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EL SOL BRILLABA SOBRE las cabezas de los malheridos guerreros piratas, entre gimoteos ayudaban a los más graves, mientras que otros cojeaba camino hasta Gramaire como rehenes de los paladines rojos, Ivar volteaba cada segundo para ver el estado de...

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EL SOL BRILLABA SOBRE las cabezas de los malheridos guerreros piratas, entre gimoteos ayudaban a los más graves, mientras que otros cojeaba camino hasta Gramaire como rehenes de los paladines rojos, Ivar volteaba cada segundo para ver el estado de su amigo Dof a quien hirieron muy grave al momento que regresaron por el vikingo herido por una flecha en su muslo. De todas formas, se mantuvo en pie hasta el final de la lucha, pero prefirieron rendirse y no tener una tripulación muerta, se podría decir que casi la mitad de los guerreros de la Lanza Roja tenían alguna flecha incrustada en su cuerpo, mientras que solo unos pocos fallecieron por la gran perdida de sangre debido a los amplios cortes hechos por los paladines rojos con unas muy modernas espadas.

— No te culpes, Ivar.— la rasposa voz de un guerrero al lado del hijo de Viggo captó su atención.— Dof no dejaría a ninguno de nosotros, tampoco te dejaría morir a manos de esos cristianos.

— Nunca debieron regresar por mi.— escupió la sangre que se acumulaba en su garganta luego de un fuerte golpe que le brindó un paladín anteriormente.

— Dof es como las hierbas que no permiten crecer a nuestras cosechas, muy difícil de matar.— el hombre rió suave intentando animar a Ivar quien aún cojeaba manteniendo presión sobre la herida en su muslo para detener el sangrado.— Además tu padre estaría muy orgulloso de ti, cada día te conviertes en un gran guerrero.— añadió limpiando restos de tierra en su barba.

— Espero que Aren llegué a tiempo con la capitana...no moriré en manos de esos inútiles.— Ivar gruñó manteniendo una furiosa mirada en los hombres de rojos que los escoltaban hasta Gramaire.

El pueblo de Gramaire miró con terror a los nombrados piratas que saqueaban pequeñas aldeas, pero otros solo querían que los quemaran como hacían con los inefables. Sin embargo, una cabeza tatuada captó la atención de Ivar y la de su acompañante Eiríkr, este último reconocería en cualquier lugar el andar de su viejo amigo Viggo. Ambos se preguntaban qué hacía en aquel pueblo, al menos Ivar sospechaba una razón, ya que antes de separarse en Puente Halcón escuchó sobre encontrarse en un lugar con Eivor y Dahlia, pero el más joven al recorrer con su mirada el lugar no puedo ver la despeinada cabellera de Eivor ni las trenzas de Dahlia.

— Tal vez no estamos tan perdidos. — con la barbilla Eiríkr señaló al padre de Ivar.

Los paladines llevaron al pequeño grupo de piratas hasta lo que sería los calabozos del pueblo, los guerreros que cargaban a Dof lo dejaron sobre el suelo de piedra y esperaron pacientes a que algún paladín los dejara libre. Según las palabras de la pequeña pelirroja, los paladines los dejarían libres en aquel lugar al momento que se comenzó a escuchar un alboroto del pueblo. Por lo tanto, tendrían tiempo de curar a Dof y dejar que descanse hasta recuperar las energías suficientes para no morir en los calabozos.

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