivar, en cuanto se recuperó del golpe se mantuvo en su lugar elevando ambas cejas viendo a la pelirroja quedarse desconcertada ante lo que pasaría. El vikingo se acercó a pasos lentos jugando con sus cuchillas entre sus dedos escuchando los gritos de los guerreros en cubierta.

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