xiii.

277 32 3
                                    

EL RUIDO DE LAS BOTAS de la Guardia de la Trinidad fastidiaban a Dahlia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

EL RUIDO DE LAS BOTAS de la Guardia de la Trinidad fastidiaban a Dahlia. Cada que escuchaba lo ruidoso que eran aquellos sujetos de máscaras, ella volteaba sus ojos en blanco y se dejaba caer de espalda contra la paja en un establo improvisado para los caballos, un lugar bastante cómodo y lo suficientemente cerca de la tienda donde vió entrar a Merlín como prisionero.

Del otro lado del establo, Lancelot ajustaba la montura en la espalda del caballo disponible para él, pero toda su atención estaba en Dahlia y solo fingía estar ajustando la montura. Le divertía verla bufar cada que los guardias de la Trinidad daban una vuelta por el campamento manteniéndose alerta ante cada Paladín y si llegaba un intruso. Para Dahlia no era divertido dar vueltas por el campamento como si fuera a llegar una manada de lobos hambrientos a comerse al Papa, y ver que los sujetos de máscaras se hacían cargo de hacer guardia la aburrían más de lo que cruzar dos palabras con un Lancelot viendo a su caballo.

Con un resoplido la castaña se reincorporó sobre la paja para finalmente ponerse de pie con pereza, llevó su mirada al monje y volteó los ojos una vez más ante lo aburrida que es aquella situación. Anteriormente, Carden la llamaba para acatar órdenes del Monje que Llora, pero este último se había encargado de ajustar la montura de su caballo en lugar de asignarle alguna tarea a Dahlia.

— Se te quedarán los ojos trabados.— se burló el monje dirigiendo su mirada a la castaña quien se cruzó de brazos dando unos ligeros pasos hasta el caballo.

— No eres gracioso.— responde elevando la comisura derecha de sus labios formando una media sonrisa.— Iré a ver a Merlín.

Lancelot la miró ofendido, pero en cuanto la vió pasar por su lado para ir hasta la tienda de Merlín, el monje la detuvo colocándose frente a ella con una rapidez impresionante, esa misma rapidez que utiliza para atacar a sus enemigos y enemigos de Carden. Los ojos de la castaña recorren el rostro de Lancelot buscando alguna explicación de porqué es un entrometido, pero se abstiene a reclamarle conociendo la respuesta: "Carden se encargará de asesinarte y el que hará rodar tu cabeza sería yo."

— No puedo esperar que el sol se oculte para ver a Merlín, ya estaría muerto.— Se excusa haciendo un esfuerzo para no perderse en la mirada azulada del monje.

— Prefiero que Merlín muera a tener que cortar tu cabeza.— él responde con un tono de voz suave y con un nudo en la garganta sin poder imaginar esa fea situación en la que Carden lo obligaría.

Dahlia se queda sin palabras, pero le sostuvo la mirada concentrándose en la suave respiración del monje. Podía ver ese asesino que todos temían, pero en sus ojos encontraba arrepentimiento, confusión y paz cuando estaba junto a él. Lancelot podía decir lo mismo si la conociera un poco mejor, deseaba conocerla aún más allá de todo lo que ella le confesó días antes.

Un ataque de impulsividad rodeó a Dahlia provocando que diera dos cortos pasos para quedar frente al monje casi rozando sus pechos ante cada respiración que daban. Lancelot no se percató hasta cuando ella inclinó más su cabeza para poder verlo mejor, ambos pudieron apreciar cada detalla de sus rostros, especialmente de sus ojos y sintiéndose atraídos cada que miraban sus labios. Los recuerdos de ambos abrazados anteriormente cegaban la mente de Lancelot, deseaba sentirla una vez más entre sus brazos como si se tratara de un cristal.

Arnbjorg || CURSEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora