22.

7.7K 304 49
                                    

Dos meses después me encuentro acostada en mi cama, viendo a Amelia corriendo por mi cuarto con el cepillo de dientes en su boca y toda la pasta esparcida por sus labios mientras se inclina para amarrarse las botas. Me río de ella cuando se levanta muy rápido y casi se tropieza con uno de los muchos juguetes que Luna tiene tirados por todas las habitaciones del departamento.

- Estamos con prisa, eh -Me burlo cuando regresa al cuarto ya sin el cepillo de dientes, con sólo un mini residuo de pasta en la esquina de su boca.

- Y es tu culpa. -Dice, antes de ponerse la chaqueta que estaba tirada en mi desastroso piso. Las dos estábamos muy impacientes la noche anterior como para tomarnos el tiempo de dejarla en el perchero, queriendo estar conectadas otra vez de inmediato.

- No te escuché quejarte. -Provoco de nuevo, mirando cómo se sonroja con las memorias de esta mañana y el por qué está retrasada para su trabajo.

-Ya sabes... jamás podría quejarme. -Acerca su rostro al mío.

- Eso espero.

Acuno su rostro en mis manos y le ofrezco otro beso apasionado... bueno, tal vez no tan apasionado como los que compartimos hace rato. Después de un momento de mi excitación creciendo y labios más insistentes, Amelia se separa de mí, aunque sus labios se niegan a hacerlo, intentando quedarse unidos a los míos.

- De verdad, que me tengo que ir, Luisita. -Dice finalmente cuando se separa de mí por completo, agarrando las llaves de su coche y mirando mi puchero con empatía.

- Vale.

- Cariño, no hagas eso.

- Vaaale. -Murmuro, manteniendo mi puchero porque mi novia ya no me está manteniendo calientita en la cama.

- Te veré pronto, ¿está bien?

- Está bien, amor. Ten un buen día en el trabajo y llámame si puedes. -Cedo, frunciendo los labios para que me bese otra vez.

- Claro, claro. Te quiero, guapa.

Con un último beso, Amelia sale de mi cuarto y la escucho abrir la puerta principal con mis llaves, yéndose segundos después. Y entonces hago más pucheros. Gruño acostada en la cama por la falta de calor proveniente de donde debería estar el cuerpo de Amelia y gruño por lo mucho que la extraño ya.

Sonriendo para mí misma pienso en lo cotidiano que se sintió eso. Mi novia dejándome en la cama para irse a trabajar; en una hora tengo que llevar a nuestra hija a la escuela, y por el resto del día, esperar la llamada de Amelia solo para escuchar su voz y saber qué está haciendo. Como un matrimonio. Pensar así casi explica el "te amo" que por poco se escapa de mis labios hace algunas noches y otra vez esta mañana. Claro, ambas veces han sido durante el sexo, pero no puedo evitar pensar que tal vez los pensamientos durante esos momentos son los más genuinos: cuando es intenso, crudo y pura pasión.

Sé que es muy pronto para pensar en amor y para pensar en lo correcto que es que se sienta tan cotidiano el momento que acabamos de tener. Pero cuando se presenta uno de esos pensamientos, se siente imposible atrasar su salida.

- ¿Luisita? -Giro la cabeza y miro a Marina asomándose por la puerta. Me muevo del centro de la cama y levanto un lado de la cobija para que se acueste en el lado de Amelia. -¿Amelia ya se ha ido?

- Sí. Ha tenido que ir a trabajar.

- ¡Aww!

- ¿Qué? -Pregunto confundida, entrecerrando los ojos.

- Has arrugado la cara tan pronto has dicho eso. -Se ríe cuando lo hago aún más, sin darme cuenta de que lo estaba haciendo en primer lugar. - ¿Y cómo va todo entre vosotras? ¿Bien?

La Donante (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora