Capítulo 3

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Harry

Gruñí, cargando el peso de nuevo en mi hombro para después dejarlo caer. Sentía mis músculos arder pero no paré. El levantamiento de pesas me ayudaba a relajarme y ahora mismo necesitaba todos los malditos liberadores de estrés que pudiera tener. Hice unas cuantas repeticiones más de peso libre antes de cambiar a brazo e iniciar de nuevo.

— ¡Ey, Harry! —escuché a Dan llamarme y miré alrededor del gimnasio hasta encontrarlo con Jeff y su cabello lila, que pensó lo haría lucir más rudo o alguna mierda así. Lo miré y levanté mis cejas en reconocimiento pero no paré de hacer mis ejercicios.

—Yo y Jeff iremos por unas hamburguesas, ¿vienes? —me preguntó y se acercó más a mí mientras el de cabello lila lo seguía detrás gritando:

— ¡Proteína!

No dije nada, solo negué con la cabeza y volví a enfocarme en mi levantamiento de peso.

— ¿No? ¿En serio vas a decirle no a la comida? ¿Qué está mal contigo, amigo?

—Nada, vayan sin mí —fue todo lo que dije y Jeff negó con la cabeza detrás de Dan.

—Vamos, hombre. Ven. Obviamente se lo tomo a pecho. —murmuró y levante mi cabeza ante sus palabras. Gruñí, baje la pesa y me paré frente a Jeff, lo agarré de su camisa, tirando de ella para acercarlo a mí.

— ¿A qué vino eso? —rugí al pequeño punk que puso sus ojos en blanco y musito a lo bajo:

—A nada.

—Es lo que pensé. Ahora, vete —escupí, liberándolo. Se alejó a trompicones, maldiciéndome alegremente en voz baja antes de seguir la figura de Dan que se retiraba.

Imbéciles. ¿Por qué me junto con ellos? Espera, no, esa es una pregunta incorrecta; ellos son los que se juntan conmigo para mi desgracia.

Me reí y pasé una mano por mi cabello sudado. Me senté en una banca y no volvía a tocar la pesa de nuevo. Creo que he estado más irritable de lo usual. Ese accidente con la mesera, Elizabeth, hace dos días en serio me alteró. Normalmente, no me importaría ni un poco si a alguien no le gusto yo o mi apariencia. Pero, por alguna razón, no podía olvidar su cara aterrada o su innegable repulsión cuando estaba cerca de ella.

No entendía por qué actuaba de aquella manera. Parecía que estuviera asustada de morir o de mí, pero yo no lo he hecho nada. Si combinamos los tiempos, he estado con ella, tal vez, veinte minutos y probablemente le he dicho como cien palabras y aun así, se comportaba como si hubiese asesinado a un niño frente a ella.

Nunca nadie ha estado tan atemorizado de mí a tal extremo. Nunca golpearía a una mujer, pero cuando levanté mi mano para pasarla por mi cabello ella creyó lo contrario. Ella en serio pensó que la iba a golpear. No soy ese tipo de hombre. No soy como mi-

Me lleve las manos a la cara antes de juntarlas y ponerlas contra mi frente, terminando con ese pensamiento justo ahí y tratando de alejar cualquier recuerdo de él. De ninguna maldita manera iba a pensar en ese diablo.

En lugar de ello pensé en sus ojos llenándose de lágrimas aquella noche. Me miró con horror, esquivando cualquier contacto visual y luego encogiéndose cuando levanté mi mano. Me mató verla reaccionar así. Si esa fue la primera cosa que paso por su mente, en serio debí asustarla. Quiero decir, sé que no luzco como un preparatoriano con un buen corte y que no soy el chico más amable de la ciudad pero no pensé que luciera tan mal como para que se asustara con solo tenerme cerca. Creo que me equivoqué.

Ella era diferente. No la conocía pero sabía que era una persona muy tímida que se asusta con todo. No era difícil darse cuenta y me descubrí mirándola con perplejidad las dos veces que estuve ahí. Siempre miraba alrededor y era cautelosa con todos. La mirada hacia abajo, sus ojos prácticamente pegados al suelo, levantando la vista muy poco para ver a su alrededor y después volver a bajarla. En definitiva, trataba de mantenerse alejada y no acercarse a nadie. Además, la última noche, cada vez que se escuchaba un trueno se estremecía o saltaba.

Mend the Broken (Traducción al Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora