Capítulo 3

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Los gritos eufóricos de las personas no paraban de sonar en mi cabeza, trataba de abrir mis ojos, pero sentía la pesadez de todo mi cuerpo en mis parpados, parecían sostener todo el cansancio que almacenaba mi cuerpo.

—¡Levántate, Violet!

Intenté abrir mis ojos y una luz me cegó completamente, volví a cerrarlos. La cabeza me daba vueltas y sentía mi cuerpo entumecido, como si estuviera ahí pero no me funcionara.

—¡Violet! — escuché mi voz resonar con más fuerza.

Abrí nuevamente mis ojos y me vi a mi misma siendo sostenida con fuerza mientras hacía todo lo posible para ir hacía ¿mi? o ¿Violet? Apenas logré darme cuenta de que me encontraba en un callejón, seguía viéndome a mi misma luchar contra las otras personas para soltarme y entonces recibí otro golpe.

—¡Violet!

El nombre se escuchó como un eco y desperté. Mi corazón estaba acelerado a la pesadilla que creí que ya nunca volvería a tener, se me hacía normal recordar ver como murió Violet, pero estar desde su punto de vista era peor, no sólo sentía el desespero por querer salvarla, sino que también vivía el miedo que ella sintió antes de morir.

—Te creía más lista como para no pelear. — Yulissa se encontraba sentada junto a mí.

Suspiré pesadamente y carraspeé mi garganta. Ella entendió y me ayudó a beber del vaso que se encontraba en la mesita junto a mi camilla. El cuerpo me dolía demasiado, al parecer no tenía ningún hueso roto, pero estaba segura de que mi rostro no era la parte de mi cuerpo menos afectada, sentía que palpitaba completamente para luego lanzar picadas de ardor en cada cortada que tenía.

—Me dejaste sola. —mi voz apenas logró salir y encima ronca.

—¿Acaso no era obvio? Hace unos días estaba igual o peor que tú en este mismo lugar. No me culpes, yo te lleve por tu estúpido plan y terminaste desviándote a lo que ibas.

—Eres un fastidio.

—No te preocupes, ya llamé a tu hermana y cuando venga me iré para siempre, porque jamás te volveré a ayudar. —Yulissa volvió a extender el vaso de agua hacía mi para que beba.

Cerré los ojos con fuerza y dejé de sostener mi pesadez, lo último que me faltaba era tener que involucrar a mi hermana con mi plan fallido.

—Lo empeoraste todo llamando a Annaleigh.

—Que bonito nombre. Pero que mal agradecida eres. —frunció el ceño y negó la cabeza con desaprobación.

—Tú... ¡Tú ni siquiera me agradeciste por salvarte de la golpiza que te estaban dando! Y me dejaste sola. —alegué, pero me arrepentí nuevamente al sentir dolor en mi mandíbula.

—No hables mucho, Emma. La mandíbula se te puede caer. —rió y nuevamente extendió el vaso hacía mí.

Yulissa tenía un don para sacarme de mis casillas más rápido de lo que creía, pero de algún modo agradezco que esté aquí acompañándome. Era la última persona que imaginaba ver cuando despertara.

—Gracias por traerme, seguro no fue fácil cargarme. —hablé resignada.

Yulissa sonrió y luego lanzó una pequeña risa haciéndome saber que nada más estuvo siendo pesada conmigo para divertirse.

—Gracias a ti también por salvarme ese día. Aunque siendo honesta no fui yo quien te cargó. Debes estar loca si crees que soy capaz de aguantarte, sí pesas.

—Me lo imaginé. —reí, pero nuevamente me dolió el rostro.

—Fue Ian. Es un chico que siempre anda con su mejor amigo, les gusta las apuestas y apostaron en la pelea. Obvio, Ian fue a lo seguro y apostó por Allison. Pero por haber ganado tuvo empatía de ti y se encargó de traerte hasta acá. Por lo menos cuida de sus perdedores.

Love Criminal (2da Edición) - El Imperio HudsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora