6.Rescate

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Anakin contó los pasos mientras trotaba por el hueco del turboascensor con
Obi-Wan sobre el hombro y Palpatine a su lado.

Había llegado al 102, sólo un
tercio del camino a lo largo de la espiral cónica, cuando sintió que la gravedad volvía
a cambiar.

Y precisamente de la peor manera: haciendo que el resto del largo, largo túnel pasara de estar delante a estar abajo.

Alargó el brazo libre para detener al Canciller.

—Esto es un problema. Busque algo a lo que agarrarse mientras encuentro la forma de sacarnos de aquí.

Estaban cerca de una de las puertas del turboascensor, que parecía tumbada de costado.

El sable láser de Anakin encontró su mano, y su siseante hoja quemó el
acceso a los controles de la puerta, pero antes de que pudiera llegar a apartar los chispeantes cables, el sentido de la gravedad se inclinó hacia la verticalidad, y él
cayó, resbalando por la pared, con su mano libre buscando desesperadamente una
extensión de cable.

Logró asirlo y se colgó de él…
Y las puertas del turboascensor se abrieron.

Invitadoras. Seguras. Y burlonamente fuera de su alcance, a un metro de su
estirado brazo…

Y su otro brazo era lo único que sujetaba a Obi-Wan sobre una caída de doscientos metros, mientras el mango de su sable láser caía, chocaba y rebotaba, perdiéndose en el infinito.

Durante medio segundo, Anakin se alegró de que Obi-Wan estuviera inconsciente.

No estaba de humor para otro discurso sobre no perder el
sable láser, pero ese pensamiento estalló y se desintegró cuando notó que algo le había cogido la pierna…
Miró hacia abajo.

Era Palpatine.

El Canciller se agarraba a su tobillo con inesperada fortaleza, mirando temeroso a la oscuridad de abajo.

—¡Anakin, haz algo! ¡Tienes que hacer algo!

Estoy abierto a cualquier sugerencia, pensó, pero dijo:

—No se asuste. Siga agarrado.

—No creo que pueda… —el Canciller alzó el angustiado rostro hacia arriba,
implorante—.

Anakin, me resbalo. Dame la mano… ¡Tienes que darme la mano!
¿Y soltar a Obi-Wan? No en este milenio.

—¡No se asuste! —repitió Anakin. Era evidente que el Canciller había perdido la cabeza—.

Puedo salir de ésta.

Deseó estar tan confiado como parecía.

Había contado con que la gravedad
artificial continuase cambiando hasta que el hueco del turboascensor volviera a ser un pasillo, pero parecía haberse quedado como estaba.

Había sido un momento asqueroso para que los generadores empezaran a funcionar bien.

Miró la puerta del ascensor que tenía arriba y calculó la distancia.

Quizá la Fuerza podía proporcionarle el empuje necesario para que los tres se pusieran a salvo.

Pero era un «quizás» extremadamente grande.

Obi-Wan, viejo amigo, pensó, éste sería el momento ideal para despertar.

Obi-Wan Kenobi abrió los ojos y se encontró mirando lo que sospechaba era el trasero de Anakin.

Parecía el trasero de Anakin, o al menos sus pantalones, aunque le resultaba imposible estar seguro de ello, ya que nunca había tenido ocasión de examinar boca
abajo el trasero de su compañero, y mucho menos desde una cercanía tan incómoda.

STAR WARS LA VENGANZA DE LOS SITH [ NOVELA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora