28.

7.7K 309 69
                                    

Con una taza de café en mano, escucho la alarma de un móvil encenderse en mi habitación. Sabía que Amelia iba a programar esa cosa en fin de semana, siempre lo hace. Hoy se puede decir que estoy feliz de que lo haya hecho. Aunque sólo han pasado 10 minutos desde que me levanté, el tiempo se ha hecho lento y esperar a que ella despierte ha sido casi que una tortura. La alarma deja de sonar y sé que ella probablemente se estiró malhumorada para apagarla y volvió a caer acostada con pereza.

No escucho nada mientras camino por el pasillo hacia mi habitación. La puerta está cerrada y sé que Amelia está despierta, pero no escucho nada. Siento mi corazón latir con fuerza conforme me acerco.

Escucho llanto: suaves sollozos.

Abriendo despacio la puerta, mi cabeza y mi corazón dan un vuelco. Veo a Amelia sentarse en la cama con la cobija en su cintura, sosteniendo en su mano la primera foto de nuestro bebé. Su cuerpo tiembla al llorar, manteniendo los ojos en el ultrasonido. Ella escucha la puerta abrirse y finalmente gira su rostro hacia mí. Las lágrimas ahora caen con más intensidad sobre su precioso rostro, empapándola.

Con las mejillas húmedas y la cara roja, las comisuras de su boca empiezan a elevarse y finalmente sonríe. Los quejidos de llanto ahora vienen entre pequeñas risitas y su sonrisa, mientras las lágrimas siguen deslizándose a través de sus mejillas. Amelia estira los brazos y sin dudarlo camino hacia su lado de la cama. Ella se sienta en el borde y me detengo entre sus piernas.

Amelia mantiene trocito de papel fotográfico entre los dedos de una mano y con la otra se aferra a mi camiseta, descansando su frente contra mi estómago, llorando sin consuelo. Hago un intento por abrazarme a su cuello y acurrucarme con ella, empezando a llorar también. Luego de un momento de silencio, los sollozos de Amelia se detienen lo suficiente para tomar aire y hablar.

— ¿Esto es de verdad? —Pregunta sobre mi tripa, dejando la fotito cuidadosamente en la cama, aferrándose a mi camiseta ahora con ambas manos. Me separo lo suficiente para mirar hacia abajo, hacia esos húmedos ojos miel que me observan, brillando de felicidad.

— Es de verdad. —Sonrío y le acaricio el cuello, masajeando entre su cabello. Ella respira profundo cerrando los ojos y vuelve a apoyarse en mi tripa. Ya no está llorando, está riendo ligeramente—. ¿Estás feliz? —Asiente enfáticamente y desliza las manos bajo mi camiseta, alzándola para descubrirme el abdomen y besarme la piel directamente.

— Uf...

Mi barriga se humedece y me percato de que empezó a llorar otra vez. Sus labios se presionan contra mi piel nuevamente y los deja allí por un rato. Amelia cierra los ojos con incredulidad, como tomándose unos segundos para procesar la información mientras la veo, transmitiéndole con la mirada el amor a falta de palabras. Ella continúa besando la piel de mi tripa moviéndose por todo el área, haciendo que me ría al sentir cosquillas por el movimiento de sus labios en mis costados, provocando su risa también.

— Amor, me haces cosquillas. —Lloriqueo entre risas. Las dos nos reímos cuando la alejo de mí tirando de su cabello desordenado sin ser demasiado ruda.

— Uf, madre mía. —Exhala, tirando de mis muslos para que me siente en su regazo—. No me puedo creer esto que está pasando. —Sus ojos me miran muy abiertos y llorosos, con la cabeza ladeada. En estos instantes se ve muy inocente y vulnerable como para tener una vida tan caótica.

— Yo tampoco. Aún lo estoy procesando.

Mis manos se deslizan de sus biceps a sus hombros y le doy un masaje. Amelia me mira y luego mira a la pared detrás de mí, todavía sin creerlo. Beso sus labios y la abrazo, apoyando la cabeza en su cuello, disfrutando de la ternura y amor que reina entre nosotras.

La Donante (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora