21.Una Nueva Orden Jedi

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Un esquife de Naboo revirtió al espacio real y se dirigió hacia una instalación
médica alienígena situada en el cinturón de asteroides de Polis Massa.

El Tantive IV reentró en la realidad sólo momentos después.
Y en Mustafar, bajo el tronar rojo de un volcán, un Señor Sith ya había
recuperado de la arena de cristal negro el torso y la cabeza quemados de lo que una
vez fue un hombre. Ya había saltado sin esfuerzo al risco, y ya había rugido a sus
clones: «¡Traed inmediatamente la cápsula médica!»
El Señor Sith depositó con ternura en el suelo frío de arriba al hombre sin
extremidades, extendió las manos sobre el ennegrecido y agrietado amasijo que una
vez fue su frente y le alentó con su voluntad.
Vive, Lord Vader. Vive, aprendiz mío.
Vive.

Al otro lado del cristal de transpariacero de la cúpula de observación, en los
peñascos sin aire de Polis Massa, la galaxia giraba en un chorro de cortantes y fríos
puntos luminosos en el velo de la noche infinita.
Bajo esa cúpula se sentaba Yoda, pero no miraba a las estrellas.
Permaneció sentado un tiempo muy largo.
Incluso después de casi novecientos años, el camino al conocimiento de uno
mismo seguía siendo lo bastante escarpado como para dejarlo amoratado y
sangrando.
Habló en voz queda, pero no para sí mismo.
Aunque no había nadie con él, no estaba solo.
—Fracaso mío esto fue. A los Jedi he fallado.
Hablaba con la Fuerza.
Y la Fuerza le respondía. No te culpes, mi viejo amigo.
En los últimos trece años, cuando la Fuerza le hablaba, a veces lo hacía con la voz
de Qui-Gon Jinn.
—Demasiado viejo fui —dijo Yoda—. Demasiado rígido. Demasiado arrogante
para ver que el viejo camino el único no era. Para ser como los Jedi que a mí me
entrenaron, hace largos siglos, a esos Jedi entrené, pero esos Jedi de otro tiempo eran.
La galaxia mucho ha cambiado. La Orden nada ha cambiado. Que cambiara yo no
permití.
Eso es más fácil de decir que de hacer, amigo mío.

—Un misterio infinito la Fuerza es —Yoda alzó la cabeza y clavó la mirada en la
rueda de estrellas—. Mucho por aprender aún queda.
Y tendrás tiempo para aprenderlo.
—Conocimiento infinito… —Yoda negó con la cabeza—. Infinito tiempo
requiere.
Con mi ayuda podrás unirte a la Fuerza, reteniendo tu consciencia. Podrás unir
tu luz a la de ella por siempre. Con el tiempo, puede que hasta tu yo físico.
Yoda no se movió.
—Vida eterna…
El objetivo final de los Sith. Pero ellos nunca podrán alcanzarlo; sólo se consigue
liberándose del yo, no exaltando el yo. Se consigue con la compasión, no con la
avaricia. El amor es la respuesta a la oscuridad.
—El amor uno con la Fuerza es, pero influencia aún tiene… —musitó Yoda—.
Un poder más grande que todo es.
No se puede otorgar; sólo enseñar. Puedes aprenderlo, si quieres.
Yoda asintió despacio.
—En gran Maestro Jedi te has convertido, Qui-Gon Jinn. Un gran Maestro Jedi
siempre fuiste, pero demasiado ciego fui yo para verlo.
Yoda se levantó, cruzó las manos ante él e inclinó la cabeza en la reverencia Jedi
de respeto.
La reverencia del estudiante en presencia del Maestro.
—Agradecido en tu aprendiz me convierto —dijo Yoda.
Ya estaba muy avanzada su primera lección cuando la escotilla se abrió tras él. Se
volvió.
Al otro lado de la escotilla estaba Bail Organa. Parecía alterado.
—Obi-Wan pide tu presencia en la sala de operaciones —dijo—. Es Padmé. Se
muere.
Obi-Wan estaba al lado de ella, cogiéndole una mano fría e inmóvil entre las
suyas.
—No te rindas, Padmé.
—Es… —sus ojos se movían ciegamente—. Es una niña. Anakin cree que es
niña.
—Aún no lo sabemos. En un momento… Tienes que seguir con nosotros.
Bajo la tienda opaca que la cubría del pecho para abajo, un par de droides
cirujanos la ayudaban en el parto. Un droide médico se agitaba y manoseaba entre el
conjunto de escáneres y de equipo.
—Sí, es… una chica… Oh, oh, oh no…
Obi-Wan clavó una mirada de suplica en el droide médico.
—¿No puede hacer nada?

STAR WARS LA VENGANZA DE LOS SITH [ NOVELA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora