Martes 9 de agosto 12:07 p.m.

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Para: minah@gmail.com
Asunto: Mucho mejor.

Si no fuese por ti, Mina, y por Lis, ahora estaría muerto. Porque de mí sólo quedaba un pequeño destello de conciencia que no demoraría en extinguirse también.

Todavía parece increíble que haya vuelto a tener hambre, que no ande arrastrándome por el suelo, que pueda escribirte sentado cerca de la ventana abierta, por donde entra el sol con todo su esplendor. Mucho ha cambiado desde el último correo que te mandé. Incluso, la máquina desde la que te escribo es otra, prestada por Lis, con quien he vuelto a hacer las paces.
Cuando intento recordar el día de ayer apenas consigo tener ligeros recuerdos, ni siquiera una imagen precisa de nada. ¿Qué puedo contarte, entonces, si son vagas las imágenes que merodean mis recuerdos? ¿Quién podía imaginarse que le escribirías a Lis contándole con detalles la pesadilla que yo estaba viviendo?

Pero haré un esfuerzo por narrarte los hechos tal y como los veo en mi cabeza. Y la nebulosa comienza con el estruendo tremendo de la puerta al abrirse, pues, como es lógico, Lis tuvo que derribarla para poder entrar. Dice ella que estuvo más de diez minutos tocando el timbre de la entrada, pero a mí no me preguntes sobre eso, no escuché nada. Luego del estruendo, recuerdo la silueta de Lis entrando en el cuarto (una silueta que en ese entonces me pareció enorme y fantasmagórica) y su voz, distorsionada, llamándome con desespero. Supongo que te imaginas la escena a gran velocidad, pero tengo la impresión de que todo se desarrolló en cámara lenta, como si una fuerza sobrenatural impidiera la libre acción de los movimientos. Incluso, la imagen de Lis inclinándose sobre mí y preguntando:  ¿estás bien?, me parece que ocurrió con una lentitud de horas, y no en unos pocos segundos.

Ahora puedo decírtelo, Mina, porque ya no hay razón para preocuparse. Creí que iba a volverme loco cuando sentí las manos de Lis tomarme por los hombros y zarandearme buscando una reacción en mí. El contacto con otra piel hería la mía, me ardía como ácido carcomiéndome. En cambio, y estos son los rejuegos del cerebro que siempre serán un misterio para mí, recuerdo con absoluta nitidez cuando abrió la ventana de golpe y la luz del sol me golpeó en el rostro. No recuerdo haber sentido tanto ardor en mi vida. Me quemaba vivo y sé que grité, porque todavía soy capaz de escuchar mis propios gritos en la mente. Grité con furia, a punto de reventarme las venas del cuello y de la frente, mientras veía a Lis encender la laptop e intentar, una, dos, tres veces, desinstalar el software que se negaba a ser eliminado. Desde la cama percibía su frustración, y aunque quería detenerla y echarla nuevamente de la casa, no podía levantarme. Finalmente, tomó una decisión, agarró la laptop y la lanzó contra el suelo, haciéndola añicos. Y tiró mis discos al suelo hasta encontrar el CD de instalación, el que rompió con verdadera saña. Te juro que sentí un dolor inmenso en el pecho, y me sobreexcité, y di alaridos como un loco, y me retorcí en la cama como un poseso. Hasta que poco a poco sobrevino la calma y me quedé dormido.  
 
Los recuerdos mejoran a partir de que volví en mí. La cara de preocupación de Lis, Mina, será algo que no podré olvidar nunca. Pero ya me siento mejor, mucho mejor, de verdad.

No creí que después de tantos años, de esforzarme siempre por ser un buen hermano, de que te sintieras orgullosa de mí, viniera a darte tantos dolores de cabeza. Agradezco tu paciencia y preocupación. Te debo la vida y todo el amor del mundo nunca será suficiente para retribuirte lo que has hecho por mí.

Un beso inmenso,
J.

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