5.

5.4K 343 35
                                    

- ¡Marina, date prisa! -Le grito desde la sala, poniéndome mi sandalia.

- Ya, ya, Luisi. Que yo me apresure no hará que Amelia llegue aquí más rápido, así que baja los humos, mujer. -Responde en un elevado volumen.

Luna y Lucía me miran con ojos muy abiertos, sosteniendo sus juguetes de playa en sus manos. Acordamos con Amelia que iríamos a la playa hoy domingo y las niñas están muy emocionadas. Por supuesto que estaban emocionadas por ir a la playa, pero además ambas querían pasar tiempo con Amelia. Desde que ella y Luna se conocieron, todo lo que Lucía había escuchado era sobre lo maravillosa que es Amelia y estaba muy ansiosa por pasar tiempo con la mujer.

Me había asegurado doblemente con Amelia varias veces desde el viernes de que de verdad estaba bien con ir a la playa. No había mencionado por qué creía que estaba incómoda con la situación porque no quería empeorarlo haciéndola explicar o yo estando equivocada. Sin embargo, sé que no estoy equivocada. No puedo mentir y decir que no he pensado en su condición, porque sí lo he hecho, por pura curiosidad. No sé qué esperar. Espero que se sienta lo suficientemente cómoda un día para compartir el tema con detalle, pero no creo que pase, así que me toca quedarme con mis pensamientos. Además de curiosidad e intriga, no me hace sentir mucho más, ni asco ni emoción. Sólo quisiera no pensar.

- ¡Mamá, que Amelia está aquí! -Escucho a Lucía gritarle a Marina. Ambas niñas están mirando por la ventana, a Amelia que está estacionando el auto.

Sé que va a estar nerviosa, así que trataré de hacer que se sienta lo más cómoda posible. No sé cómo, pero lo haré.

Dos horas después las cinco habíamos llegado a la playa. Amelia condujo todo el camino, a pesar de que yo me ofrecí a conducir la mitad. Me vi forzada a ir en el asiento de en medio en la parte de atrás porque Marina no cabía, ella se sentó adelante con Amelia, quien se mantuvo prácticamente en silencio todo el camino. Lo más que habló fue para responder a las preguntas de Marina o de las niñas, para ofrecerse a detenerse en los servicios y para preguntarle a Luna si se sentía descompuesta, aunque le haya dado una pastilla contra el mareo antes de salir del departamento.

En el estacionamiento, Lucía tomó una de mis manos y Luna una de Amelia para llevarnos a la playa, sabiendo que no debían irse solas; dejando a Marina con el trabajo de llevar todos los juguetes (algo con lo que definitivamente no estaba muy feliz que digamos).

Colocamos las toallas a una justa distancia de la orilla, lo suficientemente cerca para que las niñas corrieran al mar a recoger agua para sus castillos de arena, pero no tanto para Marina, que se quejaba de la "larga caminata" cuando tenía que acompañarlas cada vez. Estábamos equipadas con bebidas, comida, protector solar y todas estaban contentas. Especialmente Amelia.

Al principio ella estaba bastante insegura sobre estar aquí. Una vez que encontramos un lugar y nos acomodamos, Marina se quitó la ropa, quedándose solo en su bañador. Todo el mundo en la playa estaba en las mismas condiciones, excepto Amelia y yo. Yo esperé un rato antes de quedarme en solo mi bañador porque no quería que Amelia se sintiera incómoda, y bueno, yo aún no estaba lista para que Amelia, prácticamente una extraña, me viera con tan poca ropa. No me importaban los demás extraños, igual no iba a volver a verlos jamás, pero uno siempre es inseguro sobre al menos una cosa de nosotros mismos. Yo soy insegura sobre casi todo. Quitarte la ropa frente a extraños es difícil, pero la mayoría de las veces lo superas. Quitarte la ropa frente a alguien que potencialmente se convertirá en una gran parte de tu vida, es algo intimidante, principalmente porque lo que piensen de ti se convierte en algo significante. Yo definitivamente me preocupo por lo que Amelia piense de mí. Gran parte de mí piensa que ella nunca juzgaría a alguien basándose en la apariencia física de ninguna manera por la manera en que se juzga a sí misma, pero traten de decirle eso a mis inseguridades. Eventualmente me di cuenta de que mis inseguridades no son nada comparado a las que Amelia ha mostrado sobre ella.

La Donante (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora