Capítulo 4

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Al día siguiente salí de la cama más temprano de lo normal, seguramente por los nervios y escalofríos que me recorrían de arriba abajo cada vez que lograba conciliar el sueño. Esto, logró que mi rostro tuviera una apariencia decrépita; ojeras profundas, mi piel estaba más pálida de lo normal, mis ojos cansados, al igual que el resto del cuerpo, y unas fuertes punzadas se esparcían por mi cabeza.

Me hice un café, aunque antes tomé unas pastillas para que me calmara aquel dolor insoportable.

Pensé que todo lo que había pasado estos últimos días, las imágenes y sensaciones volvían a mí, era como si me encontrara en la misma situación una y otra vez, no podía alejar la imagen de aquellos dibujos de mi cabeza, más trataba, más vivaces se hacían.

Tal vez Sam tenía razón y todo formaba parte de una broma, una broma pesada, seguramente el originador estaba mal de la cabeza. Aunque un pequeño destello de esperanza deseaba que fuera solamente eso: una broma. Deseaba que de un momento a otro apareciera alguna persona gritando “Feliz día de los Inocentes” así podría llamar a la policía para que me sacaran a ese loco de mi vista… Pero ni siquiera estábamos cerca de aquel día.

Simplemente, mientras más vueltas le daba al asunto, más complicado se me hacía. No encontraba ninguna respuesta para todas mis preguntas, me frustrada. Hacía que las punzadas en mi cabeza se hicieran más intensas.

— ¿Qué haces despierta tan temprano? —Mamá me habló, haciendo que me sobresalte. Me di la vuelta, en su rostro cansado se notaba la sorpresa al verme despierta tan temprano.

— No tenía sueño, entonces me levanté — balbuceé volviendo los ojos al café que ya estaba frío. Al parecer mis pensamientos tomaron más de mi tiempo del que pensé.

— Oh… — Murmuró, sentándose frente mío, aún llevaba su bata puesta —. ¿Tiene esto algo que ver con tu extraño comportamiento de ayer? — Desvié mi mirada a mi mamá, se veía preocupada. Pero lo que menos podía era decirle lo que sucedía, ¿y si la metía en un lío? ¿Si la metía en un problema serio del cual no podría salir? No sabía qué pasaba, sólo daba por hecho que no debía decirle ni una palabra a nadie. Menos a mi madre.

— No — contesté negando con la cabeza —, Sam me había hecho una broma. Solo eso. — Traté de sonreír. Mamá frunció el ceño, no del todo convencida, aunque se dio por vencida y comenzó a preparar el desayuno.

— ¿Quieres un consejo? — No contesté —. Dúchate. Te ves como si fueras a salir para comer cerebros — reí. A pesar de toda la tensión, mamá se esforzó por hacer ver todo normal.

— Tienes razón.

Dejé el café a un lado y me dirigí a la ducha.

— ¿Ha sucedido algo nuevo? — Preguntó Sam mientras parábamos frente a mi casillero —. Y no digas que no, porque desde kilómetros puedo ver tu cara de cansancio. Ningún tapa ojeras o base o cualquier tipo de maquillaje me podrá engañar. — Apoyé la cabeza en la puerta del casillero riendo. Giré la cabeza para mirarla. Nadie tendría mejor amiga como la que tengo yo conmigo.

— No, Sam, no ha pasado nada. Sólo he tenido una noche un poco… — busqué la palabra correcta —, ¿complicada? — Sam levantó una ceja, señal de que no creía en mí. Me paré con la espalda derecha e incliné la cabeza —. Es verdad — dije en mi tono más inocente posible. — Sam rió.

— Está bien. Pero apúrate que no quiero ir a detención por llegar tarde. No podría soportar a ese profesor loco una vez más. Juro que me dio jaquecas toda la hora solo con verlo… — mientras Sam seguía hablando sobre el profesor que nos tocó en detención, yo abrí el casillero, y un papel cayó al suelo. Extrañada, mientras Sam seguía hablando sobre vaya a saber qué, sin prestar atención a lo que hacía, tomé el papel. Era largo, y pequeño, como los de las galletas de la fortuna, escrito en una letra cursiva perfecta decía “En cuanto leas esto, en el acantilado. Mis dedos comenzaron a temblar, y rápidamente saqué un cuaderno del casillero y guardé la nota allí. Cerré la puerta y me apoyé en esta.

¿Querían que fuera hasta allí? ¿Sola? Creo que nunca había oído una idea más estúpida que esta.

No era suficiente con estar jugando con mis emociones, que ahora querían verme. Habían puesto una nota en mi casillero para seguir con la broma.

Broma.

Cierto, sólo era eso. Una broma. Lo más seguro era que querían que fuera hasta allí para acabar con todo esto. Y si eso era una opción, tenía que tomarla rápidamente.

— ¿Ali? — Sam me llamó, sacándome de mi trance.

— Sam, lo siento, debo irme. — La confusión se reflejó completa en su rostro.

— ¿Qué? ¿Por qué? ¿A dónde? — Comencé a caminar hacia la salida, y ella seguía mis pasos.

— Sam — me di la vuelta, deteniendo nuestra marcha. Se notaba preocupada, y de nada serviría que me viera acelerada. Debía calmarme e inventar una excusa —, mamá me mandó un mensaje, me quiere en casa rápido. No sé qué habrá pasado pero no puede esperar.

— Voy contigo — insistió.

— No. — Negué con la cabeza rápidamente —. No creo que sea buena idea. — Y una vez más, frunció el ceño, regalándome esa mirada de no-confío-en-lo-que-me-dices. — Mira. Si quieres llámame en una hora a casa, ¿sí? Yo estaré esperando —. Aunque no la vi muy convencida, finalmente accedió.

— Está bien. En una hora te estaré llamando. — Dijo antes de darse la vuelta. Sonreí. Si mis cálculos no fallaban, no tardaría más de una hora en insultar al que creó toda esta broma, luego iría a casa, inventaría una excusa a mi madre de “Me dolía el estómago” y todo volvería a ser normal.

O por lo menos eso esperaba.

En cuanto llegué a la parte del acantilado, una corriente de frío recorrió mi cuerpo, el día estaba gris, el viento hacía que las copas de los árboles se tocaran y un sonido escalofriante saliera de aquello.

No había nadie. Sólo el sonido del viento y del agua que se chocaban entre sí.

Mi paciencia se estaba acabando. Quería irme a casa, puesto que ya me estaba congelando hasta los huesos.

— ¿Hay alguien? — Pregunté en un tono normal. Nadie contestó —. ¿Hay alguien? — Repetí aún más fuerte. Pero el silencio se hizo aún más grande.

Estaba sola. A unos metros del acantilado cuando podría estar en el colegio con Sam o en casa con mi mamá. Había ido hasta allí porque una tonta nota me lo había pedido.

Seguramente eso era todo… Querían llevarme hasta ahí para hacerme saber que la broma había terminado y humillarme. Nada más.

De repente sentí unas manos en mi espalda, empujándome fuertemente, haciendo que mi cuerpo rodara colina abajo.

Todo se volvió negro.

Fearless {TERMINADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora