Capítulo 8

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Cuando desperté, el sol comenzaba a salir. Me levanté luego de dar vueltas en la cama, buscando la forma en que mi cuerpo quisiera volver a dormir, pero no encontré ninguna. Así que a duras me levanté de la cama y me dispuse a vestirme con aquél vestido que había hallado en mi cama el día de ayer.

Cuando había terminado de vestirme, bajé las escaleras. Encontrándome con el silencio que tanto apreciaba en aquél momento. Podía pensar lo que fuera sin que no me viera interrumpida, y a pesar de que aún necesitaba respuestas, aquella mañana no veía ningún apuro por volver a ver a Holly, Anna, Catherine o James.

Mi estómago comenzó a gruñir, así que decidí salir de casa e internarme en el bosque, a ver si encontraba alguna fruta que pudiera saciar mi hambre.

Mientras estaba en bosque, con aquél leve viento, el sonido del arroyo correr no muy lejos de donde estaba, me fue imposible no pensar en mi familia y en mis amigos. El miedo volvió a invadirme. El hecho que, cuando apenas me había levantado, me sintiera tan tranquila, se había desvanecido, como si nunca hubiera estado aquella sensación.

Extrañaba a mi familia, mamá estaría preguntándose por mí, al igual que papá. Sam seguramente estaría llamando todo el tiempo a casa, tratando de averiguar si había rastros de mi desaparición, se estaría cuestionando el por qué no hizo lo posible para averiguar qué era lo que me estaba pasando. Y, para aquel tiempo, ya se habrían enterado que no había ido directo a casa, que le había mentido a Sam y había ido a un lugar que ellos desconocían. Se estarían culpando se cada cosa que me había pasado. Y lo que menos sabían era que yo misma los había alejado, en tan solo un par de días logré alejarlos lo más que pude de todas las cosas raras que me habían pasado.

La mamá de Sam también estaría preocupada por mí… La mamá de Sam.

La Sra. Shay me había advertido. Aquella mañana que fui a su casa para buscar a mi amiga e ir al colegio me había detenido para leer mi futuro en cartas. Había dicho que algo malo sucedería, que debía tener cuidado y yo no le había hecho caso. Nunca lo había hecho. Y, cuando menos lo esperé, tuvo razón.

Ahora estaba en un lugar que vaya a saber dónde quedaba, hablaba con personas que ni siquiera sabía si eran del todo humano, había visto sirenas, gnomos y hasta hadas, y cada uno de ellos esperaban algo de mí que no podía darles. Esperaban que fuese una persona fuerte y valiente, sabiendo que era todo lo contrario.

Estaba perdida.

—  Si fuera tú, no comería eso — una voz apareció por entre los árboles.

Sin darme cuenta, había parado frente un árbol con manzanas, y ya tenía una en la mano.

James apareció a unos pasos de mí.

— ¿Es que está envenenada? — Pregunté levantando la manzana. James se acercó un poco.

— Sí. — Instintivamente, dejé que la manzana cayera de mi mano al césped. Escuché una risa. James estaba bromeando —. Era mentira. — Reí irónicamente y me agaché a tomar la manzana.

— Eres un idiota — susurré.

— Sí, lo sé — se acercó más —. Ven, vamos a juntar unas manzanas y lavarlas en el arroyo. — Dijo levantando una canasta pequeña.

— Por cierto, el vestido no te queda mal — dijo James mientras sacaba una manzana de la canasta para lavarla en el arroyo. Ambos estábamos agachados —. Ayer con la ropa que tenías puesta estabas destrozada, parecía que no hubieras dormido por días. — Guardó la manzana y sacó, la que parecía ser la última —. ¿Sabes? Si no me hubieran dicho que serías tú quien nos salvaría nunca lo hubiera creído, menos con las ojeras que tienes. — Fruncí el ceño. Me quedé en silencio unos minutos pensando en qué decir, la verdad es que no sabía cómo es que tenía las agallas para decirle a una mujer algo así.

Fearless {TERMINADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora